Vida de perros

Si te portas bien…

No, no se equivoquen, no les estoy prometiendo nada. Y aunque no se trata de criticar las palabras del Concejal Jesús Santamaría, tampoco se encaminan estas líneas a dar cancha a la oposición. Pero es notable el hecho de que una vez de regreso a las aulas, el señor Santamaría hable a la oposición como si de un grupo de alumnos rebeldes se tratara. Cosas que nuestros ediles piensan cuando no pueden dormir. ¿Acaso creo que se tendrá en cuenta el trabajo del Partido Popular en caso de que su comportamiento sea el correcto? No, no lo creo. ¿Entonces?, nada más que reflexiones del buen edil en lucha contra el desvelo. Y si cansados, que es cierto, de ciertas entradas a matar de las almas centroderechistas, seremos las personas –como sujeto no sexista, digo– quienes tengamos a bien advertir de los malos o inapropiados modos a quienes también luchan por nuestros intereses, digo yo, o debiéramos serlo. Falta de conciliar anhelos, que diría aquel (y que vivan los títulos de las columnas, que un día nos darán para hacer un monográfico).
En caso de que yo me portara bien, me prometieron llevarme a la Feria del Campo, undécima edición. Pero bien saben, quienes me conocen, que portarme bien no es una de las prestaciones que incorpore mi persona, así que tuvo que ser el domingo por la tarde cuando al fin pude toparme con tan prodigado evento. A sabiendas que mi mal comportamiento me había dejado sin ver la doma de caballos y sin, para mí lo más doloroso créanme, disfrutar de las habilidades tractorísticas de nuestros vecinos, tuve que conformarme con buscar encarecidamente las actividades de ocio, ya que la señora Ruth Mateo anunció que se aumentarían en relación a la anterior edición. Como es obvio para quienes estuvimos allí, tal aumento fue casi inapreciable, a menos que yo también llegara demasiado tarde. La cosa, con todo, carece de importancia, ya que todo el mundo anda feliz y contento con esta feria. Es poco decir que ya está consolidada, que es parte de la ciudad y que, igual que nuestras fiestas, tiene entidad suficiente para pegarle una patada a la Feria de Artesanía Festera o a la de Atracciones. Ahora el Paseo Marítimo pertenece a esta feria, que ha sido incluso capaz de transformar la palabra Campo por otros conceptos modernos –si fuera malo diría que se trata de un notaricón, juego de palabras que realizan los masones–.

Tampoco tuve ocasión de ver más que al 0,67 % del público asistente –calculado así, a lo del buen cubero, que no llega ni al dichoso 0,7 % exigido para casi todo–. El caso es que si cada una de las 135.000 personas (cien mil arriba, cien mil abajo) hubiera comprado un boleto a nuestras asociaciones benéficas bien podríamos ahorrarnos la feria que viene, la Intercultural digo (no sería por lo que toca a las asociaciones interculturales, sino por las sociosanitarias, por lo que hago el comentario). El caso es que aunque ustedes me llamen pesimista o agorero, o titiritero progresista, yo les digo que no me entra en la cabeza eso de las ciento treinta y cinco mil personas (aunque repitieran), pero que entiendo que es un cansado trabajo andar contando a cada cual que pasa en cada momento, y avisar de que se ha contado, para que no lo cuente el compañero o compañera que anota en la otra punta del recinto. Pero como cada uno se rasca donde le pica, quisiera por último sacar a la palestra la evaluación de la campaña Combina tus sentidos, para saber si es más o menos interesante que lo de poner un tren para recorrer la ciudad, o por curiosidad simplemente.

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