Apaga y vámonos

Mi nombre es Buendía

Contaba Julio Camba —para muchos el mejor articulista de la historia del periodismo español— en su columna de presentación en ABC —la mismita que estoy plagiando en estos momentos— que los alemanes, cuando llegan a un lugar nuevo, hacen una profunda reverencia y dicen: “Mi nombre es (aquí el nombre del alemán)”. Yo también, al inaugurar este espacio semanal que gustosa e irresponsablemente me concede El Periódico de Villena, quiero presentarme a la manera alemana. Imagínenseme más bien tirando a calvo, más bien tirando a gordo, más bien sin afeitar, más bien vestido de aquella manera, avanzando hacia ustedes arrastrando los pies… De pronto me paro en seco, me inclino marcialmente y, no sin cierta prosopopeya, exclamo: Mi nombre es Buendía, Aureliano Buendía.
Ya sé que algunos de ustedes, en especial los asiduos navegantes por el Internet ese moderno, me conocen. Pero también intuyo que muchos otros, esos a los que a partir de hoy me voy a acercar, ya sea en la peluquería, en la sala de espera de la consulta o en la barra del bar (no se pueden imaginar qué ilusión me hace esto último), no. Y por eso quiero presentarme hoy como Dios, las buenas costumbres y los alemanes mandan.

No voy a contar a los lectores de El Periódico de Villena lo que gano, ni lo que como, ni lo que peso, pero quiero que conozcan mi nombre y se familiaricen pronto conmigo. Entrar en un periódico es como entrar en el seno de una familia desconocida, y servidor, que es bastante tímido, se encuentra muy cohibido al principio. Durante los primeros días estoy en la situación del hombre retraído, sentado en una esquina discreta, mirando al suelo, con las rodillas juntas y una cara muy estúpida al tiempo que hablo un tiempo del tiempo (disculpe la reiteración, señora, pero se me ha escacharrado el buscador de sinónimos del ordenador), demostrando por las cuestiones meteorológicas, o en su defecto futbolísticas, un interés que estoy muy lejos de sentir.

De entrada, les anuncio que soy un tímido aprendiz de escritor. Escribo mis columnas como escribo mis cartas, y claro está que no voy a escribir por primera vez a los lectores de El Periódico de Villena como se le escribe a un antiguo amigo, ni mucho menos a una novia, que son palabras mayores. Por eso necesito saber que el lector me conoce ya, que es indulgente con mis apasionamientos, que, acostumbrado a mis pequeñas paradojas y a mis grandes trastadas, no va a tomarlas completamente en serio; que va a leerme, en fin, como se lee a un amigo, y que muchas veces, en lugar de enfadarse conmigo, va a sonreír afectuosamente diciendo: “¡Pero qué tonterías se le ocurren a este hombre!”.

Porque a mí se me ocurren muchas tonterías, y en cuanto tengo confianza con la gente las digo. La cuestión es pasar el rato, y yo no quiero callarme una tontería que pueda divertirnos a todos para dármelas de hombre serio y sesudo. Mi nombre es Aureliano Buendía y en el fondo —muy en el fondo a decir de algunos— soy un buen chico. La idea que yo les dé a ustedes de Villena y de sus habitantes (en especial de quienes la gobiernan y rigen sus destinos, ya sea desde el ayuntamiento, las asociaciones, las empresas, los sindicatos o las comparsas) será casi siempre una idea personal, y por eso necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma, claro.

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