Vida de perros

Ser de derechas, hoy

Con el flequillo hacia la derecha, el polo azul marino, los zapatos limpios. Con el ABC en el asiento del copiloto, escuchando a los tertulianos de la COPE detractando al bueno de ZP en la radio y con los palos de golf en el maletero, me siento otro. Como más de derechas. Parece que a mí también me da por criticar al señor Ayelo y, en consecuencia, al resto del tripartito. Eso puede parecer, también para que algunos tachen a este medio en el que escribimos como amigo de la derecha (o de la izquierda en otras tantas ocasiones). Pero el hábito no hace al monje. Serán entonces ganas de hacer el tonto, como calificar como positivista al que dice “sí”, o afirmar que el que dice “no” es un cínico o un pesimista o un retrógrado. Espero que muchas de las tonterías que se dicen sean fruto de los 40 grados que alcanzamos en estas fechas –lástima que el invierno desmienta tales hipótesis–.
Desde tales supuestos, también tendrían que decir que soy de derechas –centro derecha quería decir– al ver la leve sonrisa de satisfacción que se dibujó en mi rostro al ver a Gallardón casar a dos militantes de su partido. Pero no puedo asegurarles que esta leve mueca en mi rostro se debiera únicamente al hecho en sí, a esa otra pequeña batalla ganada en favor de las diferencias; sino que, más bien, les confesaré que la satisfacción la trae la coherencia con que se llevó el asunto –la de Gallardón y Villalobos entre unos pocos, me refiero–. Punto de vista que me lleva a constatar que la coherencia poco tiene que ver con los colores políticos ni con las religiones o los pensamientos. Ser coherente es al final más interesante para nuestra vida social que ser de cualquier pensamiento. Pero vayamos al quid de la cuestión: ser de derechas hoy, para ello tendré que decirles que no sé qué debe ser serlo, que el título del párrafo se debe más bien a un intento de provocación que a una columna explicativa. Ser de derechas hoy, como de cualquier otro punto, debe ser, creo y por consecuencia del pensamiento expuesto, ser coherente con uno mismo y al tiempo con los demás. No imponer –qué difícil debe ser eso cuando se es político– el propio criterio al resto –aún siendo la máxima de la democracia y sus caprichosas mayorías–. Ser de derechas hoy –como ser de cualquier otra cosa– debe ser tener la coherencia de buscar el beneficio y bienestar común, el respeto al resto. Me temo que sólo vivimos una vida y no podemos permitir que nuestra forma de verla y entenderla responda a la visión de otros.

Terminar diciendo que yo no soy nadie para hablar de cómo es ser de derechas –ni de izquierdas, no crean– pero que tampoco me parece que sea lo más importante. Cada cual sabe cómo ser lo que quiere ser, pese a que en ciertos círculos se imponga este “cómo ser” o ese “cómo quiero ser” para obtener una opinión común que nos hace dejar de ser personas. Eso es algo que no ocurre en este medio, lo digo para que se entere el sujeto –político, para más inri– que hace pocos días tildó al periódico de derechista, incluyendo toda información y opinión en ese mismo saco. Tendré entonces que defender a esta casa por no imponer su ideología entre los que en ella convivimos, cosa, muy señor mío, que posiblemente no ocurra en su dichoso partido. Con todo le diría aquello de que quien se pica, ajos come y parece que a usted no son sólo los mosquitos los que le pican.

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