Estación de Cercanías

Ladrones de guante blanco

Que el resultado final del ayuntamiento marbellí se veía venir desde lejos no es nada nuevo. Que con toda seguridad tras de él llegarán otros, y volverán a dejarnos a los españolitos de a pie con una cara de idiota de esas que no se olvidan, por ser el fiel reflejo del sentir interior, tampoco. Pues mientras que unos señores y señoras mal llamados concejales, han campado libremente por Marbella robando a golpe de maletín, amasando un patrimonio a todas luces insultante y engañando a una ciudadanía que depositó en ellos su confianza, pues por ellos fueron elegidos, los diferentes mecanismos legales y gubernamentales que nos dirigen han necesitado que este municipio tenga de una deuda de 24 mil millones de pesetas, en su mayor parte con la seguridad social, para intervenir. ¿Podré dejar de pagar mis autónomos hasta alcanzar esa cifra sin que la Seguridad Social me reclame?
Desde que el caso Malaya salió a la luz y los implicados fueron llevados antes el juez Torres, conceptos como malversación, cohecho, alteración en el precio de las cosas, tráfico de influencias o prevaricación se han repetido continuamente ligados a cada uno de los procesados y a sus acusaciones. Palabras técnicas que no hacen más que acentuar el desconcierto general. Y no sé a ustedes, pero a mí esta situación me produce un estado de turbación importante, ya que tengo en mente la palabra exacta que describe la actuación marbellí.

Pero claro, ahora llegará la Ley, y basándose como es natural en las acusaciones, penará a los implicados con condenas que ellos, conocedores del mecanismo legal de nuestro país y con recursos suficientes para procurarse buenos abogados, deben saber de ante mano, y que serán a todas luces irrisorias en comparación con el expolio realizado, con el abandono al que han sometido a los servicios básicos que un ayuntamiento debe atender –sanidad, limpieza o educación has estado literalmente anulados sin que desde ningún estamento con potestad para obrar se haya hecho nada por evitarlo–.

En días pasados declaraban profesores de esta ciudad que desde hace 15 años (o desde que el G.I.L y sus seguidores se coronaron reyes de los ladrones), no se ha construido allí ningún centro educativo por falta de suelo. Sí, sí… ¡Por falta de suelo! Pero qué sinvergüenzas.

El que tengas que ser tú, como docente, quien aportes dinero propio para sufragar el cambio de una cerradura nueva, la compra de productos de limpieza o simplemente para mantener los centros con las mínimas medidas de asepsia, pues la partida presupuestaria para este tipo de necesidades estaba agotada, seca por la absorción que este grupo de parásitos han ejercido, es inconcebible.

Y no puedo dejar de pensar en la sensación de impotencia que debe de invadirte cuando conocedor de la realidad de tu ayuntamiento, sabedor de los chanchullos que se llevan entre manos y del tren de vida que se permiten con un sueldo de edil, te digan que para educación no hay dinero. Sensación de impotencia que sin duda se reaviva cuando se toma conciencia de que llames a la puerta de llames vas a obtener siempre la misma respuesta, el choque frontal contra un muro infranqueable, como ha sido en este caso; un estamento corrupto en todos y cada uno de sus frentes, protegidos por el escudo que concede ocupar un cargo público.

Sólo espero que unas condenas ejemplarizantes me devuelvan la confianza en la “Justicia” y sus leyes iguales para todos, para que en 2007, cuando me llamen a votar, no sienta que estoy firmando un cheque en blanco para poder ser utilizado libremente desde mi ayuntamiento con cargo al dinero de todos.

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