De recuerdos y lunas

Por el cinco de enero

Otra vez Miguel: "Por el cinco de enero, / cada enero ponía / mi calzado cabrero / a la ventana fría." Otra vez Miguel Hernández. Otra vez porque desde el principio le robamos un verso para titular esta sección y otro día lo recitamos cuando Cristina Narbona lo citó valiente –"Como el toro me crezco en el castigo "– cuando se le llamó a la de Medio Ambiente para la cosa interna del partido rompiéndose en Madrid. Otra vez Miguel Hernández.

En la Vega Baja mucha gente dice Miguel para referirse a Miguel Hernández Gilabert. Pasa con lo de Miguel como cuando al mar se le llama la mar. Que uno de interior, cuando sin darse cuenta dice "la mar", es que, sin darse cuenta, se ha hecho marinero. Si uno dice Miguel para decir Miguel Hernández, se ha hecho de la Vega Baja. Yo sigo llamando al mar, el mar. A pesar de mi querencia al Mediterráneo en Campello, sigo diciendo el mar porque sólo lo veo, acaso me dejo mojar por él, pero no lo monto. Ni le echo redes ni cañas. Un día que se me ocurrió cabalgar con redes sobre el mar estuve muy enfermo. De ahí mi admirada distancia. Respecto al poeta, sigo diciendo Miguel Hernández aunque a veces, como al principio hoy, se me escapa lo de Miguel, porque a quienes aquí conozco que me hablan del poeta, siempre dicen Miguel. Miguel por aquí, Miguel por allá. Como si lo conocieran de toda la vida. Quizás porque lo conocen de toda la vida.

Una felicitación navideña de Pepe Botella, al que nos presentan como "pintor, maestro y hernandiano de Orihuela", enviada a la Asociación Cultural Orihuela 2010, creada para homenajear al poeta en el centenario de su nacimiento, me recuerda, porque los trae escritos, versos de "Las abarcas desiertas". El artista, para su felicitación, ha pintado con pinturas aguadas unas abarcas azules entre azules de cielo y unas flores lilas, y del poema ha escogido la estrofa más amable de todas, la quinta: "Por el cinco de enero, / para el seis, yo quería / que fuera el mundo entero / una juguetería." La más amable porque el resto del poema es más amargo. Publicado en enero de 1937, no está en España el horno para bollos. El poeta, metido de hoz y coz en la guerra, contrasta con rabia la ilusión infantil de una noche de Reyes con la cruda realidad de las diferencias sociales manifiestas en el tipo de calzado o vestimenta y, por la mañana, en el vacío de las abarcas –abarcas desiertas– que es reído por la gente de trono y de botas. Y ya no se sabe lo que duele más, si el no tener nada (o casi nada) o el que se rían de ese no tener. El poema refleja un choque entre una ilusión universal y una frustración fruto de una desigualdad social. Vacías las humildes abarcas, rotas y para la escarcha, el tono es doloroso al ponernos en evidencia dos realidades. Y lo que se quiso para todos, que el mundo entero fuera una juguetería, no es. Así, risa de unos y rabia de otros.

Desde que vivo en esta tierra de azahares he tenido la suerte de conocer al cantautor Filiu que me ha hecho pasar deliciosos ratos en directo. En su repertorio suele llevar la canción "Las desiertas abarcas". Cuando se la oye, suena a grito de protesta porque es universal el dolor de ver frustradas las ilusiones de un niño. Ojalá no haya nunca abarcas desiertas en las ventanas del mundo. Aunque no lo creo.

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