El Volapié

Toreretes de papel couché

Las primeras ferias de la temporada dejan patente la disparidad existente entre aquellos matadores convertidos en figuras del toreo gracias a sus triunfos en las plazas más importantes del mundo y aquellos otros que su figuración sólo procede de su tenaz aparición en los medios llamados del corazón y que siempre terminan siendo de la entrepierna.
Estos últimos, a los que no se les conocen significativos triunfos en lo taurino, comienzan cada temporada con ochenta corridas firmadas porque a muchos asistentes a las plazas de toros –que no aficionados– les agrada ver de cerca toda la parafernalia que les rodea. Llegan a las plazas escoltados por la policía, por un nutrido séquito de energúmenas y siempre brindan el segundo toro a la adolescente hija del alcalde del pueblo de turno, que casi siempre es la que ha propiciado su contratación para poder admirarlos de cerca. Luego, en la arena, estos diestros se deshinchan y se quedan en nada, propinan cuatro mantazos, agarran la pasta y no los vuelves a ver… hasta el año siguiente, cuando ya olvidada su pobre actuación vuelven a contratarlos para repetir el numerito.

No los busquen cuando se presentan los carteles de las ferias importantes y mucho menos allá donde se lidian serios toros de los de estampa, altos de agujas y astifinos. Ni cuando toca a ir a Madrid cada cierto tiempo a pasar la reválida. Ellos siempre se solazan en plazas de escasa categoría, con ganado bien terciado y con todo atado y bien atado para que, a pesar de los mínimos riesgos del riguroso directo, nada pueda sobresaltarlos.

No esperen ver noticias suyas saliendo por las puertas grandes de las plazas emblemáticas pues lo taurino poco les interesa como tampoco a los que los contratan, porque aquí no son redondas las faenas sino las taquillas, que suelen llenarse a rebosar. Este es el indudable secreto de su éxito gracias a la telebasura.

Afortunadamente y pensando en nuestra ciudad como un próximo destino obligatorio del circuito taurino, las filtraciones, que van superando las líneas Maginot y Sigfrido, siempre apuntan a que de cara a la inauguración de nuestra nueva Plaza podremos admirar el toreo de máximas figuras de pata negra, oliva virgen extra, de los que se han labrado su admirable reputación triunfando tarde tras tarde y van dejando honda huella taurina allá por donde torean, aquellos que todo lo deben a su arte y a su valor y nada a la prensa rosa.

No obstante, para contentar a las hooligans de los toreretes de papel couché, debería montarse posteriormente una Extraordinaria Corrida de las Bragas Calientes en las que nadie podrá llevarse a engaño y donde todo aquel que compre la entrada sabrá de antemano lo que va a suceder en el ruedo, porque debo reconocer que Michael J. Fox está monísimo vestido de azul pavo y oro, pero la tauromaquia es otra cosa.

Por suerte para los aficionados de Villena y comarca la organización de la primera corrida está en las mejores manos.

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