De recuerdos y lunas

Las sillas atadas

Lo dijimos la semana pasada: No nos gustan los sitios donde atan las sillas. Y resulta que en el salón municipal de plenos del Ayuntamiento de Villena, coqueto salón, las sillas están trabadas con grilletes. ¿Para qué nadie se las lleve?... ¿Acaso no se fiaban del público quienes reformaron el salón?... Con fuertes cepos, una junto a otra formando bancada, las sillas están cogidas por las patas haciendo fila de bloque, haciendo comparsa. Inseparables a no ser que se eche mano de una llave inglesa.

Pero imagínense que la otra tarde-noche del año pasado, en el pleno multitudinario que duró unas cinco horas, a alguien de afuera de los que no pudieron entrar le da un vahído. Sí, un vahído. Porque en estos casos, cuando las indisposiciones transitorias, cuando los desvanecimientos, cuando las turbaciones breves del sentido, el personal siempre saca ilustración y dice "vahído". Y al instante alguien grita: "¡Un médico, un médico!". Y siempre está el que pide también una silla. Y aire. Pues imagínenselo que pasa esto el otro día y la silla no puede estar por ser imposible el desatarla.

Pero hay quien dice que las sillas también estaban cogidas de antemano. Y que cuando iba a empezar el pleno ya no había sitio. Pero esto, en Villena, a veces ha pasado. Para las sillas de Fiestas, cuando empezó a mudarse la costumbre de sacar las de las cambras, las de los trasteros o de las de la cocina por las de pago, había gente que se tiraba una noche velando en la puerta de la Casa del Festero para cogerse las mejores sillas para ver las Fiestas. Luego, ibas tú porque te había venido una visita y, sí, quedaban sillas, pero no tan bien colocadas como las que había conseguido la gente de avanzadilla. En el pleno del día de los inocentes igual. Yo llegué a punto y aún pude asomarme por la puerta. Esa puerta que estuvo a punto de cerrar la Alcaldesa. No sin razones que le ampararan. Pero no estaba el ambiente para echar gasolina. Estaba en la puerta y poco a poco fui entrando, aprovechando huecos de gente que salía. Hasta que dentro, delante delante me senté en el suelo. Y allí estuve. En primera fila. En lugar privilegiado. Ahora bien, se me heló el culo y me arrepiento de no haber sugerido cuando la restauración del salón la posibilidad de que se instalara suelo radiante. Estuve en lugar privilegiado, apoyando mi cogote en las perneras del amigo Antonio Azorín Juan, "Cirilo", ilustre ilustrado en villenerías, estupendo conversador. Mi cabeza caliente y mi culo frío. Y el alma quebrada cuando llegó el asunto del agua. Cuestión que nos había llevado al lugar.

De las intervenciones al respecto hubo dos –una larga, otra breve– que son las que más nos dolieron. Porque uno entiende que se defienda una postura determinada. Es muy difícil la unanimidad cuando se trata de un asunto tan complejo y existen para su solución múltiples posibilidades. Lo que a uno le preocupa es que no se atine en la defensa de una postura bien –o mal– por ignorancia del tema que se trata, bien –o muy mal si fuera el caso– por mala voluntad. Que Andrés Martínez Espinosa, que Enric Pastor, que Celia Lledó, que Jesús Santamaría, que Antonio García, que Rosario Belda dijeran lo que dijeron, entraba dentro de lo previsible. Pero lo largo que dijo Antonio Pastor y lo breve que dijo Vicenta Tortosa nos desconcertó. Pero necesitando más espacio para explicar con tranquilidad lo que nos desconcertó, en próximo capítulo continuaremos. Y sin más preámbulos.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba