Escena 1
El plano se abre. Un salón, que bien podría ser el salón de cualquier casa de los años setenta, con una fotografía paisajística en la pared del fondo: un lugar que, no sabemos si se ha transformado desde que la fotografía se tomó. Un lugar que no sabemos si todavía existe. Delante de la pantalla aparece un señor de unos sesenta y cinco años que, sentado en una butaca con estampado florido, aunque marchito, fuma. Su nombre es Avi Mograbi, el cineasta israelí. Espero que no le importe que vea su documental. No creo que le importe. Fuma enérgicamente y habla:
- Llega un momento, en una guerra de este tipo, en el que ambas partes pierden la esperanza de derrotar a la otra. No dan por sentado que lograrán librarse de su antiguo dominio y dejan de creer en restablecer la normalidad. Es un momento difícil, cuando ocurren cambios. Tanto tú como los insurgentes que te enfrentan, recurriréis a medios cuyo único propósito es causar dolor. Derramar sangre. Es un momento muy indeseable, pero hay que tenerlo en cuenta.
Espero que no le importe que haya transcrito su pequeño monólogo. No creo que le importe.
Escena 2
- Se retransmite el horror como si fuese un partido de fútbol. ¿Hemos traspasado la barrera de la dignidad y la cordura, para sentarnos en el sofá a ver un bombardeo? ¿En serio? ¿No hemos aprendido nada de los tiempos pasados, del circo en Roma, de los autos de fe de la Inquisición, de las ejecuciones de la Revolución Francesa, etcétera? Esta espectacularización que nos rodea, nos insensibiliza. Nos aliena. Nos incapacita para sentir cómo nos muerde en el pecho la rabia contra la injusticia. Nos seda ante la brutalidad. Así, vemos con indiferencia los insultos hacia el personal sanitario en nuestros centros de salud, quizá solo por haber tardado media hora en atendernos. ¿Media hora de espera da potestad para gritar, insultar, amenazar, coaccionar y, en algunas ocasiones, agredir a aquellas personas que trabajan para que tú sanes de tus dolencias? No, no os he traído aquí para hablar de sanidad. Ya sabéis lo que pienso sobre ello: que somos tan torpemente hipócritas que, hace tres años, les aplaudíamos porque nos salvaban la vida pero, una vez nos sentimos inmunes, seguimos sin tolerar que alguien entre a la consulta antes que nosotros, aunque sea una urgencia realmente grave y, nosotros, no tengamos otra cosa que hacer que estar allí, sentados en la sala de espera, mirando en el móvil las gilipolleces que, cualquier idiota, ha colgado en Instagram.
- Pues, cualquiera lo diría, alcalde.
- Pues no. Os he reunido para que, al menos por nuestra parte, el hijo de un gólem del Ministro de Defensa del fanático gobierno de Netanyahu, Yoav Gallant, pague por sus crímenes de guerra. No solo se contenta con anunciar el asedio completo sobre la Franja de Gaza, privando a los habitantes de esos cuarenta kilómetros de largo y doce de ancho (entre el muro construido por Israel y el Mediterráneo) de agua potable, electricidad y combustible, sino que, además, bombardea los lugares por donde podrían escapar de la muerte.
- …
- No pongáis esa cara: hay dos millones de personas encerradas en la zona, que van a morir como perros. Bueno, como perros o, como dice el propio Gallant, «animales humanos». Considera seres inferiores a los palestinos, sí. Por ello, según él, actúa en consecuencia. Es un genocida.
- ¡Hijo de puta!
- Eso va a acabar como el sitio de Masada por los romanos, que tanto lloran los propios israelíes: con un suicidio colectivo.
- ¡No seas agorero, Vicente!
- ¡Ese hombre es un monstruo!
- Sí, lo es. Pero lejos de pararle los pasos, la UE a la que pertenecemos ha suspendido inmediatamente las ayudas económicas al desarrollo que los 27 aportaban a Palestina y ha expresado su apoyo al gobierno fundamentalista de Netanyahu a través de su máxima representante institucional, la Presidenta del Comité Europeo Ursula Von Der Leyen.
- ¡Pa flipar!
- Somos cómplices pasivos de una masacre a la altura del Holocausto nazi, pero no solo eso: somos espectadores de ello.
- Bueno, eso no es del todo cierto. La verdad es que los países socios de la UE no se ponen de acuerdo sobre qué postura adoptar.
- Sí, Roque. Pero el tema es que la señora Von Der Leyen, se anticipó a todos, que han condenado tanto los terribles ataques terroristas de Hamás como las respuestas del ejército israelí. Este patinazo, sin contar ni con Dios ni con los ángeles, pone nuestra dignidad humana en un brete. Y, realmente, pienso que la postura que han adoptado nuestros mandatarios europeos, es la de esconder la cabeza bajo el ala y esperar que el marronazo pase. Además, el Ayatolah se ha pronunciado. Y todos sabemos que Irán tiene armas atómicas…
- El mundo se va a la mierda.
- ¡Ellos se lo han buscado!
- ¿Ellos? ¿Quiénes?
- Los de Hamás.
- ¡No seas burra, Anal·lítica! Lo del «derecho a defenderse» de Israel no es más que una mentira para legitimar la brutalidad. ¿Dejarías que todo tu país pagase por los actos de cuatro malnacidos?
- ¿Y qué podemos hacer nosotros?
- No lo sé, la verdad. Por eso os he convocado a todos. ¿Se os ocurre algo?
- …
- Podríamos leer y publicar un comunicado condenando las acciones de Hamás e Israel, en el cual, se denuncie y se apremie a la UE, la comunidad internacional y a la ONU, para que se corten tajantemente los castigos colectivos, como manda la Cuarta Convención de Ginebra.
- ¿Y cree que nos van a hacer caso, Avelino?
- No creo, pero no podemos hacer mucho más.
- …
- …
- ¡Qué impotencia, Dios mío!
- Sí.
- Pero lo del comunicado está muy bien. ¿Qué dices, alcalde?
- Que lo que realmente estaría bien es que esto no pasara. Que los organismos que rigen el mundo no permitiesen que este tipo de flipaos nos manden matar o nos hagan matarnos entre nosotros. Que nos conformásemos con lo que tenemos y no jodiésemos a nadie. Que nunca más estallase una guerra. No más guerras, por favor.