Escena 1
- ¡Buenos días, Avelino!
- Buenos días, señorita Sandra. ¿Qué le trae por aquí?
- He venido a hablar con el alcalde, a ver si tiene un ratito…
- Pues, en estos momentos está reunido, pero si tiene un poco de paciencia, no creo que se demore mucho. Si no le importa esperar un poco…
- ¡Qué va!
- Cuénteme, ¿cómo le han ido las fiestas?
- ¡Geniales!
- ¿Salió desfilando?
- Sí. Fue muy emocionante, sobre todo la Entrada.
- Sé de sobra que usted es una festera de pro.
- Avelino, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Por supuesto, señorita Sandra.
- ¿Por qué siempre le hablas de usted a todo el mundo?
- Porque respeto a todo el mundo.
- Yo a ti te respeto y no te digo de usted.
- Bueno, digamos que es una costumbre. Solo tuteo a las personas más allegadas.
- ¿Y por qué no me tuteas a mí?
- Porque tengo por costumbre pedir permiso para tutear a alguien.
- ¡No hace falta, hombre! Avelino, me puedes tutear cuando quieras.
- Muchas gracias, señorit…
- ¡Avelino!
- Perdona, es la falta de costumbre. Mira, por ahí viene el alcalde.
- Voy a hablar con él. Feliz otoño, Avelino.
- Feliz otoño, Sandra.
Escena 2
- Most, tenemos que hacer algo para que Alberto sea investido la semana que viene.
- ¿Me quieres decir que tienes la poca vergüenza de venir a pedirme favores después de lo que me has hecho, Roque?
- ¿Y qué he hecho yo ahora?
- Ahora no. Hace casi dos meses que no vienes nada más que a oler, a escondidas, la colcha de lagartera que arropó a Feijóo cuando se dio el batacazo electoral.
- ¡Me has espiado!
- Roque, soy tu alter ego, no me hace falta espiarte.
- Bueno. ¿Me vas a hacer el favor de hacerme el favor o no?
- No.
- ¿Por qué?
- Porque no me sale a cuenta sacarte las castañas del fuego siempre, Roque, que me tienes hasta la costura de las mallas con tus intrigas.
- Te he pedido un favor, pero si no me lo quieres hacer, no te preocupes. Ya me buscaré la vida.
- ¡No me vengas con tragedias, que nos conocemos!
- No son tragedias, Mostoboy. Solo es que, me doy cuenta de que, cada vez, vibramos a frecuencias más distantes.
- …
- …
- ¡Bueno, va! Dime de que se trata.
- Te quería pedir que…
- ¡Dispara, que no tengo todo el día!
- ¿Cómo que no tienes todo el día? Si te tiras encerrado en la Mosto-cueva las veinticuatro horas del día jugando al videojuego ese… ¿cómo se llama? ¿Misioneros y Mártires?
- Se llama Evangeliza al impío, que no te enteras.
- Da igual, tienes todo el tiempo del mundo.
- Roque, ¿no crees que no deberías atacarme si, lo que quieres es pedirme un favor?
- Perdona, tienes razón.
- No pasa nada. A ver, cuéntame de qué se trata, anda.
- Te quiero pedir que me ayudes a planchar la ropa y a preparar la maleta, que el domingo me voy a la manifestación antiamnistía con Carlos.
- ¡Oh! ¿Solo me quieres para eso?
- ¡No, hombre! ¡Ya, si el sábado me acercas a la estación del AVE, sería redondo!
- ¡Qué morro tienes, Roque Acevedo!
- ¿Lo harás por mí? ¿Lo harás por mí? ¡Porfi, porfi, porfi, porfiiiiii!
- Vaaaale.
- Gracias, Most. ¡Eres el mejor! ¡Te debo una!
- Una más, dirás.
- Bueno, una más. Luego te bajo la ropa. Tú prepara la tabla y la plancha.
- Hasta luego, Roque.
- Estos políticos del PP solo cuidan de la gente según les convenga. ¡A nosotros, los de Vox, ni siquiera nos han invitado a la manifa! ¡Y mira que les hemos dado el poder en Murcia y Valencia!
- ¡Ostras! ¡Anal·lítica, la superheroína de Vox! ¿Qué demonios haces aquí?
- He venido a proponerte una misión que solo tú puedes llevar a cabo.
- No me fio mucho, que los ultras tenéis muy mala idea.
- Dame una oportunidad, anda…
- Bueno, primero dime de qué se trata y luego veremos si acepto o no.
- Vale. Acerca el oído. (Bsbs bsssss bsssb ssbbssss bsb). ¿Te quieres estar quieto?
- ¡Ay! ¡Que me haces cosquillas!
Escena 3
- ¡Buenos días, señor Sánchez!
- Buenos días, mozo con traje de lycra. ¿Quéeeeeeee? ¿Cómo ha llegado usted a mi despacho? ¿Cómo ha sorteado la seguridad de Moncloa?
- Permítame que me presente: soy Mostoboy, el superhéroe más plasta del Reyno de las Españas.
- ¡Maldito botón de alarma de debajo de la mesa! ¡Siempre se atasca cuando más falta hace!
- Tranquilo, no voy a hacerle ningún daño. Solo quiero que hablemos un ratito.
- ¡Seguridad! ¡SEGURIDAD!
- No se desgaste, señor Sánchez, no pueden oírle. Los he sedado con el ataque Verborrea Mostosa.
- ¡Joder!
- No tiene usted más remedio que escuchar lo que he de decirle.
- ¡Qué contrariedad!
- Sí.
- Bueno, pues usted dirá, señor…
- Mostoboy.
- Mosto-Boy.
- Mostoboy.
- Mosto-boy.
- No. Mostoboy, sin guión.
- Mostoboy.
- ¡Eso es!
- Usted dirá, señor Mostoboy.
- Pues verá: todos sabemos que usted mantiene conversaciones con los independentistas catalanes y vascos para ser investido Presidente del Gobierno, ¿no es así?
- Mantener conversaciones es lícito.
- Sí, pero: ¿es lícito mantener conversaciones para ser investido Presidente de un país con quienes pretenden desmembrarlo?
- Me lo temía.
- ¡No lo haga, hombre! ¿No ve que eso atenta contra las normas mínimas de estabilidad estatal? ¿Quién será el próximo en desear no ser parte de España? ¿Galicia? ¿Ceuta? ¿Portugal? Además, ¡no olvidemos que hablan polaco! ¿No estamos en España? ¿No tenemos una lengua común? ¡Por no decirle de los vascos! ¡A esos sí que no los entiende ni Dios que baje del Cielo! ¿De verdad va a dejar que esos separatistas le hagan pasar por el aro solo por mantener el sillón? ¿En serio, señor Sánchez?
- Verá, Mostoboy. ¿Era Mostoboy?
- Sí, sí.
- Esto no es la primera vez que pasa. Usted era muy pequeño, si es que había nacido, cuando un señor de bigote, llamado José María Aznar, pactó con un partido nacionalista catalán, llamado Convergencia i Unió, liderado por un señor llamado Jordi Pujol, llegando a firmar un acuerdo llamado El Pacto del Majestic, recogido en 18 folios, de los cuales, dieciséis estaban escritos en catalán. Les costó soportar, a ambos, los terremotos que fueron produciéndose dentro y fuera de las fronteras de sus partidos pero, al final, Aznar fue investido Presidente. Ahora, si no le importa, señor Mostoboy, ¿me puede usted decir cuánto tiempo van a seguir durmiendo los agentes de seguridad de Moncloa para que le saquen de aquí a patadas?
- Un ratico aún.
- ¡Vaya!
- ¿Le importa que espere aquí a que despierten?
- … si no hace mucho ruido…
- Tranquilo por eso: me pongo con el Duolingo y va a creer usted que está solo.
- Siendo así…