El Ordenanza

Llueve

El Ordenanza. Capítulo 139

Escena 1

Llueve. Tras un invierno seco como pocos, llueve. Saliendo poco a poco de una crisis sanitaria, llueve. Entrando en la enésima amenaza de Tercera Guerra Mundial, llueve. Cuando los alimentos se encarecen y el petróleo se vuelve inaccesible, llueve. Mientras la gente se sigue matando en Afganistán, Etiopía, Yemen, Gaza, Haití, Birmania, Malí, Níger, Burkina Faso, Mozambique, Congo, Siria, Libia, Colombia, Somalia, Chad, Guinea y Sudán, llueve. Después de que, definitivamente, los españoles hayamos dado nuestra administrativa espalda al incómodo pueblo saharaui, llueve. Al mismo tiempo que los votantes se preocupan más en reír memes que de reforzar la educación pública, llueve. Esta es la verdadera noticia: aunque nunca llueve a gusto de todos, llueve.

  • Buenos días, señor López.
  • Buenos días, Avelino. ¡Cómo llueve! ¡Estoy calado como un choto!
  • Debería ir a casa, a cambiarse, no sea que coja frío.
  • Temo que no me va a dar tiempo: tengo una reunión en media hora.
  • Séquese un poco en el secamanos del aseo, al menos.
  • Creo que le voy a hacer caso. Llevo los calcetines empapados.
  • Pues no pierda más tiempo.
  • Gracias, Avelino.
  • No hay de qué, don Andrés.

Escena 2

  • ¿Sigue lloviendo?
  • Sí, cielo.
  • Parece que no vaya a acabar nunca de llover. Llevamos así casi dos semanas…
  • A mí no me molesta la lluvia. Me gusta que llueva.
  • Pues yo tengo unas ganas de ver el azul del cielo…
  • Llegará, de eso puedes estar segura. Nada dura para siempre.
  • Los días de lluvia son tristes. Son grises… plomizos. No se puede salir.
  • Son extrañamente bellos.
  • ¿Extrañamente bellos?
  • El tintinear de la lluvia sobre los cristales es muy poético, Sira.
  • Yo prefiero el tibio sol de los atardeceres de mayo.
  • ¿Te has detenido a contemplar cómo compiten las gotas por llegar a la base de la ventana?
  • ¡Oh! ¡Mi romántico alcalde!
  • Y el olor a tierra mojada. La lluvia limpia las calles. Purifica el ambiente.
  • El olor a hierba y tierra mojada me gusta.
  • Cuando era pequeño, me pasaba horas viendo llover. Era hipnótico ver cómo se formaban riachuelos en el asfalto. La cuidadosa prisa de los transeúntes evitando caer, mojarse o pisar los charcos. Y luego, la calma que sucede a la tormenta: el renovado ajetreo de los pájaros, que festejan el triunfo de la luz sobre la tiniebla con interminables piruetas.
  • Es precioso.
  • Es mágico. Dentro de un par de semanas, tres a lo sumo, cuando hayamos olvidado por completo que llevamos varios días de lluvia casi ininterrumpida, cuando salgamos al campo y Veda salte y corra a nuestro alrededor, la hierba será más verde, más brillante. Las flores salpicarán los bordes de los caminos y, la luz del Sol nos parecerá infinita. Todo eso gracias a que, ahora, llueve.
  • Bueno, no quiero aburrirte, Sirenita. ¿Te apetecen unas palomitas y una peli?
  • No, prefiero quedarme aquí, contigo, viendo caer la lluvia.

Escena 3

  • Definitivamente, hemos embarrancado, Aurora.
  • Mira que te dije que, con este tiempo, teníamos que volver por la carretera.
  • ¿Y perdernos el espectáculo de ver la lluvia cayendo sobre la Sierra de Salinas?
  • Eres encantadoramente testarudo, cariño. ¿Y ahora qué hacemos?
  • Pues… aquí no hay cobertura, así que…
  • ¡Aventura!
  • Sí.
  • ¡Pero está lloviendo a manta!
  • Si quieres esperamos a que deje de llover, pero la previsión es que llueva hasta mañana.
  • La verdad es que no me importaría pasar la noche aquí, si no fuera por el frío.
  • Dando marcha atrás no sale.
  • Mueve el volante, a ver si cambiando de dirección…
  • Nada.
  • Saldremos de esta, cariño.
  • Voy a probar a salir con una marcha larga.
  • Espero que sí, Avelino.
  • ¡Vamos, vamos!
  • ¡Sácalo, Avelino! ¡Por Dios, sácalo! … lo siento, me he dejado llevar...
  • ¡Nada! ¡No hay manera! Voy a salir a ver si veo algo para falcar las ruedas.
  • ¿Con la que está cayendo?
  • No tenemos muchas más opciones.
  • ¡Espera! Voy contigo.
  • ¿Conmigo? ¡Te vas a mojar y llenar de barro, Aurora!
  • ¿Y tú no?
  • No se me ocurre ningún plan mejor que embarrar mis zapatos a tu lado, Avelino.
  • Está bien. Pero tenemos que trazar una estrategia para minimizar daños.
  • Siempre tan precavido…
  • … siempre tan aventurera y fuerte…
  • ¿Cogemos piedras y palos?
  • Sí. ¿A la de tres?
  • Sí. Una…
  • … dos…
  • ¡TRES!

Escena 4

Oscurece y sigue lloviendo. El alquitrán y el asfalto de la calle de Gabriela conforman una pista de descenso por la que la rambla desliza su incesante cuerpo de agua hacia abajo. La concejala mira, desde la seguridad de su ventana cómo, tres pisos por debajo de ella, una piedra retiene momentáneamente el envoltorio de una barrita energética que, algún “amante de la naturaleza” quizá arrojó fuera de la papelera mientras corría sus modernos veinte kilómetros semanales.

Lo que le gusta de los días lluviosos es que, el cielo siempre acaba llorando serenamente. Todo está en calma. ¿Todo? Una figura robusta da grandes zancadas esquivando los charcos que se acomodan en las calles transversales. Lleva algo en la mano derecha. Parece un ramo de flores. Es Andrés López, que se acaba de apostar bajo su ventanal y comienza a gritar al tiempo que ella se siente tímida y feliz.

  • ¡Gabriela! ¡Gabriela! ¡Abre la ventana!
  • ¿Andrés? ¿Qué haces ahí abajo?
  • ¡Gabriela! Que estaba en casa, pensando en ti y, de pronto he dicho: “Andresico, tienes que hacerle saber lo que es para ti”. ¡Y aquí me tienes! ¡Como Richard Gere!
  • ¿Esas no son las flores que tiene tu madre en la entrada?
  • … improvisar es lo que tiene, Gabriela.
  • Ja, ja, ja, ja, ja. Anda, sube, ¡que te estás poniendo como un choto!
  • Espera, que me he apuntao una cosa irlandesa, de esas que dicen los irlandeses.
    “Que los caminos salgan a tu encuentro,
    que el sol brille sobre tu rostro,
    que la lluvia caiga suave sobre tus campos,
    que el viento sople siempre a tu espalda.
    Que guardes en tu corazón con gratitud
    el recuerdo precioso
    de las cosas buenas de la vida”.
  • ¡Oh!
  • Te quiero, Gabriela.
  • ¡Y yo a ti, Cuchicuchi! Anda, sube a secarte.
  • Sí, que llevo los calcetines como dos bolsitas de té.

Así terminamos el capítulo de hoy. Feliz primavera, estimado lector. Disfrute de la lluvia como más le plazca… o no.

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