Nuevo gobierno municipal
Siendo yo un niño, un viejo sabio me mostró un día una hermosa copa de una lujosa cristalería. Me la acercó y dijo: parece limpia y brillante, pero si le damos la vuelta verás motas de polvo que turban la transparencia. Esto mismo sucede con las frutas que, a veces, tienen su parte buena y la otra podrida. Y si observas bien ocurre también en las personas, algunas seductoras, embaucadoras, charlatanas, bien vestidas, con presencia, buena imagen pública, pero su cara oculta, la más despreciable, tarde o temprano se encarga el tiempo en delatarla. Y como nada es del todo como parece, el análisis es válido para desvelar algún que otro misterio.
Porque sigue intrigando, y no poco, los motivos por los que el PP no repite alcaldía. Que sus seis concejales han trabajado mucho y duro es innegable. Sin embargo bregar tanto no ha tenido recompensa y tiene una clara lectura: ha resultado más poderoso el castigo a su reiterada soberbia que el reconocimiento de su esfuerzo. No vale pues trajinar con firmeza si no va acompañado de una necesaria elegancia, no es suficiente hincar bien el diente si no se maneja al mismo tiempo la generosidad y la transparencia, ambas cualidades de la mano, prescindiendo del zurriago.
Aunque dicen que nuestra especie es la única que tropieza dos veces en la misma piedra, deberían aprenderse bien las lecciones; unos y otros, desde los bancos azules, rojos, verdes y castaños. El PP aplicándose mejores modales y el nuevo gobierno no reincidiendo en los viejos errores del anterior tripartito. Si los populares desean recuperar el ayuntamiento deberán cambiar de actitud, fiscalizando con responsabilidad desde la oposición pero desde el respeto absoluto; si el nuevo equipo de gobierno quiere rentabilizar su rédito está obligado a realizar un ejercicio de sensatez, cordura, trabajo, honestidad, transparencia y cortesía.
No cumplir estos parámetros sería repetir vicios que no conducen a nada, salvo que la ciudadanía se mosquee e indigne. Así las cosas se inicia un nuevo periplo nada sencillo, maniatado por las condiciones económicas de nuestras arcas municipales. Sería conveniente por tanto, mediante el restablecimiento de la figura del Interventor o a través de una Auditoría, tener las cuentas claras, conocer cómo está el saco, qué se debe y con qué se cuenta. Y una vez cuadren los números, para bien o para mal, hacerlo público y transmitirlo a la población; para que nadie se llame a engaño, para que conozcamos el percal y por si nos alzan los impuestos.
Parece complicado, comentan los detractores, que este tripartito logre entenderse. En su contra las insistentes predicciones: marcar territorio, conquistar parcelas ajenas, adjudicarse el trabajo de otros, solapar el más fuerte al más débil, proliferar los interese partidistas, convertir un debate en una guerra, por ejemplo en las preferencias de unos y otros. Y porque sé muy bien de esto que escribo existe la pócima y el antídoto para que no se rompa la baraja, porque los fracasos curten y maduran. Si imaginan que están ahí porque fueron electos en unas listas abiertas les resultará más fácil. Los electores que os eligieron esperan buen juicio y consenso antes que imposición. Porque ahí radica el compromiso, están obligados a entenderse.
Todo se puede discutir, plantear, planificar y hasta marcar preferencias y plazos. Pero si prevalece el respeto hacia el otro, ponerse en su lugar, potenciar los objetivos comunes, acordar los mínimos, posponer lo innegociable y, sobre todo, trasladar a la opinión pública lo que se hace y por qué, lo que no se hace y sus causas, compartir éxitos y explicar los fracasos, se crearán cimientos sólidos y creíbles. La ciudad os estará mirando con lupa, los pasos, las dudas, las decisiones. Pero la copa tiene que estar, sí o sí, limpia por el anverso y reverso, transparente y cristalina. Sólo así habrá esperanza.