Escena 1
Querido diario: Siento no haberte estrenado antes, pero tampoco hace tanto que te tengo. Desde mi Comunión a ahora… unos cinco meses. Me presento: soy Roque Acevedo, tengo nueve años y soy tu dueño.
Te escribo para contarte que acabo de ver Juez Dredd, del Stallone. Me ha gustado mucho. El tío reparte candela que no veas. He decidido hacerme superhéroe. Ya sé que soy un poco blandito, pero prometo entrenar y arreglaré todas las cosas del mundo. He pensado en varios nombres, pero no lo tengo muy decidido. Había pensado en Culo-Carpeta Boy, porque siempre me han dicho que tengo el culo plano, pero creo que no. Tiene que ser algo con más garra. Un nombre de esos que les ponga los pelos de punta a los malos.
También he hecho algunos diseños para el supertraje. Quiero que lleve un casco con luces y una armadura que pare las balas y un propulsor-mochila para volar. ¡No, no!¡Los propulsores tienen que estar en la planta de los pies!¡Y en la espalda, una capa!
¡Buah! ¡Ya podéis correr, villanos!
P.D.: Mi madre me ha apuntado a piano. Esto también está bien, por lo de la identidad secreta.
P.D. 2: Si se te ocurre algún nombre molongui, déjalo apuntado aquí ______________. Gracias.
Escena 2
Colgado de una percha, en el armario de cristal de una guarida secreta, de la cual no le puedo dar demasiados datos (porque es secreta) pende, esperando entrar en acción, el supertraje de Mosto Boy, el superhéroe democristiano que se las hace pasar moradas a los rufianes.
El diseño es bastante más modesto que el primer boceto, pero es mucho más práctico: en una pelea cuerpo a cuerpo, la capa se te puede enredar en un brazo y darle una ventaja considerable al archi-enemigo de turno. Así que… ¡capa fuera!
Lo de las botas… tampoco cuajó: se necesitaba tecnología alienígena o cargar con un depósito de 45 litros de gasóleo A, lo cual, representaría un verdadero hándicap en el caso de liarse tangana con los supervillanos. Mejor unas botazas de punta de acero, por si hay que repartir calmantes a diestro y siniestro.
Lo que sí ha conservado es el pecho-lata, porque el casco fue sustituido por la gomina y un antifaz del mismo tejido purpúreo, súper resistente a casi todo: si le echas lejía, destiñe. A los pies del traje, una figura sentada se encorva sobre una mesa repleta de lucecitas de guarida de superhéroe y agita un bolígrafo de gel sobre un libro en blanco.
Escena 3
Querido diario: Hace quince días que no me confieso. Hoy ha sido un mal día para los malhechores de la ciudad.
Primero, tuve que convencer a un par de ancianas para que dejasen de tirar miguitas de pan a las palomas del parque. Una de ellas amenazó con pegarme con el bolso, pero utilicé la técnica “Brazos en jarras”, combinado con “Mirada Dominante” y rematado con “Yo de usted, no lo haría”.
Luego tenía una reunión en el ayuntamiento. Esto de llevar doble identidad, a veces, es un poco lioso, pero hacer el bien siempre compensa.
A las 19:37, he sorprendido a una cuadrilla de jovenzuelos haciendo botellón en el parque. Aunque al principio se mostraron reticentes a cesar su actividad al margen de la ley, terminaron entrando en razón, después de mi alegato: qué va a pensar tu madre cuando llegues a casa, que no vas a poder ni quitarte las zapatillas del pelotazo que vas a llevar, zángano. La pobre mujer, que seguro que se desloma todos los días trabajando para que luego llegues tú y no te hagas ni la cama, que solo piensas en llegar al parque, amorrarte a la litrona y fumar porros de esos. ¡Qué poca vergüenza, che!
Ya que estaba en el parque, he mandado a hacer los deberes a seis chiquillos, que seguro que no los tenían hechos y estaban ahí, jugando al fútbol casi a las ocho de la tarde. Uno de ellos me ha insultado, pero he utilizado la técnica “Bota, rebota y en tu culo explota” (BRTCE). Eso nunca falla. Me ha dado un puntapié en la superespinilla al marcharse… ¡pero se ha ido!
También he sorprendido a una parejita metiéndose mano en público. Cuando he nombrado los embarazos no deseados y lo bonito que es llegar virgen al matrimonio, el zagal se ha puesto violento. Menos mal que ella, seguramente por un ataque de remordimientos, le ha calmado y han decidido hacerme caso. ¡No hay mal que pueda con Mosto Boy!
P.D.: El supertraje me tira de la sisa.
Escena 4
- Buenos días, Avelino.
- Buenos días, señor Roque.
- Buenos días, chicos.
- Buenos días, señorita Gabriela.
- ¡Vaya! ¡Ya está el tipo ese aparcando en la plaza de minusválidos otra vez! ¡Como si no hubiera más aparcamientos en España!
- ¿Me disculpáis un momentito?
- Por supuesto, señor Roque.
- Además, es que se toma su tiempo…
- Hay gente que no respeta nada, señorita Gabriela.
- ¡Ostras! ¿Quién o qué es eso?
- ¿No lo conoce? Es Mosto Boy.
- ¡Guaaaau!
Escena 5
- ¡Quítate de ahí, mamarracho!
- No hasta que saques el coche de esta plaza. Está reservada para minusválidos.
- Y a mí qué me importa que esté reservada. Si en este país se atendiera más a la gente productiva que a los lastres, otro gallo nos cantaría.
- ¡No hables así, hombre! Las personas tenemos que apoyarnos los unos a los otros. Imagina que la que necesita este aparcamiento es tu madre o tu hermana. ¿Ibas a dejar que aparcara el coche lejos?
- Oye, pedazo de carne con lycra, ¿quieres que baje del coche y te lo explique a hostias?
- Pegar está mal, hombre… recuerda aquello de “ama a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Ya has olvidado eso?
- ¿Qué prójimo? ¡Se me están hinchando las pelotas!
- Llevas la medalla de la Virgen del Rocío colgando del retrovisor. ¿Es solo postureo?
- Mira, Superseminarista: o te apartas ahora mismo y me dejas aparcar o bajo ahora mismo del coche y te tragas mi puño.
- Buenos días. ¿Sabe usted que está estacionado en una plaza reservada a personas de movilidad reducida?
- Perdone, agente. Ha sido un minuto. Me ha entretenido aquí Supermongolo y…
- ¡Mosto Boy!
- Le estoy observando un rato. ¿Puede usted mostrarme su permiso de conducir?
- ¿Me vas a multar?
- En estas plazas, no se puede estacionar. Ni siquiera se puede parar. Debería ser usted un poco más cívico.
- ¡Me cago en…!
- Gracias por estar siempre alerta, Mosto Boy.
- Es nuestra obligación, agente.