El Ordenanza

Vicente, el suicida

El Ordenanza. Capítulo 45

Escena 1

  • ¿Quieres que te acerque a Urgencias?
  • No te preocupes, Clara, de verdad. Seguro que ha sido algo que he comido que no me ha sentado bien
  • En serio, no tienes buena cara.
  • No pasa nada, créeme.
  • No me cuesta nada acercarte.
  • Me tomo un Almax y me acuesto. Mañana estaré mejor.
  • Pero cariño, no me quedo tranquila. Hazme caso: nos acercamos a Urgencias y que te miren en un momentito.
  • Por favor, Clara, no me apetece nada ir a Urgencias. Estoy demasiado cansado.
  • Pero cielo, es sólo por tu bien...
  • No, cariño, no voy a ir. No creo que sea tan grave como para perder y hacer perder el tiempo a nadie. Voy a la cama.
  • Juanjo... yo....
  • El teléfono. ¿Quién llamará ahora?... Buenas noches, Avelino... ¿otra vez?... Ya veo... voy para allá. He de irme. Vicente ha vuelto a subirse a la cornisa de su ventana.
  • ¿Puedo ir contigo?
  • Como quieras.
  • ¡Pues vamos!

Escena 2

  • Vicente, ¿qué es lo que sucede hoy?
  • ¡Juanjo, quiero que dimita el Pedro Sánchez o me tiro!
  • ¡Pero vamos a ver, Vicente! ¿Tú crees que tenemos suficiente interés tú y yo como para derrocar al gobierno de la nación?
  • ¡Pues me tiro!
  • ¡No! ¡No lo hagas, Vicente! Vamos a hablar, ¿vale?
  • ¡Esta vez no me vas a engañar, teniente de alcalde! ¡O dimite Pedro Sánchez en media hora o mi muerte caerá sobre su conciencia!
  • ¿Y también sobre la mía?
  • ¡No, hombre! Tú me caes bien, aunque seas un rojo redomado. ¡Caerá sobre la conciencia de Sánchez! Claro... que igual no tiene... y eso sí sería un revés... estos comunistas, masones y venezolanos, ¡son capaces de todo!
  • Pero, ¿qué te ha hecho el Presidente ahora, Vicente?
  • Que no ha sabido gestionar esta crisis por la que estamos pasando. Nos está hundiendo en la más absoluta de las miserias.
  • Voy a subir, ¿vale? Esto no es cuestión de hablarlo aquí así, a grito pelado.

Escena 3

  • ¡Menos mal que ya no vives en el séptimo!
  • Ya sabes, cuando le cogí gusto a esto del intento de suicidio y mi mujer me dejó, decidí mudarme a un primero.
  • Así, si te caes, sólo te puedes romper un brazo o algo, sí. Ya hay que tener mala caída para quedarte muñeco.
  • ¿Recuerdas la primera vez? Entonces no eras teniente de alcalde, eras bombero.
  • Sí, claro que me acuerdo: te querías suicidar como protesta por la ley anti-tabaco. ¡Y casi lo consigues!
  • ¡Y tanto! ¡Menudo traspiés!
  • Pues, que si no llega a tener Fernando la colchoneta hinchada, te haces puré.
  • ¡Qué tiempos aquellos! La gente se interesaba por nosotros, los suicidas. Éramos una parte importante de la sociedad: aquellos que se van de pronto y nunca se sabe el motivo real por lo que lo han hecho. ¡Qué romántico! Ahora o lo transmites en directo por Instagram o no eres nadie.
  • Hombre, tu actividad no tiene mucho gancho, aunque has protestado por cosas muy chulas: ¿recuerdas aquella vez que protestaste por la destrucción de los Budas de Bãmiyãn?
  • ¡Oh, sí! ¡Eso fue en marzo del 2001! Fue una bomba mediática en los periódicos de la provincia: “Vicente, el suicida a favor del arte persa”. Vino a hacerme una entrevista María Abradelo, para los de Canal 9... aquella época dorada del suicidismo militante... las cosas son mucho más frías ahora, amigo: ya no se tienen en cuenta los valores tradicionales. ¿Sabes lo bonito que es morir por perseguir una causa justa?
  • Bueno, Vicente, tú nunca has llegado a consumar del todo, afortunadamente, así que, puedes escribir un libro sobre los motivos que te llevan a esta decisión. Por cierto, ¿cuántas intentonas van ya?
  • Doscientas cuarenta y siete. ¡Es un buen número! Quería haber acabado el año con 300, pero lo de la pandemia nos ha partido por la mitad todos los planes.
  • Y tanto que sí, amigo. Yo tengo un follón liado...
  • Recuerda que te avisé: no te metas en política, que de bombero estás mejor... pero no me hiciste caso.
  • Hombre, Vicente, hay que probar cosas nuevas en la vida. El caso es que lo de alcalde me satura mucho aunque, por otra parte, es muy reconfortante llevar a buen término ciertos proyectos, pero echo mucho de menos el rollo de ser bombero. Creo que por eso sigo viniendo.
  • ¡Es que si no vienes tú no es lo mismo! Las veces que han venido otros, he estado tentado de saltar de verdad. ¡Incluso me han llevado detenido en varias ocasiones!
  • Bueno, es que tu práctica no es muy ortodoxa.
  • Ya, pero el jefe de bomberos de ahora, el hijo del Rascabarbas... tiene una manera muy poco empática de tratar los problemas.
  • Sí. Ignacio siempre ha tenido los vuelos muy altos, pero es un buen bombero.
  • No digo yo que no, pero a mí me gusta suicidarme contigo. Cada uno tiene sus cosas. Oye, me he fijado que has venido con tu mujer...
  • ¡Oh! ¡Clara! Sí. Se ha empeñado en llevarme a Urgencias. Tengo la tripa fatal hoy.
  • Desde aquí arriba las cosas se ven de otra manera. ¿Es buena chica? ¿Estáis bien?
  • Es buena chica, sí. Se preocupa demasiado por mí, creo. Pero cada uno es como es, Vicente.
  • Aprovecha y no seas tonto. Las cosas buenas nunca suelen ser eternas.
  • Nada es eterno, Vicente. Por cierto, ¿te bajas ya o qué?
  • Sí, vamos para dentro, que empieza a refrescar.

Escena 4

  • Parece que ha ido todo muy bien, ¿no, cielo?
  • Clara, por favor, llévame a Urgencias, que me den algo para la tripa, que tengo unos retortijones que me muero...

Y, mientras el matrimonio Alcañiz-González sube al coche para dirigirse al Servicio de Urgencias de la ciudad, en el reproductor del auto se atomizan las notas de esta versión que la Chocolate Watchband hizo de la tremenda canción de Ray Charles.

Cuídense, amigos lectores.




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