El Ordenanza

Sol y sombras

El Ordenanza. Capítulo 85

Escena 1

  • Tiene la palabra el señor Acevedo.
  • Nuestro partido está dispuesto a arrimar el hombro para que los tres proyectos salgan adelante. Creemos que hemos de crear un consenso en lo tocante a la ubicación del puerto seco pero el conjunto de ciudades, gobernadas por nuestro partido, que se han adscrito a la propuesta de nuestra ciudad, nos hace partícipes del entusiasmo por hacer realidad esta gran oportunidad. En segundo lugar, celebramos que Florentino Pérez, mediante ACS, haya decidido invertir en el proyecto de una nueva planta fotovoltaica en nuestra ciudad, con una inversión de más de 75 millones de euros, con lo cual, tendremos más visibilidad a nivel nacional, promoviendo el turismo en nuestra zona, ubicándonos en el mapa de ciudades más importantes de la Comunidad Valenciana. Solo pedimos que,el equipo de gobierno esté a la altura de las circunstancias y, aunque prestamos nuestra mano, estaremos atentos a sus movimientos. Muchas gracias.

Escena 2

  • Avelino, ¿ha visto usted a Juan José?
  • Acaba de subir a la alcaldía, señor alcalde. ¿Todo bien?
  • No lo sé, realmente. Debería ir todo bien pero… ¿sabe? Lo de la Sierra de Salinas y lo de los Alhorines me tiene muy angustiado.
  • Si me lo permite, señor alcalde, desde que la ambición pisó este planeta, la vida es mucho más complicada.
  • Nunca me gustó el fútbol.
  • Ni a mí.

Escena 3

  • Es una mierda que tengamos que reventar nuestros recursos naturales para que la economía crezca, Juanjo. Lo mires como lo mires.
  • ¡Tío, despierta! ¡Imagina el empujón!
  • Además, alcalde, el término municipal es inmenso. Tenemos sitio de sobra para todo.
  • ¿Sitio de sobra, Andrés? ¿Sitio de sobra? ¡No me jodas! ¿Hace mucho que no paseas por los Alhorines, verdad?
  • Ya, pero tenemos que estar a todas. No podemos dejar pasar estas oportunidades.
  • El impacto medioambiental va a ser terrible.
  • Son 60 años. Eso no es tiempo para la Madre Natura.
  • … 60 años… ¿te das cuenta de dónde estaremos tú y yo dentro de 60 años? Tu hijo tendrá 59, Juan José. Espero que entonces, esté orgulloso de que ahora mercadeemos con lo único que, realmente, podemos asegurar que tiene este pueblo: su tierra.
  • Quizá, si no mercadeo con su tierra ahora, tendrá que emigrar a otra tierra para poder subsistir.
  • Llámame antiguo, pero creo que hay cosas más importantes que el dinero.
  • Pues, cuando esas cosas se coman, las pondremos en valor.
  • No voy a apoyaros en esto.
  • No tienes más cojones que hacerlo. El Puerto Seco y las fotovoltaicas son el futuro.
  • Siempre puedo dimitir.
  • Sí, pero si no estás tú, el teniente de alcalde soy yo, con lo cual, evitas el problema moral, pero no lo solucionas.
  • No te reconozco, Juanjo.
  • ¡No te montes dramas, alcalde! ¿Qué hace falta para convencerte de que esto puede ser un espaldarazo para la comarca?
  • No lo sé… imagino que un estudio sobre el impacto medioambiental, que va a ser devastador, sería lo suyo. También me gustaría tener la garantía de que no va a afectar a ciertas zonas de nuestro patrimonio ecológico.
  • Lo del impacto medioambiental está en marcha. No te preocupes.

Escena 4

  • ¡Haz el favor de no hacer el gilipollas, alcalde!

El primer edil separa, entre las solitarias penumbras que decoran su despacho en la alcaldía, sus manos del cuerpo y mira al techo, con las palmas hacia arriba. Cierra los puños, como si un escalofrío recorriese toda su espina dorsal. Ha reconocido la voz que acaba de sonar, cavernosa, hueca, algo aguda (pese a las circunstancias)… ya sin calor. Aun así, pregunta a su interlocutor, casi maldiciéndose mentalmente:

  • ¿Quién anda ahí? ¡Muéstrate!
  • ¡Eso va a estar jodido! Soy el hombre invisible.
  • Me lo temía.
  • Tampoco te quejes, que podía haber venido Loquillo.
  • Tienes razón. ¿Quieres un café?
  • Dadas las circunstancias, no creo que pueda tomarlo, pero gracias. ¿Te vas a tomar un café a la una de la tarde?
  • Es que no me ha dado tiempo a almorzar.
  • ¡Vaya!
  • Oye, ¿por qué me has dicho que no haga el gilipollas?
  • Porque no te merece la pena.
  • ¿Cómo?
  • Lo que has oído. No puedes remar contracorriente. ¿Cuándo fue la última vez que alguien se puso de acuerdo en algo en este ayuntamiento?
  • Ya, tío, pero sabes lo que va a implicar que se lleven a cabo estos proyectos. Se van a cargar dos parajes naturales impresionantes, y esperemos que no se metan en medio de la Sierra.
  • ¡No seas cenizo, hombre! No lo consientas. Pon sanos límites, pero no dejes a la ciudad sin oportunidades, porque la cosa está bastante regular. La gente está hasta los huevos de pandemia, de penurias, de mascarillas y de que los políticos seáis unos mierdas. La gente quiere que haya curro para todos, aunque a nadie le gusta trabajar. Y trabajan para poder irse a los bares a ponerse hasta el ojete y pasárselo bien… socializar… y vais y cerráis los bares y no dejáis que se junten más de ¡yo qué sé ya cuántos se pueden juntar! ¡Despierta, alcalde! A la peña, realmente, le importan una mierda los pajaricos de la Sierra de Salinas. Quieren curro y tienen fe en que esto vaya a mejorar. No seas gilipollas.
  • ¡Joder, Quique! ¡No tienes pelos en la lengua! ¡Ojalá hubiera más vivos como tú muerto!
  • Me he calentao un poco, sí.
  • Tranqui… oye, por cierto: lo de que te hayas muerto es una putada.
  • ¡Buah, no te preocupes! Esto no está tan mal.
  • Cuídate mucho.
  • Sí, me voy a apuntar a un gym. ¡No te jode! Y hazte un favor, haz lo que todos esperan. Voy hacia la luz… ¡que no! ¡Que es broma! ¡Aquí no hay ni luz, ni San Pedro, ni na de na! Siento haberte destripao el final.

Dedicado a Florent… digo … a Quique San Francisco, mi hombre invisible favorito.

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