Fiestas

Mi nombre es Ben Saib, originario de Francia, sociólogo para más señas

He viajado por muchos países, estudiando las manifestaciones sociales de cada pueblo reflejadas en sus tradiciones y fiestas populares. La fortuna, o tal vez los designios del altísimo, me llevaron a recalar en la población de Villena en el año 1983.
Un día 17 del mes de agosto mi curiosidad profesional me llevó a entrar en una de las sedes comparsistas, denominada Moros Viejos, debido a que claramente desde el exterior se podía escuchar, a altas horas de la noche, una enfervorizada discusión con el nombre de Alá por medio. Allí me encontré con tres moros ocasionales: Pedro Gil, Andrés Martínez y Diego, conocido como “Bajonista”. No, no discutían, ensayaban unos actos emblemáticos de las fiestas de esta localidad.

Se habían convertido en embajadores moros, y lo habían hecho por compromiso con su comparsa. Me contaron que la dimisión a última hora de un hombre llamado Romualdo, hasta el momento embajador, y ciertas discrepancias de orden económico, dejaban a Villena, con menos de un mes de tiempo, sin embajadores ni embajadas, y retomando la tradición, dos comparsas acababan de asumir la difícil papeleta de que esto no fuese así.

A consecuencia de esto, Villena es la única población que cuenta con varios embajadores un mismo año y con la posibilidad de ser embajador cualquier miembro de las comparsas de Moros Viejos y Cristianos.

Todo esto acrecentó mi curiosidad y espoleo mi lengua investigadora. No eran actores, ni siquiera aficionados al arte dramático; eran festeros, eran villeneros, personas que robando su tiempo personal eran capaces, dentro de sus limitaciones, de dar lo máximo por su ciudad.

Así descubrí la personalidad de esta ciudad, llena de gentes que dan lo máximo por ella cuando se les necesita. Este año he regresado, y son las mismas comparsas pero otras personas las que continúan con esta labor: Pascual Torres, Francisco Leal y otros…

Con el tiempo se ha pasado de la precariedad existente en estos actos a conseguir unas puestas en escena verdaderamente dignas. Se ha pasado de decirle al propio embajador que si necesitaba una espada se la comprara él mismo a una implicación total. Se ha pasado de decirles a los embajadores que para qué querían ir en caballo, que andaran, a entender que las fiestas de Villena son reflejo de sus gentes y que todo lo que en ellas se realice es el marco en el que se verá a esta ciudad en el resto del mundo.

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