De recuerdos y lunas

Perlas de rocío

"Quizá es que no veo vuestra realidad / quizá es que no quiero verla, / pero dejadme a solas con mi poema / y seguid luchando por vuestras altas banderas. // Sé que no puedo esperar de la mañana / más que perlas de rocío húmedo y brillante."
Lo escribió Amalio Gran. Porque Amalio era un poeta. Por lo menos para mí lo fue. Amalio ha muerto. Nos lo ha comunicado Carlos Prats, pero no como el periodista que es y que escribe cosas que nos importan, sino como el amigo que nos dice lo que nos duele. Nos lo ha dicho particularmente, sabiendo que nos iba a entristecer la exclusiva. Pero... ¿Por qué el dolor? ¿Por qué mi dolor ante esta muerte?...

Quien conociera a Amalio y me conozca a mí podrá pensar que en la vida coincidimos. Nuestras personalidades hacen chispas y es difícil suponer el aprecio que nos teníamos. Es cierto que nuestras vidas han corrido por caminos diferentes, dispares, pero siempre hay alguna encrucijada donde alguien se encuentra con alguien distinto que no está en ese círculo que vamos amojonando para lo diario. En nuestro caso, para conocer a Amalio, la encrucijada fue la poesía. Cuando tuve la suerte de conocerlo eran los tiempos de Aljibe. Aquella revista de ilusiones y literaturas que animaron –creo que los que más– Pedro Villar y Jerónimo Lucas. Los cuatro números que tengo son oro para mí porque ahí estamos sinceros los que por entonces, en la Villena de entonces, jugábamos a ser poetas. Entre otros que lo han sido, entre otros que lo son.

Amalio publicó poemas duros —“Desde las cavernas escribo” —nos advertía en versos. Versos que a mí me gustaban porque venían a escupirnos en la cara la hipocresía de nuestra sociedad tan señoritinga. Y si aparentemente tenían un tono milenarista, la voz de Amalio no era una voz inquisitorial ni petulante, no era la voz de aquel que cree haber encontrado él solo el sentido de la vida mientras los demás yerran, desconociendo los verdaderos caminos, por equivocados caminos. Amalio era humilde con su opción vital. También socarrón: “¿es posible / que no nos demos cuenta / de que somos / la progresión geométrica de la estupidez?" —escribe tras proclamar la rebeldía. Así, el poeta sólo nos pedirá que lo dejemos en paz –a solas con su poema– y que nosotros vivamos nuestro mundo –el de nuestras altas banderas– que él vivirá el suyo. Es su mundo un mundo cotidiano de sueños: “Lo que vosotros sólo veis en sueños / es para mí vida cotidiana: / un suspiro me dice más que todos vuestros ecos. / Yo, me río de vuestros sueños.”

Luego, hay por ahí un poema que a César López Hurtado siempre le gustó. Quizá en él no esté la mejor poesía de Amalio, pero sí la fuerza de su poesía. Se publicó en la revista Villena, en septiembre de 1982. Sobre una ilustración a toda página de Isidro Gosálvez que dibuja la curva asesina de El Alicantino, en la carretera de Biar, donde los dioses se pusieron las botas robando juventudes. Sobre ese cuadro de tragedia, están los versos fuertes de Amalio que tanto le gustan a César. Mas aparte de la propia poesía de Amalio también nos asentó la amistad el compartir la atracción por un poeta: Jaime Gil de Biedma. Poeta, para él, divino maldito; para mí, maldito divino. En las palabras el orden de los factores, a veces, altera el producto. Explicada ya mi pena, hecha esta endecha, sólo quiero, Amalio, que las perlas de rocío rieguen siempre tu mañana.

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