Escena 1
- Buenas noches, señor alcalde.
- Buenas noches, Avelino. Perdone que le llame a estas horas. Acabo de hablar con Juanjo y me ha informado de lo de las pintadas.
- Toda la fachada del Ayuntamiento está llena de números…
- Sí, de seiscientos dieciséis.
- Sí. En rojo… como si estuviesen escritos con sangre. No entiendo cómo puede haber sucedido.
- Hay gente que no está bien de la cabeza, Avelino.
- Señor alcalde, no pueden haberlo hecho sin que nadie haya visto nada. Es como si hubiesen brotado de la roca…
- Eso es una locura, ¿no cree?
- La fachada entera está garabateada. Teniendo en cuenta que hay a varios metros de altura… no concibo cómo lo han podido hacer sin escaleras o andamios.
- … y con el seiscientos dieciséis. Demasiada casualidad. ¿Han avisado a la policía?
- Sí, ya están trabajando en ello.
- ¿Cree que alguien puede haber filtrado el asunto de mis despertares a las seis y dieciséis?
- Cuando usted lo contó, sólo estábamos el señor Alcañiz, la señorita Gabriela, don Andrés, usted y yo.
- Confío en que los agentes encuentren alguna pista esclarecedora.
- De momento no han averiguado nada.
- Dejemos que hagan su trabajo.
Escena 2
- ¿Qué opinas, Sira?
- Creo que alguien te está gastando una broma macabra.
- ¿Con qué intención?
- No lo sé. Tal vez, desequilibrarte psicológicamente. ¿Has pensado en los que te enviaron la amenaza?
- ¿Esos dos cromos? No los veo con suficiente talento como para hacer algo así, la verdad.
- Yo no descartaría nada.
- Cielo, llevaban pantys de rejilla rojos… ¡de dos piernas!
- Tienes razón. ¿Has buscado información sobre el número?
- Decidí no darle importancia, la verdad.
- Igual es el momento de hacerlo…
- Alexa, significado del número seiscientos dieciséis.
- “El número 616 resuena con una energía positiva y estable en general...”.
- ¡Eso es una soberana estupidez!
- ¡Hostias! ¡Robert De Niro!
- No exactamente, alcalde: soy Louis Cyphre.
- ¡Oh! Encantado pues… le presento a…
- Sira Blanc. Detesta que le llamen por su nombre real, Sirena.
- ¿Cómo puede saber eso?
- Es Louis Cyphre, Sira. Se dedica a sacar provecho de la información oculta de la gente. Por cierto, señor Cyphre, ¿cómo es que no lleva usted patas de cabra?
- Para no llamar la atención. Las llevo en el coche, un SEAT 131 Supermirafiori rojo.
- ¿Un 131?
- ¿Conoce un coche que emita más gases contaminantes, señorita Sira?
- …
- Decía que eso de la numerología es una auténtica estupidez: el seiscientos dieciséis es el número de la Bestia.
- ¿Pero no era el seiscientos sesenta y seis?
- Eso son inventos de heavys drogados de melenazas churretosas. El verdadero número de la Bestia es el seis uno seis.
- ¡Oh, vaya! Pues… parece que llevo varias semanas despertando a la hora de la Bestia…
- Me pareció una idea bastante original: ¿para qué voy a producirte estigmas con lo que molesta despertarse temprano y no volver a conciliar el sueño?
- En parte se lo agradezco: la sangre sale fatal de las sábanas.
- Bueno, ahora, con los detergentes de oxígeno activo…
- Lo malo es que los tienes que dejar en agua y…
- Y no contaminan tanto, la verdad.
- Tiene usted una rara fijación por destruir el medio ambiente, señor Cyphre…
- Es lo que tenemos los de nuestro rango, que nos gusta hacerlo todo polvo.
- ¿No tendrá usted nada que ver con la avalancha de propuestas para montar las plantas fotovoltaicas?
- De eso se encargan Pérez y Roig.
- Entonces, ¿para qué todo este despliegue?
- Para convencerte, alcalde, de que tu lucha es estéril, sabiendo que el Cielo no existe, pero que todo esto es Infierno. Que la humanidad es la peor de las plagas y que, encima, el humano es tan hipócrita como para echarme a mí la culpa. Que todos estáis muy concienciados contra la explotación sexual, pero reís los chistes de puteros machistas en los grupos de whatsapp. Que os dan mucha lástima las imágenes de inmigrantes deshidratados en pateras clandestinas, pero creéis que vienen al “mundo civilizado” a quitaros vuestros trabajos y a cobrar las paguitas que les ofrece vuestro gobierno, esforzándoos por ignorar el traumático trago que supone para ellos dejar a sus familias y enterrar a sus compañeros de viaje en un lecho de agua salada. Creyéndoos mejor que ellos por vuestro idioma, vuestro dios o vuestro jodido color de piel. Nadie empatiza, alcalde. El hombre apesta.
- No me puedo creer que venga el mismísimo Satanás dando lecciones de moral…
- No te equivoques, alcalde: a mí me viene de perlas que el ser humano sea tan despreciable. Es muy divertido ver cómo tu especie es tan imbécil, la verdad. Además, mientras vosotros os condenáis solitos, yo me puedo regodear en el pecado capital de la pereza.
- Creo que me ha sobrevalorado.
- No lo creas. Esto, seguramente, no vaya a tener mucha salida. Quizás, la publicación de estas palabras tenga una repercusión de setenta lectores… cien, a lo sumo, porque los humanos prefieren mirar hacia otro lado y creer que llevan una vida justa, llena de sonrisas, pasteles caseros y likes en Facebook e Instagram. Aun así, me entretiene sembrar el desasosiego. Por eso me he cargado un buen montón de pollos para llenar la fachada del ayuntamiento de números con su sangre…
- ¡Es usted lo peor!
- Gracias, aunque podría haber pintado un mural de corte ochentero. Al fin y al cabo, soy el artista más internacional.