Apaga y vámonos

Villena en Ruta

No todo va a ser hacerse mala sangre, señora. Para que vea, hoy no pienso hablar de la plaza de toros ni del parking, ni tan siquiera de Primadomus, pues he tenido conocimiento de que Villena va a contar con itinerarios turísticos temáticos para incentivar las visitas. Y semejante oportunidad, como comprenderán, no hay que dejarla pasar.
A las rutas que todos imaginamos –el casco antiguo, el castillo, las iglesias, los museos y las casas-palacio (?) que inundan nuestra ciudad– podríamos añadir, a poco que nos esforcemos un poco, un sinfín del alternativas que nos permitirán ofrecer al visitante lo mejor de nosotros mismos. Así pues, y con la venia de la Concejalía de Turismo, aquí me brindo yo a proponer unas cuantas y a ver si prospera el invento. Y además gratis, para que no se diga.

De entrada, recuperaría para su uso habitual el trenecito de Rosario, invento maravilloso donde los haya gracias al cual ya hemos echado algunas risas. Y subidos en él, la ciudad es nuestra. ¿Qué tal la ruta Villena guapa? Podríamos empezar en el barrio de la Morenica y acabar en el Huerto Real. (La alternativa extrarradio, magníficamente descrita por Pepe Valdés en su “Trilogía de la Mierda”, tendría un coste adicional de 10 euros). Aunque lo cierto es que este itinerario sería difícil de delimitar: están tan sucias todas las calles que no se me ocurre cuáles visitar y cuáles no. Sí tengo claro, por el contrario, que el paseo concluiría frente a las flamantes nuevas oficinas de la empresa concesionaria del servicio, donde los turistas aplaudirían a rabiar a los responsables de la misma y a quienes hayan perpetrado los cartelitos de marras.

Además, dicho lugar –en el Paseo Chapí– nos serviría como punto de origen de la ruta Parques Abandonados, que uno a uno recorrería esos lugares de esparcimiento antaño bellos y románticos (quién no ha metido mano en un parque…) y que hoy, abandonados a la voluntad de Antonio Pastor y merced al aumento de la inseguridad ciudadana, sólo se prestan al botellón, el canuto y la bronca.

Para los amantes del turismo de aventura también hay alternativas, faltaría más. Tras subir a pie la calle Calvario (el trenecito no da pa´ tanto) llegamos a la lluvia de escombros de Las Cruces. Una vez allí, las alternativas son varias. A) Podemos hacer surf sobre grava descendiendo el vial de la Losilla en busca de una respuesta a las preguntas del millón: ¿Por qué no se valla el lugar para que nadie pueda entrar y dañarse? ¿Por qué no avanzan las obras? B) Podemos subir hasta Salvatierra por la vía ferrata, saludar al bueno de Andrés Ferrándiz y bajar por el otro lado, llegando al Barrio San Francisco, donde algún responsable de Servicios Sociales disertará sobre la Alianza de Civilizaciones junto al balcón donde se lió la de Dios es Cristo hace algunas semanas. C) Sin apenas andar, podemos hacer la Ruta de la Pedrera, si es de noche y andando mejor. Emoción y riesgo a partes iguales, amigos. ¿No se animan?

De este modo, con los sentidos colmados y la adrenalina por las nubes, y para rematar un fin de semana inolvidable, llegaríamos a una ruta cultural de reciente creación pero con unas posibilidades infinitas: Ríanse de la Capilla Sixtina. Escupan sobre el Louvre. Vomiten en la Alhambra. Échense una meadita en la Cripta de los Reyes de El Escorial. Dejen a sus hijos pintarrajear con un rotulador en las Cuevas de Altamira… Pero por lo que más quieran, no dejen de visitar (les aseguro que he intentado no hablar de esto, pero no puedo evitarlo) la única y sin igual Ruta del Subsuelo.

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