Viéndolas pasar

Lengua larga

Hay opinadores para todos los gustos y colores, y si no me creen, dense un paseo por los foros digitales de EPdV. No es la primera vez, ni mucho menos, que en una columna mía salgo en defensa de la independencia de este periódico y miren Uds., que eso ya cansa.
Hace escasos días, algunos foristas habituales de este medio y, presuntamente vinculados con la oposición de nuestro municipio, dejaban su impronta en forma de bulo y hasta con mal gusto, dando a entender que EPdV era una extensión del Partido Popular. Todo esto porque EPdV, una vez más, defendía la llegada de agua de calidad a nuestra ciudad y permitía la toma de firmas de los lectores que voluntariamente lo quisieran hacer, en apoyo a la petición de un trasvase digno para nuestras tierras.

Cómo son las cosas que no había transcurrido una semana cuando, quienes tachan a este mismo periódico de ser un arma de la oposición, eran los del bando contrario (y hasta ahí puedo leer), porque este periódico, en cuya cabecera aparece muy claramente la palabra “Independiente”, actúa como tal, es decir, con absoluta independencia, y su director permite que sus columnistas escribamos “lo que nos dé la gana”. Y entrecomillo esas palabras porque es lo que me dijo el director del periódico cuando le pregunté sobre qué debía escribir al principio de esta colaboración que se inició hace unos dos años.

Me sorprende, he de reconocer que poco, que la gente que así actúa, etiquetando al personal, se sienta incapaz de tener opiniones propias. Es un derecho que, aunque parezca surrealista, vamos a tener que reivindicar aquellas personas que creemos tener criterio propio y por tanto, opinión propia sobre cualquier tema. Que uno se sienta más próximo a la línea de un partido cualquiera no significa que tenga que comulgar con todo lo que desde dicho partido se diga o haga salvo que, eso está claro, aspire a algo dentro del mismo, porque ya se sabe y está demostrado que, sea quien sea quien gobierna o manda, el que se mueve, no sale en la foto.

Y es por ello y por algunas razones más, que sea frecuente observar cómo aquella persona que ostenta cierto poder (no hablo de nadie en concreto) tenga tras de sí todo un séquito de perritos falderos que ríen sus gracias, lloran sus penas, cual plañideras de antaño, y beben los vientos por ella. A esto hay quien le llama “lealtad”, cuando no es más que, como decía aquel, “buscarse el carguico pá después”.

Lo malo de todo esto es que pueda haber alguien que a esto lo considere “formar equipo” sin valorar realmente que poco o nada le van a aportar a su proyecto, sea éste del ámbito que sea, político, empresarial o social.

También es verdad que, en muchas ocasiones, el temor de quien ostenta el mando es verse ensombrecido por alguien más pujante, más valiente, más inteligente, más preparado, con mejor proyecto o más carismático y entonces se protege, bien sea rodeándose de ese “equipo” que cierra filas en torno a él o, por qué no decirlo, encomendando a su competidor funciones nimias dentro de la entidad con el fin de aburrirlo y quitárselo de encima. Esto lo he visto ya en muchas ocasiones.

Mucho me temo –ojo, que he cambiado de tema– que dejar fuera del PP a Gallardón puede ser un error monumental, tratándose como se trata de una persona que representa a todos aquellos que creemos en un PP de centro, moderado y capaz de llevar el país, de nuevo, hacia arriba.

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