Escena 1
- Buenos días.
- Muy buenos sean.
- ¿Tienen pan de espelta?
- Ahora mismo no me queda, lo siento.
- ¡Vaya! Es que estoy siguiendo una dieta sin gluten y…
- Pues se nos ha acabado bien temprano porque, con esto de las modas, ahora el que no es intolerante a algo, corre el riesgo de quedar excluido.
- … Ya…
- Buenos dí… ¡Ostras! ¿Usted es…?
- …
- ¡Usted es Fernando Este…
- Espeso, sí. Frenando Espeso. Soy un tributo a Fernando.
- ¡Oh! ¿Sí? ¿Y cómo le va?
- Pues ya ve: comprando pan de espelta.
- No nos queda, lo siento.
- Ya…
- Quiero decir: ¿qué le trae por aquí?
- Comprar pan de espelta, «señora que siempre pregunta lo mismo».
- ¡Oh, perdone! Quería decir que qué le trae por estas tierras.
- Nada realmente importante. Ya sabe cómo es la vida del sucedáneo: acudir a algún evento en algún pueblo remoto de una provincia remota a contar chistes y anécdotas de otro, intentar no palmar pasta en el viaje, comer, …
- ¡Apasionante!
- ¿Usted cree?
- Al menos, lo parece…
- Realmente, mi trabajo es eso precisamente: que lo parezca, pero sin serlo. Nuestra misión es imprescindible para que no se pierda la obra de los grandes artistas.
- ¿Sí?
- ¡Claro!
- No sé yo…
- Hace un par de años, estuve en un magnífico espectáculo donde participaba junto a Andrés Bajares, Fina Morgan, Lita Haywort y Alain Pelón. ¡Menuda se armó! Recuerdo el pogo que se formó con «Soy el rey de Rustic Hall».
- ¿No era «Soy el rey del Music Hall»?
- ¡Señora, por Dios! ¡Lleve cuidado con lo que dice! ¡Nosotros cantamos «Soy el rey de Rustic Hall», no confundamos! ¿No ve que si utilizamos el nombre real de la canción se nos puede echar encima la SGAE?
- ¡Oh!
- ¡Nos puede usted hundir el negocio!
- No había caído, perdone.
- ¡Imagínese lo que significaría que nuestra industria quebrase y que la gente no tuviera acceso a, por ejemplo, melodías vocales tan bien traídas como las del genial pseudo-dúo Elia baila sola, el humor racial inconexo de Chinito de la Calzada, la casi-magia de David Cobrefield o las fantásticas adaptaciones a la lengua valenciana que hace Enric Rebombori de los grandes éxitos del muchachote de Zaragoza! ¡Sería un caos! ¡La gente debería ir a ver los grupos originales, con el gastazo que eso supone para el bolsillo medio!
- Yo…
- ¡Nuestro trabajo puede ser considerado como una labor social! Nosotros, se podría decir, mantenemos vivo el recuerdo en el populacho de aquellos a los que imitamos. ¿Quién, si no fuese por Ataska y Trinarama recordaría «¿A quién le importa?» o «Bailando»? Es obvio que esas canciones caerían en el olvido, mujer. ¡No podemos poner en peligro el engranaje del negocio de la imitación a la ligera!
- Visto así…
- Y no solo hablamos de espectáculo. Es un movimiento generalizado en casi todas las disciplinas culturales.
- ¿Ah, sí?
- ¡Por supuestísimo!
- No conocía yo esto…
- En literatura, por ejemplo, tenemos autores que están emergiendo con fuerza. Sírvase el ejemplo del flamante escritor iberoamericano Graciel Gandía Mánquez, ganador del Premio Novel por su adaptación «50 años a solas». En esta obra, incluso mejora al original, ya que utiliza un lenguaje menos fatigoso y aligera al texto de paja innecesaria.
- Lo leeré.
- ¡Deberá pagar por ello! ¿O qué cree? ¡Los pseudo-algo también tenemos derecho a una parte del pastel! ¡Vivir del talento de otro tiene su miga, oiga!
- Na… nadie lo discute.
- ¡Míreme a mí, sin ir más lejos! ¿Cree que a mí me gusta ir con estas pintas de rijoso-pasao-de-vueltas por el mundo? En realidad, yo soy alto, delgado, rubio y con ojos verde lago. ¡Lo mío me ha costado mi personaje!
- Tienen ustedes mucho mérito, sí.
- ¡Y tanto! ¿Quién recordaría a Michael Jackson si no fuese por la avalancha de tributos que llenan los escenarios de medio mundo? ¡Nadie! De hecho, deberíamos ser nombrados Conservadores del Acervo, Adalides del Recuerdo, Acercadores de la Memoria.
- ¿Acercadores?
- Es un pseudo-sinónimo.
- ¡Oh!
- Sí. He de decir que también me dedico al mundo de las letras.
- ¿Cómo es eso?
- Es una faceta en la que firmo con otro pseudónimo.
- ¿Sí?
- Camelio Josué Ceta. He reescrito, letra por letra, el fragmento del inventor de palabras de La colmena.
- ¿Qué me dice?
- Lo que oye, lo que oye.
- ¡Oh!
- Como le decía, somos los encargados de mantener viva la llama del pasado… bueno, del pasado y del presente, porque se dan tributos a gente que todavía está en activo.
- ¡No me diga!
- Le pondré un buen ejemplo: En teatro, contamos con Juan Diego Rotto, que actúa casi tan bien como Botto y verlo es mucho más barato.
- ¡Pero eso es… genial!
- ¡En teatro tenemos muchos! Caramelo Pómez, Nutria Expert, Lobita, … Incluso tenemos un pseudo de un muy querido actor de aquí, de esta ciudad: Tulo Prado.
- ¡No sabía que su actividad fuese tan…
- Señora, mentiría si le dijese que somos imprescindibles pero, hemos tenido la suerte de que los acontecimientos nos hayan hecho imprescindibles. Imagine lo que sería el mundo sin nosotros o sin productos como nosotros: Nos quedaríamos sin marcas míticas en el mercadillo de los jueves, como Lecosta, Ferarri, Mike, A días, J Javier y otras que han marcado un antes y un después en nuestra civilización. Y en el mundo del arte sería una catástrofe. Significaría que, las barreras artísticas serían inexistentes, lo cual equivaldría dar libre albedrío a cualquier idea que tuviese cualquiera, por novedosa que fuere. ¡Nos enfrentaríamos a una vorágine de creatividad ilimitada! ¡Sería la anarquía! No, no. Si haces poesía, novela, relato, etcétera, debes conseguir que el lector tenga la impresión de que ya lo ha leído. Lo mismo con la música, el teatro, el cine… Introducir nuevas estéticas, formas o reglas sería un verdadero caos. Todo tiene que parecer cercano y conocido.
- Buenos días.
- ¡Buenos días, Arielino!
- ¿Cómo le va, Charo?
- Aquí, ya ve. ¡Qué alegría verle!
- ¿Me pone dos barras rústicas, por favor?
- ¡En un pispás!