Escena 1
- Pues a mí me parece una cosa del pasado: demostrar que nuestro ejército la tiene tan larga como cualquier potencia bélica es, como mínimo, bochornoso. ¡Y este año no se ha quedado ningún paracaidista colgando de una farola!
- Bochornosamente aburrido, diría yo. Los humanos seguimos siendo tan fanfarrones como en los años 30, alcalde.
- ¿Sabes el gasto que supone este paripé para el país? Cortes de calles, combustible para tanques, cazas y todo ese arsenal de invitados de los Reyes. ¡Pancistas! Que en este país sigamos pidiendo productividad a los trabajadores cuando hay una rémora de cuatrocientos mil políticos chupando del bote…
- Nosotros somos parte del problema, entonces.
- Buenos días, chicos.
- Buenos días, Andrés. ¡Traes mala cara!
- No estoy pasando por un buen momento…
- ¿No descansas bien?
- Creo que no. Estos cambios de tiempo…
- La caída de la hoja… ya se sabe…
- ¿Es que te aprieta mucho la Gabriela?
- No, no. Es mi ánimo, tío: si guardas un poco de silencio, puedes oír cómo se deshincha.
- ¡Estás hecho un abuelo, Andresico!
- ¡No me jodas, Juan José!
Escena 2
- ¿Podemos hablar, Juanjo?
- Siéntate y dime, Andrés.
- …
- …
- …
- ¿Vas a hablar o te vas a quedar ahí, como un sinsangre?
- Me ha dejado, tío.
- ¿Qué?
- Gabriela, que me ha dejado.
- ¡Oh! ¿Y eso por qué?
- Pues no lo sé. No ha sido muy concluyente. Sólo me ha dicho que no me quiere hacer daño, que no soportaría hacerme sufrir.
- ¡Hosti!
- Creo que hay otra persona, Juanjo.
- U otro lobo…
- ¿Otro lobo?
- ¡No te enteras, Andresico! ¿No ves que es licántropa?
- No hagas bromas, por favor, que estoy bastante tocado.
- ¡Lo que tienes que hacer es pegarte un festival y que se te pasen las tonterías!
- No tengo el cuerpo pa festivales, tío.
- ¡Pues tienes que salir del hoyo, amigo!
- ¿Cómo lo hago?
- No lo sé, pero tienes que encontrar la manera, Andrés.
- Va a ser complicado cruzarme con ella a diario y…
- … ya…
- Como no me vaya de compras…
Escena 3
La sangre se agolpa en las mejillas y las orejas de Andrés López mientras pasea por la avenida que Alicante dedicó a Eleuterio Maisonnave, miembro del Partido Republicano Posibilista, primer alcalde democrático de la ciudad y Ministro de Gobernación de la Primera República (Santa Wikipedia, que estás en los cielos… o donde sea que estés).
Debería haberse puesto manga corta, a sabiendas de que, en la capital, hay varios grados centígrados más que en el pueblo. Hace calor. Claro, que estamos en el veranillo de San Miguel en España, Altweibersommer en Alemania o Indian Summer en Estados Unidos y en el Morrison Hotel de The Doors.
El caso es que hace calor y las aceras están abarrotadas de zapatos con gente dentro, que pululan deprisa, como si los sábados por la tarde se acabaran más rápido que los demás días de la semana.
Como todos ustedes sabrán, los diseñadores de moda hace demasiados años que se quedaron sin ideas y regurgitan, una y otra vez, prendas de décadas anteriores. Parece ser que eso les hace ganarse el pan con solvencia, aunque a los que ya pesábamos sobre el mundo en aquellos años, tengamos una mezcla de vergüenza propia y ajena al volver a ver, por ejemplo, los pantalones noventeros de cintura alta, las corbatillas de piel de plástico o las camisas tipo “Príncipe de Bel Air”.
En esto piensa Andrés, mientras el calor lo obliga a buscar la acera en sombra cuando, de repente, se topa de bruces con la cosa más bonita que ha visto en los últimos años. Se miran en silencio a través del grueso cristal del escaparate de esa tienda, sucursal de la empresa esa que nos dio nosequé en la pandemia. No me enteré muy bien.
Amor a primera vista.
¡Vamos, Andrés! ¡No pierdas más tiempo! ¡Corre a por ella! ¡Olvídate del gel hidroalcohólico de la entrada, aunque te mire mal el mulato de seguridad!
Escena 4
- Oye, pues tenías razón, David: esta camisa está tejida para mí.
- ¡Si ya te lo decía yo! ¡Ocasiones como estas no se encuentran!
- He de reconocer que, al principio, me pareció una locura. ¡Una camisa hawaiana!
- ¡Pues te has comprao tres, macho!
- Es que… no sé muy bien cómo explicarlo… es enfundarte en una y… no sé… te sientes de otra manera, tío. Es como… powerfull.
- Te entiendo, te entiendo.
- ¡Se me nota menos la meliguera! ¿Te has quedao?
- Sí, sí. Estás hecho un adonis, pajarel.
- ¿Bueno, qué? ¿Seguimos con el capitulico o nos quedamos aquí, de saeta?
- Perdona…
- Es que tengo ganas de saber qué pasa…
- … ya… y yo…
- …
Escena 5
- ¡Buenos días, Avelino!
- Buenos sean, don Andrés. Me alegra verle tan contento.
- Mi vida ha cambiado, Avelino: ahora veo en color lo que antes veía en blanco y negro.
- Veo a lo que se refiere, señor López. Bonita camisa.
- Gracias, gracias. La suya tampoco está nada mal.
- Usted sabe que gusto de vestir lo más correctamente posible, aunque sé apreciar todos los colores. Ha pasado buscándole la señorita Gabriela y, luego, el señor Alcañiz.
- Muchas gracias de nuevo, Avelino. Luego nos vemos.
- Eso espero, don Andrés.
Escena 6
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