Estación de Cercanías

Terrorismo de género (I)

Me voy a permitir obviar el tema estrella de esta semana y prolongar esta licencia hasta la próxima, porque voces y opiniones sobre él hay miles, de todos los colores, sabores y para todos los gustos. Y lo voy a hacer porque me siento defraudada con los protagonistas del cara a cara electoral, esos que todo lo prometen y para los que este tema quedó en blanco, sin mención alguna, y porque como mujer con voz pública me siento en deuda para con esta causa.
284 mujeres muertas a manos de sus parejas en estos últimos cuatro años. 4 muertes por atentado terrorista en el mismo periodo de tiempo. El dato es abrumador, contundente, sin menospreciar el peligro que supone una banda terrorista armada y considerando pocos todos los esfuerzos y medidas de seguridad que se destinen a combatirla y enmendar en lo posible sus consecuencias, considero sin intentos comparativos que en la lucha contra este otro terrorismo deberíamos hacer un esfuerzo similar. Si bien es cierto que durante el último cuatrienio se aprobó la ley integral contra la violencia de género, también lo es que ha resultado insuficiente a todas luces, y que lamentablemente y por mucho que en los últimos días, y al hilo del negro 27 de febrero, día en el que cuatro mujeres perdieron la vida por decir NO, los dos partidos mayoritarios en España hincaron diente fugazmente en la carnaza, diente que levantaron al día siguiente, de la carne y de sus intenciones y proyectos.

Y les aseguro que escribo conociendo datos, pues servidora, que tratándose de promesas electoralistas desconfía por principio, ha buceado por las propuestas de ambos programas electorales para comprobar cómo el oportunismo ha hecho causa, pues el PP en su programa tan solo alude a la violencia de género explícitamente en una ocasión (punto 141 de 234 propuestas), en referencia al reforzamiento del Código Civil, al igual que PSOE lo señala abiertamente en el punto 82 de sus 100 propuestas y en alusión al maltratador extranjero con un extravagante anuncio de expulsión del territorio, cuestión ésta que incomprensiblemente no se considera para los nacionales, cuyo alejamiento suele ser más cercano. No conté las veces que la palabras ETA, víctimas del terrorismo, inmigración, vivienda, IPC o inflación se repiten, pero les aseguro que son algunas más.

Problemas todos sí, pero situados en diferentes niveles de perjuicio social y de influencia en nuestra cotidianidad, porque llegando a la muerte, al golpe, al daño psicológico irreparable y al desprecio más absoluto por la libertad de la mujer, a mí como mujer me cuesta digerir esta ausencia de nuevas intenciones y propósitos para atajar un drama que levanta la voz cada día. Me resulta complicado llegar a encontrar la razón de tal vacío, indagar en el porqué de que este nuevo terrorismo que se ha instalado entre nosotros no sea capaz de colarse en los primeros puestos de las preocupaciones de los españoles, que miramos horrorizados un día tras otro sus consecuencias, ya no solo de muertes, sino de vidas rotas, de hijos destrozados, de familias mutiladas, y que me hace intuir que solo contemplamos sin ver, que estamos faltos de los estímulos necesarios que hagan de la ira de cada nuevo caso una intención de lucha, no la aceptación entre dientes de ¡otra más! Posiblemente en primer lugar deberíamos alejar de nosotros la normalización que siembra el continuo goteo de muertes femeninas que diariamente conocemos, y exigir que los estamentos médicos, públicos, políticos, jurídicos y policiales asuman su obligación de actuar como detonante social que propicie el levantamiento sin cuartel que los datos arriba expuestos están pidiendo a gritos. Porque…

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