Fuego de virutas

Protagonistas

Miguel Caballero, en "Las trece últimas horas de García Lorca" (La Esfera de los Libros, 2011), pone nombre y apellidos a quienes formaron el pelotón que fusiló al poeta granadino una madrugada de agosto de 1936. La trágica muerte de Federico García Lorca, las circunstancias que la rodean, son asuntos de la guerra civil española que han interesado e interesan mucho a los estudiosos. Guerra civil española, tragedia de tragedias.

Miguel Caballero, junto con Pilar Góngora, ya había tratado sobre la muerte del poeta en "Historia de una familia. La verdad sobre el asesinato de García Lorca" (Ibersaf, 2007) apuntando y argumentado una sugerente tesis para explicar el motivo de la detención y muerte de Federico. Motivo que, según estos estudios, sería un algo más acá de las ideologías que también fueron, porque mucho más serían las enconadas rivalidades en la Vega de Granada entre familias: la de García Lorca, los Roldán Sierra y los Rodríguez Alba, competencia entre terratenientes por controlar la comarca. Al parecer, Federico García Lorca, acaso como juego literario, acaso como "divertimento" pero con sarcasmo hiriente, ridiculiza en "La casa de Bernarda Alba" a sus rivales. La sociedad granadina supo identificarlos de inmediato cuando la lectura de la obra. Por ello, serán asuntos como los de Pepe el Romano y las hijas de Bernarda Alba –"mujeres ventaneras" —les dice su propia madre en la obra– lo que como venganza, llevará a la muerte al poeta. Honor y venganza, venganza y honor, leído lo leído, lo del tiro en el culo con el que se vanagloriaba alguien que se dijo ejecutor, no lo vemos claro ahora.

La guerra de 1936 a 1939 fue, además de política mal digerida, mucho cainismo. Pero entre lo que leemos ahora sobre el caso de García Lorca nos ha llamado a la reflexión el "protagonismo" de Manuel Martínez Bueso, jefe de los servicios motorizados de la columna de Nestares, José María Nestares, jefe del sector militar de Víznar (Granada).

Por lo que revela el libro de Caballero, Manuel Martínez Bueso sí presenció el acto al encargársele guiar al pelotón ejecutor. Cuando se le dio la orden de guiar, vigilar y presenciar la ejecución, Manuel Martínez acababa de enterrar a su hijo primogénito, hijo que no había cumplido un año. Apenas diez meses tenía la criatura. Pero a Manuel Martínez Bueso le tocó "participar" en el hecho y, aún con la congoja recientísima de la muerte y entierro de un hijo en la garganta, contemplar la ejecución. Le tocó estar allí y su nombre aparece vinculado al hecho pero... ¿Quiso estar allí? Ahora, la familia insiste en dejar claro que la única función de Martínez Bueso en el caso de García Lorca fue cumplir la orden de acompañar al pelotón aguantándose las ningunas ganas por circunstancias personales, pero que sólo actuó de guía, no de ejecutor. Y el caso nos lleva a plantearnos en cuántas ocasiones participamos, por las circunstancias, en hechos que de haber podido elegir nunca hubiéramos querido ni probar.

Cuando César López Hurtado publicó su libro sobre la represión en la guerra y la posguerra en Villena ("Villena roja 1936-1939. Represión de guerra y posguerra", M&C Publicidad, 2010) reconocimos diversos nombres y apellidos implicados en determinados hechos, mas nunca pretendimos saber estos nombres para proyectarlos contra las familias. Nunca quisimos saber nombres y apellidos para hacer leña en determinadas ramas de genealogías locales. Cuando el libro de López Hurtado, como con otros libros, queremos saber por saber historiador; por saber y comprender, más allá de los protagonistas, las circunstancias. Y en las circunstancias se nos escapan muchas veces las voluntades.

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