El Ordenanza

Los árboles mueren de pie

El Ordenanza. Capítulo 55

Escena 1

Una melodiosa brisa mece la copa del árbol favorito del alcalde, un sauce de aquellos que por aquí conocen como llorones. Bajo sus ramas se acurrucan treinta y cinco años de la vida de nuestro primer edil. Millones de escenas efímeras, de las que duran para siempre.

Aquel llorón fue plantado cuando pesaba diez veces menos que Tarzán, el perro de la familia, y hoy, a pesar de tener una altura y un radio muy por encima de sus congéneres, está muriendo. Según parece, está plantado encima de alguna suerte de agua subterránea: la misma que ha hecho que crezca, aportando nutrientes a sus raíces, ahora lo está matando.

Mientras que aquella agua, antaño pura, esté contaminada, no reaccionará a los tratamientos aplicados. Se muere irremediablemente.

  • No quiero cortarlo, papá.
  • Lo sé, pero empieza a ser peligroso. Imagina que lo rompe el aire y le da por caer encima de la casa... la parte en dos.
  • … sí...
  • Hay que hacer lo que hay que hacer, hijo.
  • Lo sé. ¿Recuerdas cuando lo plantamos?
  • Sí. ¡Casi lo ahogas de tanto regarlo!
  • ¡Oye! ¿Y si lo cortamos por aquí y le ponemos un mármol? Sería una mesa genial para el dominó...
  • Pues no es mala idea, no.
  • Perdona, el teléfono...
  • Sí, sí... claro...
  • Muy buenos días Avelino, ¿qué tal el domingo?... No sé nada, bueno... ¡Oh! ¿Nuria?... ¡Joder!... lo lamento profundamente... ya... sí, sí... sí, no se apure... gracias por llamar, Avelino... buenos días.
  • ¿Ocurre algo? Te ha cambiado la cara...
  • Nuria Moltó ha... fallecido por Covid-19...
  • ¡Dios mío! ¿Cómo ha podido ocurrir?
  • Es sencillo, papá...

Escena 2

  • … no se sabe muy bien cómo, el virus entra en contacto con la mucosa de sus ojos, su nariz o su boca y comienza el proceso de incubación, de dos a catorce días, aunque los síntomas pueden aparecer en cinco días, algunos los desarrollan en doce. Estos síntomas son dolor de garganta, fiebre y blah, blah, blah... En el segundo o tercer día, el virus viaja en primera clase hasta los pulmones, ocasionando cierta dificultad para respirar. Sobre el séptimo día, las membranas de los pulmones se inflaman y es más difícil que la cosa funcione como debe. Entonces te llevan al hospital. Si al octavo día los pulmones no chutan, es muy probable que tengas neumonía, agudizada por náuseas y diarrea. Esto es que, si no estás bastante jodido, si toses, te cagas. Los que peor lo llevan entran en la Unidad de cuidados Intensivos sobre el décimo día. A estas alturas, los pulmones están destrozados. Tu organismo lucha, pero el virus también. Esto causa multitud de daños colaterales. Tienes que respirar más rápido... el doble de rápido, a unas treinta respiraciones por minuto, cuando lo normal son doce o catorce y, por si fuera poco, el bicho se encarga de reventarte los riñones que, al fallar, hacen que el cuerpo no elimine los desechos de la sangre. Estos desechos se acumulan en el organismo. De ahí a la fase crítica hay un soplo... un jodido tormento: no puedes respirar por ti mismo, lo cual implica que te pongan un respirador que está conectado a tus pulmones y que es introducido por tu tráquea... un buen trozo de tubo que te lacera la boca, la garganta y el esófago, pero la cosa no acaba ahí: el cuerpo está inflamado y el mal ya no se limita a los pulmones y los riñones. Se inicia una reacción en cadena que destruye lo que pilla y hace que la presión sanguínea caiga peligrosamente. Entonces se produce el “shock séptico” que, como su nombre indica, no es nada guay. Esto puede ser desencadenado por cualquier infección de cierta gravedad y, a estas alturas, el cuerpo es una infección en sí. Las formas de morir no son muy distintas a la de la gripe común... y Nuria era de riesgo, al ser diabética... ¿por qué no me ha llamado Juan Manuel, papá? ¿Por qué nos hemos enterado porque ha llamado Avelino? ¿Por qué no me dijo que su mujer tenía coronavirus? ¡Me enteré por la prensa!
  • Hijo, yo...
  • ¡Es mi hermano, joder! ¡No me coge el puto teléfono! ¡No contesta a mis mensajes!
  • … intenta entenderlo...
  • No, no lo entiendo. Desde que me presenté a alcalde la cosa se ha enquistado... no lo entiendo... pero es mi problema y, el suyo, ahora es irreparable.
  • No le digas nada a mamá, ¿vale? Dile que he ido a comprar esos dátiles que tanto le gustan...
  • Descuida.
  • Papá, lleva mucho cuidado.
  • … descuida.

Como acaba de leer, amigo lector, es mucho menos doloroso cargarse a un personaje de ficción que morir de la enfermedad esta... así que, no me haga el gilipollas y póngase la puta mascarilla. Los árboles tienen la suerte de morir de pie.




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