Estación de Cercanías

Vestirse o Disfrazarse

No se por qué, pero últimamente está muy extendido –y permitido– en esta Villena de mis amores el hecho de que Capitanes, Alféreces y Madrinas acudan a cualquier acto festero que se precie, o tenga la categoría de acto de primer nivel, llámense Proclamaciones de Regidoras, Presentaciones de madrinas o clausura de Entrefiestas, ataviados con los trajes Oficiales de cada una de las comparsas. Ya no hay que esperar al día 5 para volver a ver los rasos brillar, ni los terciopelos bordados… ahora en cualquier celebración festera que se precie, ¡ale!, a disfrazarse de festero (maná para Andrés), sin pararse a observar ni por un momento lo ridículo que resulta contemplar a un Masero o a una Nazaríe desfilando una dominical mañana de Junio como si tal cosa. Casi tan ridículo como hacerles ocupar a los trajes de festero el lugar que deben ocupar los trajes de noche en galas como las diferentes exaltaciones de madrinas.
Pueden llamarme puritana de la fiesta, que a lo mejor en el tema que nos ocupa realmente lo soy, pues yo percibo que me visto de Festera del 4 al 9 de Septiembre, cuando siento total comunión entre mi piel sintética y mis sentimientos. Cuando la imagen que veo está totalmente encuadrada en el paisaje que la rodea, cuando otras 12.000 almas me acompañan en ese ritual, ya que no concibo ni Junio, ni Julio, ni Agosto como meses para llevar al cabo el fascinante acto de enfundarte en una identidad adoptada que se mantendrá durante 5 extraordinarios días. Eso, para mí, es disfrazarse.

Y la gota que ha colmado el vaso de mi desagrado con semejante moda ha sido el comprobar cómo los miembros de la Junta Central de Fiestas, para “adornar” un poco más “Entrefiestas”, han dado su beneplácito total a ello y los han sacado a la calle sin ningún pudor. Y lo ha desbordado, pues a mi juicio una entidad festera que ha sido capaz de organizar unas jornadas donde se ha intentado tomar el pulso en la calle a todas aquellas personas con alguna inquietud por nuestra herencia histórica ha descuidado lo importante del atuendo festero. Porque para que esta tradición nuestra, que ha pasado generacionalmente de padres a hijos, se mantenga, no podemos olvidar, ni hacer de menos, el uso del traje de festero, ni el cómo, ni el dónde, ni el cuándo. De lo contrario, a este paso, y se lo digo en serio, me veo en el Ecuador (festero) con mi traje de Contrabandista, que bien “abrigaico” que es.

Se ha hablado de pólvora, se ha llevado a examen a las escuadras especiales, se han evaluado las embajadas, se ha cuestionado el comportamiento del festero desfilando, se ha querido cuidar la música, mirar por el público y sancionar al exaltado, pero nadie se ha acordado de la verdadera seña de identidad para cada uno de nosotros. No me digan que sacarlo a la calle en estas fechas ha sido para rendirle homenaje, pues no lo considero como tal. Ha sido hacerlo válido para cualquier ocasión. Y siento mucho reconocerlo, pero estoy convencida de que en poblaciones vecinas de cuyo nombre no quiero acordarme, esto no sucede. Si queremos salvaguardar tradiciones, si se miran y se miman hasta los más pequeños detalles, no podemos convertir nuestros trajes en disfraces.

Porque con ello estaremos diluyendo toda la magia que para mí, una enamorada sin remedio de mis Fiestas, tenía el 5 de septiembre, a las 3 de la tarde, cuando de cualquier portal, cuando por cualquier esquina, cuando en mi propia casa, veía aparecer de nuevo, como cada año, los primeros trajes, y contemplaba anonadada cómo el sueño se renovaba.

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