El Ordenanza

Noche de fuego

El Ordenanza. Capítulo 244

Escena 1

  • Resulta casi obsceno pensar que estas obras de arte vayan a acabar siendo pasto de las llamas.
  • Cada pueblo tiene sus creencias y sus tradiciones, Aurora. Los alicantinos cierran así su ciclo y purifican este paso con fuego.
  • Pero si los materiales no fuesen perecederos…
  • Quizá la magia de las Hogueras radique en eso, amor: en lo efímero.
  • En cualquier caso, son monumentos bellísimos.
  • Impresionantes.
  • ¡Senyor pirotècnic, pot començar la cremà!
  • ¡Acerquémonos, Avelino! ¡Quiero verlo de cerca!
  • Ahí hace demasiado calor, Aurora. Demasiada gente agolpada contra las vallas.
  • Los bomberos nos refrescarán. ¡Vamos a sentirnos jóvenes, Avelino!
  • No me siento demasiado joven, amor. Me siento… un poco agobiado.
  • ¡Porfi, cariño! Hace tantos que no lo vemos en primera línea…
  • Co… como quieras, mi vida.
  • Vamos y, si vemos que no, siempre podemos salir, ¿vale?
    ¿Qué puede pasar?
    ¿… puede pasar?
    ¿… ede pasar?
    ¿… pasar? ¿… sar?

Escena 2

  • Ya puedes quitarte la corbata y desabrocharte el cuello de la camisa, Avelino.
  • ¿Quién es usted? ¿Por qué todo está oscuro? ¿Dónde está Aurora? ¡Aurora!
  • No te preocupes por ella: está bien. Mi nombre es Oberón.
  • ¿Oberón? ¿De qué me suena ese nombre?
  • Soy el rey de estos bosques y de los elfos, las hadas y los animales que los habitan.
  • Y un personaje de William Shakespeare. Creo que estoy teniendo alucinaciones.
  • No, Avelino. Te he hecho venir porque necesito que me ayudes.
  • ¿Para que le ayude?
  • ¿Recuerdas a Puck, el pícaro duendecillo?
  • Sí, aunque leí la obra hace…
  • Resulta que se ha extralimitado vertiendo el jugo de pensamiento en los ojos del personal y está sembrando el caos en mis dominios y sus alrededores.
  • ¿Y eso?
  • Porque es un duendecillo juguetón y bastante cabrito. Igual le pareció gracioso que la gente se enamore aleatoriamente. Así, hay un despiporre de parejas en el bosque que Zeus tirita: ardillas con tejones, gorriones con lechuzas… incluso hay un erizo que se ha ido a vivir con un kiwi.
  • En principio, no veo nada malo en que las criaturas se enamoren unas de otras.
  • ¿Intentas decirme, ¡oh, humano!, que se pueden consentir esas uniones?
  • El amor es el único camino para la paz y el bienestar colectivo. Cada uno debería poder ser libre de escoger a quién amar.
  • ¡Pero eso es antinatural!
  • No se ofenda Majestad, pero siendo el Rey de hadas y elfos, es un poco paradójico que vele usted por conservar el orden lógico de las cosas.
  • What?
  • Que su misma existencia, Majestad, escapa a toda lógica: todos sabemos que los duendes y las hadas no existen sino en nuestro imaginario. Amén de que usted es, ni más ni menos que su rey.
  • ¡Oh, vaya! Has desmontado mis argumentos.
  • No se venga abajo, Majestad, que se le ponen pochas las alas.
  • Yo… soy un fraude, Avelino. ¡Soy el Rey de nada!
  • Por otra parte, el hecho de que el tal Puck vaya alterando la conducta de sus vasallos sí puede ser considerado un problema, pues atenta contra el principio de libre albedrío.
  • ¡Ah! ¡Eso no lo había pensado! ¿Me ayudarás entonces, Avelino?
  • Imagino que sí. Si ese duendecillo va por ahí causando el caos, debe ser detenido.

Escena 3

  • ¡Vamos a la camilla! Una, dos y tres.
  • ¿Puedo ir con él?
  • Por supuesto, señora. Siéntese aquí, póngase el cinturón y, por favor, mantenga la calma.
  • Bien.
  • No se preocupe. Está fuera de peligro. Aunque ha sufrido un síncope producido por una bajada de tensión y glucosa, seguramente a consecuencia de un golpe de calor, ahora duerme.

Escena 4

  • Debe andar cerca, Majestad.
  • ¿Cómo lo sabes?
  • Mire ese ratoncillo abrazado a un matorral.
  • Hemos de darnos prisa o este pícaro desestabilizará el frágil mundo de los elementales.

Escena 5

  • ¡Ahí está!
  • ¡Vertiendo el filtro de amor en los ojos de aquel pobre conejito!
  • Actuemos con cautela o escapará.
  • No escapará. ¡Puck! ¡Me cago en tus orejas en punta! ¿Se puede saber qué orquídeas haces?
  • ¡Hosti tú! ¡El Oberón!
  • ¡Ven p’acá, zángano! ¿Has estao por ahí repartiendo amor, eh? ¡Duendecillo del carajo! ¡Ven, que voy a comprobar cuánto te mide el lomo!
  • ¡En la cara no! ¡En la cara no!
  • ¡No sea usted duro con él, Majestad! ¿No ve que en el fondo es una criaturilla inocente?
  • ¿Inocente? ¡Este elfo zangolotino transformó a Nick Bottom en medio-burro y luego vertió el dichoso filtro de amor en los ojos de mi Titania!
  • Pero…
  • Ésto ha dado al traste con mi vida marital, Avelino.
  • ¿Qué me dice?
  • Sí. Mi Titania, aunque las comparaciones son odiosas, ha comparado y, por Zeus que he salido perdiendo en la comparativa. ¡Mi matrimonio está acabado!
  • ¿Me ha traído aquí porque su señora esposa prefiere a Bottom?
  • Y por las demás criaturillas del bosque también.
  • Bien. Luego hablaremos de ello. Señor Puck, ¿sería usted tan amable de entregarme el frasquito de filtro de amor, por favor?
  • ¿Filtro? ¿Qué filtro?
  • ¡El filtro de amor a base de flor de pensamiento, no te hagas el Lorenzo!
  • Ese frasquito se lo devolví, Majestad, justo cuando descubrimos que había confundido a Lisandro y a Demetrio. ¿No lo recuerda?
  • Esto…
  • ¿No va echando usted filtros amorosos en los ojos de las criaturas del bosque?
  • ¿Yo? ¡Qué va! ¡Les echo agua!
  • ¿Agua? ¿Para qué?
  • Pues no lo sé… Imagino que por aburrimiento o por putear al prójimo: como soy un duendecillo pícaro y bellaco…
  • Bueno, Majestad. Creo que el asunto está aclarado. Puck es inocente.
  • ¿Y las variopintas parejas de mi reino?
  • Quizá sea porque se han liberado de los estereotipos, Majestad. No olvide que son personajes del imaginario del ingenio de William Shakespeare y, precisamente El sueño de una noche de verano, tiene diferentes lecturas y representaciones del amor y la sexualidad.
  • ¡Pues sí que estamos arreglaos!
  • Y, como ya nada me ata a este lugar, con su venia me retiro a la vida real.
  • ¡Un momento, Avelino! ¿Qué pasa con Titania y conmigo?
  • Enamórela día a día, Majestad. Sin filtros. Todos y cada uno de los días.
  • ¿Y Bottom?
  • No se debe preocupar demasiado: el tamaño no importa, Majestad. Hasta la vista.

Escena 6

  • ¡Ha despertado! ¡Enfermera! ¡Ha despertado!
  • ¿Pero qué es lo que veo?
  • ¡Avelino!
  • ¿Por qué lloras, Aurora?
  • ¡Qué susto me has dado, Avelino!
  • Quiero ver tus ojos sin lágrimas, cada noche y cada despertar. Te amo.
  • Y yo a ti.

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