El Volapié

Sigue sonriendo, Raúl

Cuando me encontré contigo en los corrales de la Plaza de Toros de Castellón ya estabas sonriendo. Mientras tanto, me ibas explicando cómo estabais formando los lotes de la bien hecha corrida de Juan Pedro Domecq. Con tus gestos dejabas patente las ganas que tienes de ser torero. Estabas pletórico, tu mirada brillaba y sonreías con una placidez impropia de quien tiene que vestirse de luces por la tarde. Al salir de la plaza, no dejabas de sonreír a todo el mundo que se acercaba a saludarte y a todo el mundo sorprendía tu tranquilidad. Poco a poco, se te va conociendo fuera de Villena e incluso los aficionados que no te conocían, al mirarte, se daban cuenta por tu planta que eras uno de los novilleros.
Seguías sonriendo –ya vestido de azul y oro– en el imponente portón de los sustos de aquella preciosa y emblemática plaza de toros que se mostraba expectante desde la puerta de cuadrillas, con el ambientazo de una gran corrida de toros en la que se hubiesen anunciado tres grandes figuras.

Era una final. Era una nueva final porque para ti –también para los otros novilleros– cada tarde es una final. Cada tarde te juegas torear o no torear la tarde siguiente. Cada tarde te han sacado a hombros por la puerta grande. Sin embargo, el domingo te fuiste a pie tu solito por la puerta de cuadrillas al mismo tiempo que tus compañeros de cartel daban la vuelta al ruedo a hombros de los capitalistas. Nunca te había pasado esto y resulta lógica tu contrariedad. Por eso tiene mucho valor que no perdieras la sonrisa, por eso resultó un gesto muy torero despedirte del público que te ovacionaba puesto en pié con una sonrisa. Leve sonrisa –porque no daba para más– pero sonriendo.

Haz caso de los buenos consejos. Ahora quienes bien te quieren tratarán de aconsejarte. Podrán decirte que te notaron algo atacado en tu primero, que cuando comenzó a pararse debiste haberle apretado las tuercas o que lleves cuidado en no perder el buen sitio que siempre has tenido con la espada.

Después cambiarán de tercio y te recordarán el quite por chicuelinas, el toreo en redondo en los medios y dos series de naturales cerrando un poco al quinto de la tarde. El novillo tardó en doblar, la presidencia careció de sensibilidad contigo y la tarde ya discurría por otros derroteros. La única corrida que no le sirve a un torero es la que no se torea, de modo que aprovéchala y sácale todo su partido.

Siguiendo con la lectura positiva del festejo, te felicito por haber llegado a la final, porque ha sido la primera vez que te televisan, por tus buenos modos, porque estás contribuyendo a fomentar la afición a los toros en Villena y logrando que –siguiéndote– los buenos aficionados villenenses puedan cultivar su afición sin esperar al día 7 de las narices.

Te agradezco con el alma tu brindis tan sentido. Muchas gracias, Raúl. Sigue sonriendo.

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