Vida de perros

Pregón navideño

Que no, queridas personas, que no les voy a hacer aguantar un pregón navideño en estas líneas. Que eso ya fue cosa del amigo Bonavía, y ahí quedó dicho lo que incluso los no religiosos queremos entender por estas fechas. Es decir que, recurriendo a aquellas ceremonias que sentimos y vivimos procedentes de ese lugar inesperado donde reside la memoria colectiva, también los paganos podemos y debemos dejarnos llevar por aquellos sentimientos de los que nos habla Don Ángel. Si no, por mucho escepticismo que usted albergue, dígame si no puede dejar de estar de acuerdo con la invitación al encuentro, incluso al encuentro con el Misterio –sea éste el que sea para cada cual–.
Celebrar estas fechas festivas, para un gentil de estos tiempos, significa acercarse a la esencia humana, a la celebración común, aunque limpiemos de sentido religioso. Por eso cada día más confío en la celebración y la creo necesaria; porque no es otra cosa que compartir, encontrarse, en un acto común, dar un tiempo a algunos sentimientos que no dejamos campar el resto del año con tal libertad.

Y no más libres sin Augusto, quien ya en vida entendería lo que la historia escribe sobre su persona –ojalá así ocurriera–. No más libres con los pantanos al 55 % ni con los acuerdos sobre el trasvase. Aunque quizás sí con mayor esperanza, esa tan triste que da el papel impreso de cinco cifras. Aunque quizás sí con más endeudamiento y más confusión sobre el funcionamiento del mundo. Llega, ahora sí, bastante después de los anuncios de la Asociación de Comerciantes (con esos, permítanme, poco atractivos adornos en las farolas) y del Corte Inglés, despacio, despacio, la Navidad. Constancia de ello nos dejó también el Mercadillo de Navidad celebrado el pasado fin de semana. Mercado que inicia su andadura y que puede llegar a ser muy popular, me traía el recuerdo –perdonen si me pongo un poco Mateo– del típico mercadillo navideño que se montaba en Bremen –Alemania–, sí, allí donde los cuatro músicos; que llenaba de color dicha época, no nos engañemos, fría y oscura, con sus luces ambarinas y sus puestos de comida y bebida caliente.

El Mercado Navideño de Bremen cuenta con más de 170 puestos y se ubica, tal como el nuestro, en el entorno del Ayuntamiento y la Catedral. Su mercado, debidamente adornado para las fechas, consta como uno de los más bellos de Alemania. Aunque puestos al chauvinismo, más mérito pese a ser mayores nuestras temperaturas tuvo el de Villena, ya que los comercios contaron únicamente con carpas veraniegas como refugio, parapetos que dejaban pasar el frío y el aire por los cuatro costados. Pequeños detalles a mejorar, eso dicen, que se mejorarán, y espero que sí: que sean quienes sean las personas con responsabilidad en este asunto, mejoren este mercadillo y no lo dejen perder en la memoria de los días. Como motivos: su encanto (el que potencialmente tiene), y el dinamismo con el que puede dotar a nuestra ciudad en unas fechas oscuras y frías.

Terminaré navideño como estoy, deseando que la armonía que se da en el consistorio en temas festeros continúe en estas –también– fiestas. Puesto que queda un duro semestre por delante, estaría bien recuperar fuerzas y convivir en paz, en encuentro que decía Ángel. Y si el ambiente pascuero da para ello, pues no vendrá mal la reflexión acerca del pasado año y acerca de los nuevos propósitos para el que vendrá (díganme tonto, díganme que nunca se cumplen, y yo les diré que siempre es mejor hacerlos, se cumplan o no, que dejarse llevar por el trasiego homogéneo). Bueno, crean lo que crean, piensen lo que piensen, feliz navidad a todas las personas (las de buen y las de mal corazón).

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