El Ordenanza

Logic 2 (El Ateneo)

El Ordenanza. Capítulo 117

Escena 1

  • GUAPETORRO98: Qué aburrido está el chat hoy.
  • ALIGATOR333: Y que lo digas!
  • ATENEO: ¿Se aburren, señores? ¿Qué les parece si les propongo un jueguecito?
  • GUAPETORRO98: Seguro que eres un tío.
  • ATENEO: Puede que este juego no esté a su altura, señor GUAPETORRO98. Es usted demasiado primario.
  • - GUAPETORRO98 ha abandonado la conversación -
  • ALIGATOR333: De qué se trata?
  • ATENEO: De subir escalafones.
  • ALIGATOR333: Una estafa piramidal?
  • ATENEO: ¿Le gusta el poder, señor ALIGATOR333?

Escena 2

  • Creo que, si quiere prosperar en El Ateneo, no debe postergar mucho más su decisión, señor Aligator333.
  • ¿Quién eres y por qué tienes mi número?
  • Llegados a este punto, Andrés, creo que es bastante menos importante lo que usted quiera saber de nosotros que lo que nosotros sabemos de usted.
  • ¿Cómo sabes mi nombre?
  • Averiguarlo ha sido una tarea bastante sencilla, la verdad.
  • ¿Qué queréis?
  • Que tome usted la decisión que más le convenga, señor López.
  • ¡Voy a llamar a la…
  • ¿A la policía? Llame, llame. Seguramente estén encantados de atenderle.
  • Se lo voy a poner fácil: mañana, a las 21:00 horas, un coche le recogerá en la puerta 9 de la Plaza. Si su respuesta es afirmativa, acudirá. En caso contrario…
  • ¿En caso contrario?
  • En caso contrario, entenderemos que usted no está interesado.
  • Esperamos que tenga un gran día, señor López.
  • ¿Oiga? ¿Oiga? ¡Me cago en su…!

Escena 3

  • Tío, ¿has visto a Andrés?
  • No, Juanjo. Últimamente está… más rarito.
  • Hoy ni siquiera ha venido a almorzar. ¡Con lo que significa para él almorzar!
  • ¿Crees que le está pasando algo?
  • Lo último que sé es que lo ha dejado con Gabriela y que se ha comprado una camisa hawaiana.
  • ¿López y Gabriela? ¡Vaya! ¡No sabía que han estado juntos!
  • Últimamente ignoras demasiadas cosas, alcaldesito. ¡Avelino! ¿Ha visto usted a Andrés?
  • Se marchó hace una media hora. ¿Pasa algo?
  • Que está más raro que de costumbre.

Escena 4

Tal y como esperaba, el SUV en el que está entrando tiene los cristales tintados por dentro, de tal manera que es imposible distinguir nada del exterior. Una gruesa lámina de metacrilato oscuro separa los asientos delanteros de los traseros. Prueba a bajar la ventanilla. Nada. Tira de la manecilla de la puerta… ¡maldito seguro contra niños!, piensa.

Tendrá que recordar las curvas y el sonido de las ruedas para poder ubicarse o… ¡usar el móvil! ¡Claro! ¡Cómo no lo había pensado antes! ¿En serio? ¿Un inhibidor? Lo tienen todo controlado. Habrá que recordar las curvas y el sonido de las ruedas… o debería haber comenzado a recordarlas en cuanto el coche se puso en marcha.  ¡Qué le vamos a hacer! ¡A dejarse llevar!

Escena 5

El chasquido metálico de la puerta trasera izquierda saca de un profundo sueño a un López que se frota ambos ojos, como intentando discernir entre realidad y fantasía. Más allá de la estructura de la puerta del automóvil, logra entrever algo así como un gigantesco jardín interior, al que rodea un (no menos) impresionante edificio de tres alas, con sus tres imponentes fachadas de tres alturas iluminadas, en rojo, desde su base. Este detalle otorga a la construcción un toque ultraterrenal.

Nunca había estado en un lugar así, piensa mientras pisa suelo.

Un par de tipos vestidos totalmente de negro, le hacen un gesto para que camine entre ellos a través de un amplio vestíbulo, rematado con tres escaleras. Tras una robusta puerta de roble, se abre una estancia en la que puede caber su casa. Las paredes, forradas de madera oscura y estanterías repletas de libros manidos, descansan sobre un paseado parqué que se divide en tres alturas, que forman tres espacios diferentes entre sí: una oscura mesa de estudio con flexos bajos, un par de sofás de cuero negro y una mesa de billar, circundada por una barandilla torneada de la misma madera de las paredes. La remata un pasamanos del mismo cuero negro.

El chasquido de la puerta alerta a Andrés de que alguien acaba de personarse en la sala. Reconoce la voz que le da la bienvenida.

  • ¡Señor López! ¡No sabe usted lo que nos alegra tenerle bajo nuestro humilde techo!
  • Humilde, humilde…
  • ¡No se deje guiar por las apariencias!
  • Perdone que no nos hayamos presentado formalmente, aunque ayer habláramos por teléfono. Mi nombre es Sylvana y, esta noche, voy a mostrarle lo que le depara de ahora en adelante. Si me permite, comenzaremos aquí mismo nuestro recorrido. Esta construcción, de mediados del siglo XIX, tiene tantas alturas sobre la tierra como debajo de ella.

Y, dicho esto, presiona un botón circular camuflado en uno de los paneles de la pared y, como por encanto, se abren las puertas de un ascensor en ella.

Escena 6

  • Como puede ver, cada ala tiene tres alturas divididas en tres salones, comunicados con tres pequeños recibidores. En cada una de estas salas, encontrará personal especializado para cubrir sus necesidades, por muy rocambolescas que sean. Así, en los tres pisos que se alzan hacia el cielo, podrá usted disfrutar de todas y cada una de las artes que ennoblecen el alma: literatura, música, danza, gastronomía… En los tres pisos que se hunden en las entrañas de La Tierra, podrá experimentar todo aquello que ensalza los bajos instintos. Usted decide si desea que el ascensor suba o baje.
  • A ver, a ver… ¿cuánto me va a costar todo esto?
  • ¿Cómo?
  • ¿Cuánto es la cuota mensual?
  • ¿Cuota mensual?
  • ¡Claro! ¡Como el Netflix ese! Todo esto lo tendrá que pagar alguien, ¿no?
  • Señor López, aquí el dinero es algo insignificante.
  • ¿Es gratis? ¡Venga, va!
  • El Ateneo está por encima del dinero. Sólo las personas más influyentes de nuestra sociedad tienen acceso a él.
  • ¿Influyentes? … esto… ¿influyentes? ¿Yo influyente? ¿Dónde está la cámara?
  • No hay ninguna cámara, exceptuando las de seguridad.
  • Y… ¿por qué yo?
  • Usted tiene mucho más poder del que cree tener.
  • ¿Sube o baja?
  • ¿Qué?
  • … el ascensor…
  • ¡Ah! Bajo, bajo.
  • Por cierto, bonita camisa hawaiana, señor López.

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