De recuerdos y lunas

Poetas

Fue en la noche del cuatro de octubre. Llovía bien en Bigastro. Más fuerte cayó en Torrevieja. Allí cayó el cielo iluminado de rayos. Así se percibía en la negritud rota por los relámpagos que por detrás de la Sierra de Hurchillo encendían el sur dilatando el horizonte. En Bigastro era una lluvia generosa, apenas incómoda. Y en Bigastro se inauguraba el curso escolar con una conferencia del poeta Vicente Gallego. Allí estuvimos para disfrutarlo. Y disfrutamos.

El poeta habló hermoso con la voz hermosa de los poetas. Nos habló de la lectura, de la enseñanza, de la creación poética. Nos habló. Y para rematar la faena y entregarnos todo néctar, leyó con voz deliciosa tres de sus últimos poemas, concebidos ayer. Pan recién hecho. Algunas palabras sentí que me quemaban recobrándome el corazón. Fue mucho acto de belleza.

Cuando habló de la lectura trajo, desde su experiencia personal, el sosiego. Que no se precipite en los niños el leer. Demasiados obstáculos para hacer, de la lectura, una obligación. Si ha de ser placer, que nazca desde el placer. Para la enseñanza compartió dudas en torno a lo eficaz de sus programas. Para la creación poética... Aquí trajo lo sublime. Porque fue un desnudarse total de cómo escribe y por qué escribe poesía el poeta Vicente Gallego. Y se confesó vehículo de la poesía. Esclavo de la voz, cuando llega la voz.

De Vicente Gallego, por aquello de que la creación poética se asocia a sublimes actividades intelectuales, algunas biografías apuntan su ocupación cotidiana. Como paradoja. Cosa que a mí no me lo parece. Vicente Gallego, es verdad, trabaja como pesador en el vertedero de residuos tóxicos urbanos de Dos Aguas, en la Hoya de Buñol. Y aún podríamos añadir más peculiaridades a su peculiar currículum profesional de poeta: portero y bailarín en una discoteca, repartidor de paquetes, podador de pinos... No me parece paradoja que un buen poeta pese basura. Yo creo que es precisamente aquí donde Vicente Gallego encuentra los versos exquisitos que nos sirve. Vivimos en un mundo donde nos sobran las palabras. Ocupadas las casas de ruidos electrodomésticos no nos caben los verbos. Y todas las noches en bolsas perfumadas y hasta con lazos para no mancharnos las manos, o en bolsas del hipermercado para reciclar, tiramos la basura recargada con esas palabras que no gastamos porque vivimos en el runrún de ruidos. En todo basurero debería haber un poeta que recogiera nuestras voces abandonadas. Vicente escucha las voces que no queremos usar. Y nos las devuelve dulces como miel. Nos suenan extrañas porque ya sólo usamos las voces prácticas. Pero siendo nuestras, recicladas en versos, nos llaman a lo hondo. Pero aquella noche no sólo fue disfrutar de un poeta. También estuvo Agustín Pérez Leal. Que si es por querer ver paradojas que sólo nacen de esa imagen sublime del poeta que decimos, en el currículum de Pérez Leal, profesor de Literatura en Petrer, antes en Sax, aparece que en 2001 ganó diecinueve millones de pesetas en el programa de televisión "50x15". Y eso no quita para que Agustín Pérez Leal también escriba penetrantes versos.

Tras la conferencia fuimos a cenar y hablamos de poesía. La falta de tiempo precipitaba desordenadamente los nombres: Miguel Hernández, Claudio Rodríguez, Gil de Biedma... Poesía y más poesía. Tras la cena, los azares hicieron que Vicente Gallego viniera conmigo a Orihuela. En el coche, en el corto trayecto, seguimos hablando de poesía. Y despidiéndonos, en la puerta del hotel Tudemir, asomaba por el tintero de nuestras voces Gabriel Miró. Al cabo, más poesía. Y en Oleza ¡Ay el tiempo!

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