De recuerdos y lunas

Obertura

Antonio Molina Navalón se nos ha destapado como compositor casi de sorpresa. Es verdad que yo siempre lo he conocido músico, pero más interprete que creador. Ahora que he podido conocer su “Obertura para un Centenario” y los temas compuestos para los curiosos y bellos reportajes de “Andar por el Alto Vinalopó”, idea feliz del amigo Paco Arenas, le he podido decir con gusto que me gusta su música. ¡Enhorabuena!
Pero Toni Molina es muy perfeccionista y algún pero que otro le pone a sus cosas. No es falsa modestia. Es que Antonio no es tonto. Siempre la obra se aleja de la idea. La idea, lo decía Platón, es perfecta. La materialización de la idea siempre deja que desear. Sobre todo en quien la ha concebido porque conoce en su interior cómo quería que fuera. Para los que sólo sabemos del producto por fuera, gozamos del producto, cuando es bueno. Leía a Rosa Montero y venía a escribir algo sobre esto para la literatura echando mano de la imagen de la ballena. La idea concebida sería la ballena entera pero luego lo que asoma y gozamos en alta mar es el lomo y, acaso, el chorro efusivo y la cola majestuosa que nos dice adiós. Antonio no es tonto y tiene un oído excepcional que capta muchos detalles. Una noche, escuchando una cinta en mi coche, me descubrió que el radiocasete rodaba un poco más deprisa de lo normal. Es verdad. Yo no lo había notado, pero desde aquella noche comprobé que era verdad y que en aquel radiocasete los virtuosos eran más virtuosos. Cuando me robaron el coche, me robaron el radiocasete. No sé si el ladrón ha apreciado este rasgo que lo hacía peculiar. Otra vez, Antonio me afinó el piano de casa. Yo no sé las horas que estuvo porque estuvo mucho tiempo con ahínco. Y creo que le metió un duende al piano que tiene mucha magia. Y, desde entonces, me alegra tocar este piano que afinó Antonio Molina.

Por todo, me precio de contar con su amistad. Algunas cervezas nos hemos tomado en momentos de melancolía. Esto fue cuando compartimos la aventura de “Manteca Colorá”. Antes habíamos hecho alguna otra cosa más de rock sinfónico o sinfo-rock. Que nunca supimos bien lo que hacíamos. Y nos reíamos mucho siendo más jóvenes. Cuando “Manteca Colorᔠya empezaban a pesar responsabilidades sobre nosotros: familia, trabajo… Y que la vida iba en serio –me acuerdo del poeta–, empezábamos a comprenderlo. Y en serio nos la hemos tomado. Lo que no quita para reeditar alguna noche en la que escapemos a los tiempos del desenfado y las risas.

Respecto a la música, por ejemplo esta que decimos de Antonio, hay quien en estos tiempos de técnicas menosprecia la creación con ordenadores y cables sin mancharse los dedos de tinta ni gastar luz de flexo. Es verdad que la informática ha venido a alterar los quehaceres en muchas tareas. También en el ámbito de la creación. Pero, como le gusta recordarnos al profesor Ángel Luis Prieto de Paula, el “Quijote” se escribió con pluma. No con ordenador. El genio es el genio y no por mejor técnica tiene que haber mejor obra de arte. Antonio, en el siglo XXI, echa mano de las técnicas del siglo XXI. Mas luego está la sensibilidad, y la ternura, y la idea, y el orden, y el trabajo, y… todo aquello que es magia y creatividad. La magia que Antonio siempre ha tenido en sus dedos que no sé si añoran las baquetas porque ahora percuten teclas y botones para traernos maravilla.

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