Escena 1
- El verano ya llegó, ya llegó, ¡uh! Nino nino ninoná…
- ¡Vaya nivelazo musical llevas hoy, Andrés!
- ¿Qué quieres? ¡Estamos en verano, tío! ¿No se te pone el cuerpo jotero?
- Las canciones del verano me ponen el estómago del revés.
- ¡Qué nihilista eres, alcalde!
- ¡No, hombre, no! ¡Lo que pasa es que me parecen un mojón!
- ¡Y lo son! Pero no me negarás que tienen su punto. Acuérdate de «Tu piel morena sobre la arena» o «Con una mano en la cintura».
- ¡Tienes razón! ¡Menudo par de temazos atemporales!
- ¿Sí, eh?
- No. Normalmente son canciones estúpidas, con unas coreografías que hacen que la gente parezca que tenga problemas de hemorroides.
- ¡Hay que actualizarse, alcalde!
- ¿Actualizarse?
- ¡Claro!
- ¡Casi prefiero que no! ¿Sabes? Realmente llegué a creer que, tras la pandemia, las cosas iban a ser diferentes…
- ¿A qué te refieres?
- A que nos hemos acostumbrado a seguir patrones. Nos hemos olvidado por completo del libre albedrío.
- No te sigo.
- Tranqui, no me quiero poner profundo. Sólo te digo que, el verano, no es diferente de la Navidad o de la Pascua: se cumplen comportamientos preestablecidos, solo es eso. El verano debería ser tiempo de libertad y disfrute. Lo ideal sería que, cada uno, escuchase lo que le dé la gana pero… ¡No! Deciden lo que tenemos que escuchar, cómo tenemos que vestir, qué tatuarnos, cómo planificar nuestro tiempo… vivimos en una democracia de paja.
- ¡Pues es que, precisamente, lo que hace la peña es decidir si escucha a Vivaldi o a Geogie Dann! ¡Eso es lo que pasa con la democracia, tronco!
- ¡No me llamo tronco!
- ¡No tienes nombre, alcalde!
- ¡Ya tardabas en destapar la caja de estiércol!
- ¿Es mentira acaso?
- Pues, ¿sabes lo que te digo? ¡Que la cosa va a cambiar! ¡Que estoy hasta el pirri de que tenga nombre hasta el Tato y yo no!
- ¿Qué quieres decir?
- Que… a Dios pongo por testigo… ¡A Dios pongo por testigo de que no lograrán aplastarme y viviré por encima de todo esto y cuando haya terminado, nunca volveré a saber lo que es no tener nombre! ¡Ni yo, ni ninguno de los míos!
- ¡Mira! ¡El que no se iba a poner profundo!
- … ya…
- … un poco… intensito, ¿eh?…
- … sí…
- …
- Bueno, ¿y ahora qué hacemos?
- No sé… ¿te buscamos un nombre?
- ¿Harías eso por mí?
- ¿Es una pregunta trampa?
- No, no: me molaría tener un nombre, tío.
- ¡Pues habla con tu padre! Igual ya tienes uno y no lo sabes…
- ¡No lo había pensado!
- ¿En serio? ¿Nunca le has preguntao cómo te llamas?
- No.
- ¡Madre mía! ¡Y has llegao a alcalde! ¡Mira el DNI, fenómeno!
- ¿El DNI?
- ¡Claro!
- No tengo. ¿Tú tienes?
- ¡Clar… ¿eh? … ¡NO!
- ¿Olvidas que somos personajes de una nivola o algo así? ¿A quién le importa si tenemos o no DNI? ¿De qué nos sirve?
- No lo había mirao desde esa perspectiva… lo tenemos difícil.
- ¿Sabes lo que te digo? Que encuentro un nombre pa mí y un DNI para ti, ¡por mis huevos pelaos! ¡Como que me llamo…
- ¡Que no tienes nombre!
- ¡Cagontómecago!
- …
- ¿Por dónde empezamos?
- Llama a tu padre, cromo, ¡que me tienes contentico!
- … sí…
- …
- Oye… ¿ha estado sobreactuao lo de antes?
- ¡Naaaaah! Un poco…
- … bueno… voy a llamar…
- Llama, llama.
Escena 2
- ¿Cómo que no lo sabes, papá? … ¿que esas cosas las llevaba mamá? ¡Papá, esto es muy feo! ¡No sabes cómo se llama tu propio hijo, alma de cántaro! … Ya… no te llamas alma de cántaro… ¿qué dices?… oye, no te vayas a ofender encima, ¡que el que va sin nombre por los trigos de Dios soy yo! ¡Ahí! ¡A lo loco! … papá, estoy intentando entender el por qué de esta situación tan surrealista, es normal que me altere… perdona si he levantado la voz, pero entiéndeme un poco… bueno… te dejo regar tranquilo… ya iré a por tomates… ¡hombre! Después de no saber cómo me llamo, ¿me vas a quitar de la herencia?… sí… no te preocupes… ya veré lo que hago… lleva cuidao… ¡y ponte una gorra, que hace un sol que raja las piedras!… valeeee… yo también… ¡chao!
- ¡Tu familia es de traca, macho!
- ¡A que te meto un anacardo!
- Méteme, pero muy normales… no son…
- ¡Ni tú! ¿Por dónde tiramos ahora?
- ¿Hablamos con el párroco?
- …
- ¡Vale! ¿En qué hospital naciste?
- En Alicante… pero tío… me va a dar mucha vergüenza…
- ¿Tú quieres saber cómo te llamas o qué?
- Sí, sí.
- ¡Pues hala! ¡A Alicante! ¡A pedir el certificado de nacimiento!
- ¡Claro! Y, cuando me pregunten: «nombre», hago una pedorreta, ¿no?
- ¡Cáspita! ¡Es verdad!
- ¿Cáspita? ¿En serio? ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Caramba? ¿Córcholis?
- ¡Céntrate, tío! ¿Y si vamos al párroco?
- ¿No habíamos quedado que no?
Escena 3
- Que, el veinticinco de diciembre de 1975, las primeras navidades sin el caudillo, el cura párroco sorprendiera a un monaguillo fumándose un Farias en la sacristía y el pobre rapaciño lo apagara justo en la página del registro en que apareces y tu nombre fuera pasto de las brasas me ha impresionado, lo reconozco, pero que el párroco actual sepa una historia tan … puntual, me ha dejao con el culo prieto, alcalde…
- ¿Por qué?
- ¡Porque es cubano! ¿Cómo se habrá podido enterar, tío?
- Lo habrá leído en alguna parte o algo, Andrés… ¡Dios sabe lo que hacen los curas durante el día!
- ¿Y qué hacemos ahora? ¿Nos inventamos un nombre?
- O eso (o le pedimos a «ya sabes quién» que te invente uno…)
- ¡No, no! ¡Yo paso de hacer nada, que se está poniendo la cosa entretenida! ¡Buscaos la vida, muchachotes!
- ¡La madre que te…
- Déjalo, alcalde, que se me está ocurriendo una idea.
- ¡No me llamo alcalde, joder!
- ¿Qué te parece si lo deciden nuestros lectores?
- ¿Qué dices?
- Mira: los jueves, aparece publicado el capítulo en https://elperiodicodevillena.com/ y en su página de Facebook. Que sean ellos los que, en los comentarios, decidan tu nombre.
- … si a Carlos no le molesta…
- Imagino que no. ¿Tú qué dices, Carlos?
- ¡Venga!
Hace tres años que empezamos El Ordenanza. Gracias, Monsieur!