Apaga y vámonos

Un poco de memoria histórica…

Retomamos el tema de la memoria histórica, señora, con la humilde esperanza de que este sencillo ruego sea escuchado y dejemos de contemplar a diario la ignominia esculpida en la pared de una de nuestras instalaciones municipales.
La última vez que hablé de memoria histórica –histérica, en aquel caso– fue para recordar las visicitudes de la Medalla de Oro entregada por nuestro Muy Ilustre al dictador Francisco Franco, y más concretamente del papelón de aquellos que, en la oposición, poco menos que veían un insulto al pueblo que no fuera retirada, mientras que en el gobierno, camino ya de los tres años,  poco o nada han hecho al respecto.
 
No obstante, no es de eso de la que quería hablar hoy, sino de otra circunstancia en la que reparé hace unos días y que me dejó ciertamente turbado, pues entre los miserables que nos han gobernado, hay uno que destaca por impresentable y sinvergüenza: el ex Honorable señor Rafael Blasco Castany, perfecto ejemplo de trepa que ha hecho de la política su modo de vida y, por lo que se ve, un corrupto de tres pares de narices.
 
Pasando por innumerables formaciones de la extrema izquierda en su juventud, acabó en el PSPV-PSOE cuando Joan Lerma iba a ocupar el sillón de la Generalitat. Expulsado del partido a finales de los 80, acusado de cobrar comisiones por recalificar terrenos (fue juzgado y absuelto al anularse las escuchas telefónicas sobre las que se sustentaba la causa), no tuvo empacho alguno en subirse al carro del Partido Popular de Eduardo Zaplana cuando se vislumbraba la alternancia de poder, y ahí se ha mantenido –de hecho, es la persona que más veces ha formado parte del gobierno valenciano– hasta que el actual President, Alberto Fabra, lo expulsara como portavoz parlamentario del PP en 2012, aunque lejos de dejar su escaño ahí sigue, chupando del bote como diputado no adscrito.
 
La Fiscalía pide para él 14 años de cárcel por malversación, tráfico de influencias, prevaricación, cohecho y falsedad, mientras que la propia Generalitat, personada como acusación, pide 11 años. El llamado “caso Cooperación” supone el desvío de casi 10 millones de euros –destinados a decenas de proyectos de cooperación, que debían combatir la violencia sexual contra niños, prevenir el sida, construir un hospital en Haití, devastado por el terremoto de 2010, o garantizar la seguridad alimentaria en países de África, América Latina y Asia–, que en lugar de ir a donde debían, han servido para que Blasco y sus compinches adquieran un buen puñado de pisos y plazas de garaje.   
 
Pues bien, en el edificio Amics de nuestra ciudad, en el callejón del Chicho, sede de diversos departamentos municipales y visitado a diario por muchas personas, una vistosa placa –véase la foto– nos recuerda que, mientras se llevaba el dinero a manos llenas, el Honorable Señor Blasco vino a nuestra ciudad a hacerse una foto.
 
Nada tengo en contra de que el nombre de la entonces alcaldesa, Celia Lledó, figure donde sea para recordar la efeméride –podríamos hablar otro día del amor por las placas y las fotos de todos nuestros prohombres y promujeres…–, pero propongo que esa placa sea retirada y sustituida por una donde no aparezca semejante impresentable. O en su defecto, incluiría un par de fotos suyas: una de frente y otra de perfil. 

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