El Volapié

Los alegres divorciados

Aunque también podría haber puesto a este articulito el título de Homenaje a Fini la maleducada, Toros con caramullo (Segunda Parte) o Epidemia de cuernos en Villena, porque son muchísimos los cornúpetas que pastan por las amplias dehesas de la capital del extenso marquesado.
¿Qué fueron antes, los cuernos o el divorcio? La respuesta parece tan trivial que a buen seguro tiene trampa. ¿Se echa primero la canita al aire y después se tramita el papeleo? ¿O es mejor esperar a tenerlo todo firmadico y después dedicarse a pendonear?

Los dos tipos de carrera son posibles, están a la orden del día y a partir de ambos casos se abren variadas vertientes que demuestran que esto del amor todo es posible. En lo que respecta a las cuestiones éticas, allá cada cual con lo que considere mejor, pero en cuanto a los resultados prácticos y visibles en el día a día, resulta evidente que las apariencias engañan.

Los casos cercanos conocidos tienen el denominador común que los divorciados –todo referido a los seres de ambos sexos– sienten una agradable sensación de liberación durante los días inmediatos tras haberse materializado la separación. Al que le toca abandonar el que había sido el hogar conyugal comienza a dormir en casa de sus padres o en el campo y –como estamos en el veranico de los membrillos– da gusto salirse a la marquesina con la fresca y despertarse con el canto de los pájaros antes de irse a trabajar. A las cinco de la tarde –la mejor hora del día para los toros y para los británicos– se tiene que ir a recoger a su hijo al colegio y entretenerlo hasta que lleguen las ocho para devolvérselo a su puñetera madre. Esto cada día, así todas las tardes, viéndose el careto continuamente, más que cuando estaban casados. Después llega la reunión de comienzo de curso, las visitas al médico, las tutorías, y los días que cada vez se quedan más cortos. Ir a dormir al campo se va haciendo cuesta arriba, estar todo el día tocando al timbre de la ex se convierte en un coñazo y llega a rozar lo estrambótico cuando es el nuevo fulano de la ídem quien abre la puerta del ascensor para hacerse cargo de tu propio hijo. Por eso no está tan claro si primero fueron los cuernos o el casco.

No soy capaz de incoar nada que pueda hacer perder el tiempo de nadie por un insulto que no es tal –dada su procedencia–, pero ni que decir tiene que está perfectamente identificada la cobarde, porque esta delicia de mujer cuando tiene la ocasión de expresar sus razones de frente y cara a cara opta por callar, prefiriendo alardear de mala educación detrás de su parapeto o dejarse fotografiar cuando está bien escoltada por sus compañeros de plataforma.

¿Se puede ser activista antitaurina y correcta con los aficionados? La mayoría de los que yo conozco sí lo son, pero esta maleducada carece de respeto por los semejantes de ideas contrarias.

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