Estación de Cercanías

¿Madre no hay más que una?

Comentábamos no hace mucho en una de esas interesante conversaciones de peluquerías –que lo son, se lo aseguro– al hilo de la celebración del día de la madre, el hecho de que últimamente en algunos colegios de nuestra ciudad –y espero que cunda el ejemplo– han dejado de realizarse como obsequio para llevar a casa en estos días el típico portalápices de pinzas, la flor de papel pinocho o el corazón recortado a punzón con un “Te quiero Mamá o Papá, Papá o Mamᔠ(por aquello del lenguaje no sexista) de esos que a quienes los hemos recibido nos han hecho caer la baba. El motivo que exponían para ello: El intento de adaptación a los nuevos conceptos de familia que los continuos cambios sociales están generando, haciéndolas variar en formas y componentes.
Actualmente una familia puede estar perfectamente integrada por una madre y un hij@, un padre y un hij@, una madre con un nuevo compañero y viceversa, a la espera de que dos mujeres o dos hombre también puedan crearlas, situación que por otro lado espero que no tarde en producirse, y claro, ustedes me dirán la disyuntiva de la maestra/o en cuestión en su intento por cuadrar los regalitos a las familias. Teniendo que evitar que ninguno de sus alumnos sienta la frustración de que su esfuerzo e ilusión queda a la espera de que el calendario de visitas le permita entregarlo, pues situaciones como “me toca con mi padre y su novia en dos semanas”, “mi mamá vive fuera con mis otros hermanos y su nuevo marido” o “yo tengo dos papás o dos mamás”, son cada día mas frecuentes en las aulas.

De este modo y con un criterio totalmente acertado, los colegio se van adaptando a las nuevas familias para alivio de maestros, y lo que es más importante, para evitar así que los niños sufran situaciones incómodas dentro de una familia “no convencional”, provocadas por una celebración totalmente comercial que como tantas otras deberían ir desapareciendo de nuestro calendario.

Otra cuestión que yo me planteo con estas celebraciones es el hecho de que últimamente las figuras materna y paterna, y viceversa, como epicentros de núcleos familiares válidos, si como epicentro entendemos al que siempre está como punto de referencia, han variado sustancialmente. Si bien es verdad que hasta no hace muchos años estas figuras estaban totalmente identificadas con unos roles muy claros en ambos casos, dicha transformación ha generado con ello un nuevo modelo de progenitores.

Progenitores que no lo son por la consaguinidad compartida con los niños, pero sí por el papel que desempeñan en sus vidas. Abuelas, cuidadoras, baby syters o vecinas del 5º, son las que cumplen o intentar cumplir desde su papel secundario el cometido que los actores principales dejamos en sus manos. Y claro, nuestros hijos, que no por ser pequeños son tontos, se plantearán a quién dar el presente en cuestión, a los que comparten su ADN y apellidos pero ven los fines de semana y alguna que otra noche un poco antes de dormir, o a la persona que les acompaña diariamente al “cole”, les ayuda con los deberes y escucha sus confesiones de patio, circunstancias por otro lado que en niños conforman todo su mundo, situándoles con estos gestos en un papel de madre tan importante como el que ocupa la de los trajo al mundo. Pues el parir es sólo el primer paso de la crianza. Y la que da amor, ofrece cuidados y alivia malos ratos es igualmente merecedora de un regalo para la Madre. ¿No les parece?

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