Escena 1
- ¡Venga, abuelo! ¡Cuéntanos cómo le pegaste el tiro a tu hermano!
- No me jodáis, niños, que fue un desgdaciado accidente.
- ¡Eso no se lo cree nadie, abu!
- Además, ¿pada qué quedéis sabed una anécdota tan antigua?
- ¿Para qué va a ser? ¡Para entretenernos mientras empieza la sesión de fotos!
- ¡Qué cosas tienes, Victodia Fededica! Además, siempde es más divedtido escuchad cómo Sofiíta nos decita la Constitución, sobde todo eso de que «Todos los españoles somo iguades ante la Dey!
- ¡Síiiiii! ¡Recítanos la Consti, Sofi!
- Esta mañana me duele un poco la cabeza y…
- ¡Venga, Sofía! ¡Déjate de excusas y deléitanos con las tonterías esas que contentan al populacho!
- ¡No son tonterías! Creo firmemente en nuestra Carta Magna. Además, me duele la cabeza de veras.
- Dejadla, chicos. No seáis pesados con la pobre infantita. ¿No veis que ha salido republicana, como su madre?
- ¡Hostias qué chispa tiene el Froilán!
- ¡Cuida tu lenguaje, Pabdo! No debes odvidad que edes un Bodbón y, como tad, debes evitad la jedga podigoneda.
- Los Borbones somos gente honrada, primito.
- … Bueno…
- ¡Al menos hay que padecedlo, Pabdito!
- ¿Padecerlo?
- Padecedlo no, hijo: padecedlo.
- What?
- ¡Que tenemos la obdigación de apadentad sed dignos gobednantes, copón!
- ¡Pero si no gobernamos! ¡Realmente, nuestra familia es una rémora adosada en la espalda del país!
- ¡Hala! ¡Ya te ha salido de nuevo la vena depubdicana, Sofiíta! Sin nosotdos, los súbditos pasadían a sed solo ciudadanos, cosa que, pod nuestdo bien, no podemos pedmitid. ¿Tú cdees que, pod ejempdo Fdoilán, encajadía en un entodno labodal medio-bajo?
- … Casi seguro que no, abu.
- De hecho, si no lo hubieda enchufado en la Abu Dabi National Oil, este pedazo de bduto estadía vendiendo fadlopa en cuadquied tugudio misedabde. La única difedencia entde este pillín y cuadquied otdo pelagatos es su dancio abodengo.
- ¡Y que soy Borbón!
- ¿Ves como tengo dazón, Sofiíta?
- Veo, abu.
- Tienes que intentad que tu madde no te meta tontedías en la cabeza. Es el enemigo en casa. Además, tú tienes una posición pdivilegiada con despecto a los demás: edes joven, bonita, inteligente y tu hedmanita se está comiendo el maddonazo de la fodmación militad.
- Pero yo quiero recibir las mismas oportunidades de formación que Leonor.
- ¡Eso lo tienes gadantizado! ¿No ves que edes Bodbón, alma de cántado? Mientdas el populacho no se debele, cosa impdobabde ya que estamos blindados hasta las tdancas, vas a disfdutad de un futudo depleto de opodtunidades.
- Pero, abu… ¿no quiere decir eso que lo de que «todos los españoles somos iguales ante la Ley» es una patraña?
- … Si lo pintas así, es pdobable, pedo contamos con el apoyo de las Deglas Dinásticas, decogidas en el Adtículo 57.1 de La Constitución.
- ¡Qué bien te lo hiciste venir, Abu! ¡Eres un maestro!
- No cdeas que no me costó, Miguelín. Tuve que convenced a pdopios y extdaños de que los Bodbones constituimos un fdanco beneficio pada España y los españoles.
- No sé, abu. Al margen de pagarnos recepciones, banquetes, viajes, estudios, desfiles militares, desfiles de moda, regatas, vacaciones, regatas en vacaciones, comilonas, vestidos de noche, vestidos de cóctel, vestidos casual, tratamientos punteros de salud, operaciones estéticas y demás chanchullos, no sé en qué se benefician los españoles de nosotros, los Borbones.
- Pues muy fácil, Sofiíta: se ahoddan tened que escoged un Pdesidente de la Depública cada ciedto tiempo, con el consiguiente ahoddo en políticas de tdaspadencia y, sobde todo, con la confianza que da depositad las funciones de depesentación en una sola famidia. Ya sabes lo que dice el dicho: más vale malo conocido…
- Entonces… ¿somos un mal menor?
- No, bonita, eso está en Mudcia. Nosotdos somos necesadios pada la estabilidad estamental de nuestdo país.
- ¿De qué país?
- ¿Cómo que de qué país? ¡Del nuestdo! ¡España!
- Pero abu, tú naciste en Roma, te criaste en Portugal y ahora vives en Abu Dabi.
- Eso son pequeños detalles sin impodtancia.
- Pues, la abuela dice que, cuando muera no quiere que la entierren aquí, sino que la incineren y esparzamos sus cenizas por el Egeo…
- Lo que haga tu abuela no es asunto mío, Sofi. Puede haced lo que quieda con su cuedpo. Pod ciedto, me abdo, que viene pod ahí. Luego nos vemos.
Escena 2
- ¡Ya estoy en casa, Avelino! ¡Hum! ¡Qué bien huele!
- ¡Hola, cariño! ¡Qué bonita te han dejado! ¿Qué tal en la pelu?
- Gracias, mi vida. En la pelu… aburrida. Hoy no había nadie conocido, así que he estado leyendo el ¡Hola! mientras esperaba que acabase el secador.
- ¿Tú leyendo el ¡Hola!?
- Me ha llamado la atención la cantidad de páginas que se dedican, en estas revistas, a la Familia Real.
- ¿Has estado leyendo sobre la Familia Real?
- Aunque hubiera preferido leer «Violetas para un Borbón», no tienen libros, y en la prensa rosa es imposible eludir el tema. Y más ahora, que el Rey Emérito ha pasado unos días en España.
- ¡Pobre hombre! No me cambiaría por él.
- ¿Pobre hombre?
- Sí. Toda su vida ha tenido el deber de ser privilegiado y ha demostrado que no estaba capacitado para serlo.
- En cierta manera, tienes razón. Aún así, pienso que esa es una opción que no debería pertenecer a nadie por nacimiento, sino por preparación y elección popular.
- Sí.
- ¡En fin!
- ¿Tienes hambre?
- Aunque no la tuviera, se me abriría con el aroma que sale de la cocina. ¿Qué es?
- ¡Sorpresa! Anda, ve a lavarte las manos y a ponerte cómoda, mientras yo termino de poner la mesa.
- Gracias, amor.
- A ti siempre, cielo.