Tenis

Una inoportuna lesión trunca el sueño de Alcaraz en Roland Garros

Después de un segundo set magnífico, ganado por el pupilo de Ferrero, el físico le deja sin opciones de llegar a la final

Carlos Alcaraz tiró una derecha a la red y al caer. ¡Zas! El latigazo. Su pierna derecha se quedó tiesa, no la podía mover. Probó a hacer equilibrios, a plantar el peso en la zona dañada. Novak Djokovic atravesó el campo y se fue a interesarse por él. “Así no puedo jugar”, dijo. Era el 1-1 del tercer set, no tocaba descanso y lo que le pasaba al español parecía que eran calambres, por lo que no podía pedir tiempo médico...

Con una excepción. “Puedes regalar los puntos”, le dijo la juez de silla, que también había bajado a preocuparse por el murciano. “Sí, sí, sí”, añadió el español, cojo del todo. Se sentó en la silla para que le dieran un masaje, y el marcador pasó automáticamente a 1-2 sin que el español llegara a servir.

Carlos volvió a la pista y cuando la árbitra dijo el resultado, hubo una fuerte pitada. Tuvo que explicar lo que había sucedido para calmar a la grada, el motivo por el que ese juego subió al marcador. Alcaraz lo siguió intentando, volvió a la pista, pero sus movimientos eran erráticos. Ya no se movía bien, no podía ir hacia delante, a las bolas cortas. Correr para los lados lo hacía con miedo. Jugaba a tiros, uno dentro, tres fuera. Logró algún ganador, pero claro, al otro lado estaba Djokovic, no un cualquiera, el mejor. Y aprovechó el momento el serbio para dispararse en ese tercer parcial: 3-1, 4-1... “No puede ser, es increíble”, decía el español, al que volvieron a atender al pasar por el banquillo de nuevo. Juan Carlos Ferrero le daba ánimos y le decía que se le acabaría pasando, pero ya nada fue lo mismo.

Fue como echar un cubo de hielo a un partido que acababa de vivir algunos de los mejores minutos de tenis del año. Las revoluciones habían subido de verdad en el segundo set, para llevar el deporte de la raqueta a su máxima expresión y convertirlo en uno de los mejores espectáculos del mundo.

Carlos Alcaraz, el joven, el osado que se atreve con todo, el fenómeno al que todos quieren ver, contra Novak Djokovic, la leyenda, el tenista que parece casi invencible en los Grand Slams. Los dos al máximo nivel para dejar un rato de tenis inolvidable.

"Así no vas a ganar"

El número uno del mundo había arrancado el duelo algo más nervioso de lo habitual, con demasiados errores, sobre todo con el revés. Iba como narrando lo que pasaba por su cabeza. "Mas velocidad le tengo que dar a la bola”, gritaba. "No vas a ganar a Djokovic a palos", dijo también. "Sí, Charly, sí", se animaba cuando le salía algún tiro bueno. Tenía momentos Alcaraz, pero el más consistente era Djokovic, que si en anteriores rondas tuvo algún momento de duda, sabía que ese no era el día. Serio desde el primer momento, en plan muralla, casi sin errores y tirando perfecto. Es un maestro en saber manejar los tiempos y en no fallar cuando no toca. Y en un encuentro como esta final el "no toca" es prácticamente todo el partido.

Le costó asentarse y ser él mismo a Carlos, empezó a combinar los palos con golpes con efecto, y cuando logró ser él mismo firmó esa segunda parte de segundo set sublime, con su rival también muy inspirado.

Pero entonces llegó el problema en la pierna derecha y todo se enfrío. El público ya no chillaba tanto. Ferrero le decía a su pupilo que se retirara si estaba mal y este quería seguir. Aguantó hasta el final por honor, se divirtió con algunas dejadas y algunas sutilezas, pero su destino en este Roland Garros ya estaba escrito.

(Votos: 1 Promedio: 1)

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