Vida de perros

Las orejas te han dejao

Te han pelao y las orejas te han dejao, y no por ello nos referimos otra vez al Orejón de la Torre sino a los arbolitos que pueblan o subsisten en nuestras calles. No sabemos quién sería la primera persona que dio orden de rebanar los sufridos aligustres de nuestra calle principal hace ya tantos años. Tampoco exactamente los motivos, pese a que la rumorología suele referirse a las dificultades que tienen las viviendas para presenciar con nitidez cada uno de los desfiles de nuestras fiestas.
El caso es que si alguna vez tal orden fue dada no hubo en todo el tiempo que resta hasta hoy una contraorden que desacreditara o que apostara por la belleza natural de estos árboles. Quizá existieron tiempos en que la poda no fue tan tajante, tan feroz, pero poda hubo y, me temo, habrá. Y que a nadie consuele aquello de que “es que en lo que es este pueblo todo lo que sea lo que es para las fiestas…”. Y por aquello de las dichosas fiestas no será diferente, a menos que la ley lo impida, la introducción de un vallado especial para enmarcar, o proteger, o encarcelar, los desfiles, delimitación que actúa como en la demarcación del espacio escénico de un espectáculo, barrera que empuja una vez más a nuestras fiestas hacia el espectáculo quizás en detrimento de la celebración y la convivencia, del disfrute y la alegría, de las fiestas de todos y todas, de Villena.

Quizás para consuelo de esto se cambian los recorridos de los desfiles, para que la gente esté ancha y a gusto. Quizás para consuelo de esto se concede licencia de apertura de aquel lugar que, cómo decirlo (intento recordar el intrincado giro lingüístico al que nos sometió esta semana la SER para nombrarlo), aquel lugar del que Mateo Marco recogió tantos nombres para definir en su “Álbum de cromos”. Pero hablando claro lo que vengo a decir es que reabren la Casa Rápida, vamos. Quizás para consuelo de descontentos (y aquí poco cabe el “/a” del lenguaje no sexista) o quizás no. Ni a favor ni en contra de tal situación, al menos desde esta tribuna y de momento, me asombra comprobar cómo funcionan las cosas más allá de las fiestas y más allá de la coherencia, en un lugar donde la reivindicación de un trabajo cae como el agua que corre. Tampoco queda muy claro si con la campaña + fiesta – droga, campaña que por otro lado podría destacar en la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, la nueva juventud verá de otro modo nuestras fiestas, las entenderá sin gafas de sol, con el traje completo y en regla, sin reloj u otros complementos anacrónicos, con barreras, etc. No sabemos si una juventud serena buscará la diversión en… ¡quién sabe qué cosa! Sea lo que sea, el caso es que no se debe relacionar todo con las fiestas, aunque “en este pueblo…”.

Pero si volvemos al inicio de la columna veremos que nos encontramos con tres bajas entre nuestros arbolicos y con unas cuantas decenas más de apariencia enfermiza. Sea su estado culpa propia, de estos seres empeñados en invadir el espacio visual, o ajena (de las fiestas, vamos) ahí seguirán el día diez, cuando muchos y muchas volvamos de vacaciones a una Villena sin olor a pólvora ni ruido indiscriminado. En mis tiempos, Dios cómo odio escribir estas frases, a las criaturas se las pelaba para evitar que recogieran parásitos, o para ahorrar algo en el coste de la barbería… Ahora se hace por cuestiones estéticas, pero en el caso de nuestros árboles, ¿alguien podría explicarnos el motivo?

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