Escena 1
- ¿Democratización? ¿Qué dices? Han encontrado la fórmula perfecta para la dominación mundial: aprovechar el ego hipermegatrófico de una sociedad que desemboca en la más absurda y descabellada gilipollez.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que, si bien Huxley y Orwell estaban en lo cierto, los que dominan el cotarro han sabido sacar más provecho de la inmensa estupidez humana, para tenernos a buen recaudo, que de mecánicas sociológicas demasiado elaboradas. Solo hay que darse una vuelta por las redes sociales para comprobar que exponemos nuestras vidas gratuitamente y, cada vez, con menos tapujos. Mientras no publiques una teta, está permitido que expongas tu vida y la de los tuyos en un escaparate mundial de seis pulgadas. La paella del domingo, los muffins con tus niñas, la cerveza del viernes por la tarde… si el mundo entero no tiene constancia de que has comido una vichyssoise con algas y frutos rojos, es como si comieras calorías vacías. Aunque a nadie le importe qué demonios haces con tu vida, estamos “obligados a pedir consentimiento”.
- ¡Exageras!
- ¿Sí? Echa un vistazo y te darás cuenta de que lo que digo es real. La gente exporta su vida a través de una maraña (que no red) de innumerables publicaciones que, para más inri, quedan ahí para la posteridad, como si fueran a salvaguardar la memoria individual de quien escribe y que, seamos sinceros, no importa a nadie.
- Es una postura muy radical, casi terraplanista.
- Quizá sí. Terraplanista en contra de las pantallas (y las cabecicas) planas. En contra del discurso imperialista de las frases de autoayuda. En contra del imperio de la libertad de salón y de la sabiduría de chichinabo. Del “carpe diem” forzado y guiado. De la espiritualidad banal.
- Eres un negacionista, Miguel.
- Reniego de las conductas absurdas que implican la pertenencia a la Iglesia de la Vacuidad. Te pongo un ejemplo: estamos acostumbrados a grabar eventos con nuestros móviles, ¿no? Conciertos y eso…
- Sí.
- Es decir: te pierdes el concierto grabando algo que vas a tener para siempre en tu bolsillo y no vas a volver a ver jamás. Además, lo cuelgas en Facebook para que todos sepan lo guay que lo pasas.
- …
- En cien años, hemos pasado de no tener ni puta idea de lo que pasaba en la calle de arriba a estar informados de datos tan estériles como que Fulanico de Tal esté bebiendo agua de una fuente al lado de la Plaza del Obradoiro a tiempo real.
- La información nunca está de más…
- Pero la sobreinformación hace que tengamos el culo pelao de recibir noticias de todo aquel que se considere lo suficientemente importante como para creerse, que no ser, noticia. Así, las cosas realmente trascendentes, pasan a un plano irrisorio: a nadie le interesa saber que los precios han subido más de un diez por ciento en unos pocos meses o que cada tantos segundos muere alguien de hambre, si puede ver un video de su vecino de abajo dándole vueltas a una gachamiga o a la mujer del primo segundo de Joaquín Prats Hijo, en mallas, haciendo zumba. Mal que nos pese, alcalde, realmente no somos noticia. La mafia de la manipulación ha dado con el Santo Grial que supone la más completa estupidez humana y, lo peor es que se la estamos inculcando a nuestros hijos, que van a multiplicar exponencialmente esta realidad. Ya hay más tinta en tatuajes vacíos de contenido que en todas las ediciones del Quijote juntas… pero hay que ser uno mismo, ¿no? ¡Mis cojones! El libre albedrío vale tanto como los likes que tengas cuando publiques tus mierdas en Facebook. Hincamos la rodilla ante aquellos que más pierden la dignidad y la privacidad, endiosando al bufón como artista contemporáneo.
- ¿Y qué podemos hacer al respecto? ¿Convertirnos en una especie de amish o algo?
- Precisamente es lo que vamos a terminar siendo: personas que no valen ni el pseudónimo que usan en las redes sociales, anuladas como entes pensantes, obligadas por una fuerza invisible a airear mundialmente sus miserias y sus logros en pro de una comunidad individualista, a la que le importa un pito la felicidad de sus componentes y que se alimenta de su ego. El ubuntu de la idiotez humana.
- Eso es muy catastrofista, ¿no?
- Sí, claro. Catastrofista e inquietante. Mientras nuestros hábitos son espiados, procesados y utilizados para el beneficio de alguien oculto, derrochamos tiempo y dinero en seguir siendo parte del ganado. Las tendencias son Ley: déjate barba, ve al gym, compra un Mini, hazte un tatoo de Frida Kahlo (aunque no sepas cómo se escribe su apellido), colorea mandalas, haz running, conduce más agresivo y cocina pastelitos con tus hijos (siempre que llueva en el fin de semana que no le toquen a tu ex-marido). Sobre todo, haz selfies para hacer ver al mundo que estás disfrutando, aunque tengas diarrea. Bebe ocho vasos de agua al día. Asiste a todos los conciertos de grupos-tributo que haya en un radio de cien kilómetros. Mueve las manos como un playmobil cuando hables. Utiliza muletillas como “pues” o “en verdad” digas lo que digas. Junta los dedos para formar un corazón en lugar de decir “te quiero”. Yo paso de esta mierda, alcalde.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Voy a aislarme. Me iré al campo e intentaré tener el menor contacto con la sociedad como me sea posible. No tendré tele, ni internet, ni móvil, ni nada de nada. Voy a quedarme solo con mi vida, siendo consciente de que no le importa a nadie más que a mí.
- Espero que tengas suerte.
Escena 2
- Buenos días, chicos.
- Buenos días.
- Buenos días, señor alcalde.
- El otro día estuve hablando con Miguel. Estaba como deprimido o algo así. ¿Alguien sabe algo de él?
- ¿Miguel? ¿El anacoreta?
- Sí.
- ¡Buah! ¡Se ha hecho de oro!
- Sí, sí. ¡Lo ha petao en Youtube, alcalde!
- ¿Cómooooorrr? ¿No se había aislado del mundo?
- Eso iba a hacer, pero se le ocurrió abrir un canal para proclamar su dogma y ya tiene más de dos millones y medio de seguidores. Es un todo influencer.
- El que no corre, vuela, alcalde.
- ¡Vaya!
- ¡Un gurú!
- Quien no lo conozca, que lo compre.