Escena 1
- Buenos días, le llamamos de Garrafone. Mi nombre es Virginia.
- Buenos días, Virginia.
- ¿Su nombre es?
- Avelino.
- Buenos días, Avelino. Le informo que, por motivos de seguridad, la llamada puede ser grabada. ¿Está de acuerdo?
- Pues… teniendo en cuenta que es usted la que ha llamado…
- Mi llamada es para hablarle de nuestras nuevas tarifas “Patit@ – huevo – Patita y patito”.
- ¡Oh! ¡Vaya nombres!
- ¡Sí! Hacen referencia al 2022, que es el año en que estamos… ya sabe…
- Me parece una ocurrencia brillantísima, brillantísima.
- ¡Gracias!
- Felicite al departamento de marketing de mi parte.
- No creo que llegue a conocer a alguien del departamento de marketing, pero tomo nota mental, por si acaso.
- ¡Hay que ser previsores!
- Sí. Por eso mismo, debe usted atender a las ofertas de nuestra compañía.
- Es usted muy audaz, Virginia.
- Gracias de nuevo. ¿Me permite hacerle unas cuántas preguntas?
- ¡Por supuesto!
- ¿Con quién hablas, Avelino?
- Con Virginia, Aurora: una chica de Garrafone.
- ¿Disculpe?
- Perdone, señorita, es Aurora, mi mujer.
- Eso responde a varias de las preguntas del cuestionario.
- Por cierto, ¿son muchas preguntas?
- ¿Le pillo mal? ¿Quiere usted que le llame en otro momento?
- No, no. Estamos confinados en casa. Tenemos tiempo y un poco de hastío.
- ¡Oh! Lo siento.
- No se preocupe, no es culpa suya. Mañana nos hacen la prueba de antígenos y, si damos negativo, pasado mañana vuelvo al ayuntamiento.
- ¿Trabaja usted en un ayuntamiento?
- Soy ordenanza.
- ¿Ordenanza? ¡Nunca había escuchado ese trabajo!
- Es un servicio de orientación al ciudadano, más o menos. Vendría a ser algo así como un conserje.
- Muy curioso.
- Como cualquier otro trabajo, señorita.
- No crea, el mío es una trampa. Te sientas delante de una tabla ocho horas diarias, intentando convencer a los posibles clientes de lo maravillosas que son las tarifas de nuestro operador: si se hace usted con la fantabulosa tarifa Patit@, Garrafone le ofrece hablar más minutos que ningún otro operador, le da gigas para que navegue hasta que su dedo índice eche humo y, así, su vida será un surfear por millones de arcoíris de papel pinocho, sea cual sea su edad, estado civil, condición sexual y creencia religiosa. Si usted opta por la tarifa Huevo, para jóvenes rapaces, se beneficiará de unos larguísimos cien minutos en llamadas, treinta gigas controlados tanto por sus progenitores como por Google y podrá chatear por la plataforma que más le seduzca, colgar los vídeos más ridículos e, incluso, ilusionarse con los “likes” de más de mil millones de usuarios, al atreverse a subir la foto del último tatuaje en la pantorrilla izquierda. Además, por solo cinco euros con noventa y cinco céntimos más, podrá idiotizarse con series de Netflix hasta que su cerebro se desprenda de su cubículo y resbale por sus fosas nasales como si fuera slime (Blandi blub de toda la vida). Si por el contrario, usted lo que quiere es una vida de pareja, opte por la tarifa Patita y Patito, con la que podrán tirarse (atención) ¡mil minutos decidiendo cual de los dos cuelga antes! También les ofrecemos cincuenta gigas, como cincuenta soles, para que suban sus tartas de crema en todas las redes sociales que pueda imaginar. Tendrán una suscripción gratuita de un mes a Youtube, así no habrá objeción ninguna que les impida escuchar en bucle “No dejes de soñar”, de Manu Carrasco, mientras preparan juntos la paella del domingo (cuya foto será la envidia de los usuarios de Facebook e Instagram). No contentos con esto, les regalamos un mes de prueba gratuita en HBO, para que amenicen sus veladas con “Los puentes de Madison” y “Pretty Woman” hasta que sus córneas pidan clemencia. Este es mi trabajo, Avelino. Ocho horas de soltar el rollo, recibir insultos, proposiciones deshonestas, escuchar guarradas, chistes fáciles sobre mi nacionalidad, ya que, siendo española de Canarias, no sabe las veces que me han llamado “sudaca” (y por eso cambio mi acento natal por el salmantino), presión por parte de mis superiores, envidias y codazos de mis compañeras y compañeros, objetivos inalcanzables y los novecientos sesenta y cinco euros que nos han endosado los del Gobierno Central como sueldo mínimo interprofesional. Todo eso, claro, enmarcado en un contrato digno de la Inglaterra del siglo XIX, en una Reforma Laboral al servicio de las ETT y por un tiempo no superior a nueve meses: un parto sin dolor para la operadora que le promete felicidad eterna a usted, si comete la imprudencia de caer en la red de una de estas tarifas de mierda. Por lo menos, antes, te regalaban un móvil.
- Pues no lo hace usted nada mal.
- Gracias.
- No creo que me interese ninguna de sus ofertas, pero creo que usted tiene inteligencia más que suficiente para conseguir lo que se proponga, señorita Virginia.
- Los sueños, sueños son…
- ¿Sabe? Hay una frase de Sir Lawrence de Arabia que dice: "Todos los hombres sueñan, pero no lo hacen de la misma manera. Aquellos que sueñan de noche en los rincones polvorientos de sus mentes despiertan para descubrir que todo era vanidad. Pero los soñadores diurnos son hombres peligrosos, porque pueden actuar sus sueños con los ojos abiertos, y hacerlos posibles". ¡Cumpla sus sueños, Virginia!
- Gracias, ha sido usted muy amable.
- Y usted, señorita.
- …
- … espero que no hayan grabado esta conversación.
- Y yo…