De recuerdos y lunas

Villenerías

Cuando la tercera época de la revista "Villena", el profesor Francisco García –Paco García– propuso a su amigo Alfredo Rojas la posibilidad de crear una sección en la que empleando el lenguaje villenero tratara asuntos más allá de los temas festeros que ocupaban las "Charraícas del Paseo". Así, entre 1981 y 1990, Alfredo publicó periódicamente, bajo el título “Villenerías”, ochenta y siete diálogos escritos en villenero. En ellos exponía las inquietudes de dos personajes jubilados. Por un lado, Martín, jornalero. Por otro, Ginés, propietario.

Martín, antiguo empleado de Ginés, abaja todos los meses a casa del amo a pagarle el alquiler y en ese contexto se desarrollan sus conversaciones, descubriéndonos desde sus distancias y encuentros, las preocupaciones de quienes ven, envejeciendo ellos, una sociedad, un pueblo, que se les escapa en evolución. Así, si normalmente el uso del habla local solemos asociarlo a situaciones jocosas porque dicho habla se presta fácil para el chascarrillo, en estos diálogos hay hondura espiritual, incluso pinceladas de poesía. También chanza, porque hay casos traídos que hacen reír.

La existencia de escritores en villenero ha sido constante en la prensa local villenense. Si bien, constante en declive. José María Soler contabilizó unos veinticinco autores para el periodo 1885-1936. Pero desde 1939, sólo conocemos tres. El propio Soler, Alfredo y Eustaquio Cabanes. Tras la muerte de Soler y Rojas, sólo nos queda –Dios nos lo guarde muchos años– Eustaquio. El interés de estos escritos no sólo está en las palabras peculiares que se usan o se han usado por una comunidad concreta sino, sobre todo, en esos giros y expresiones que revelan una comunidad en gran parte perdida. Esto es, ya no sólo interesan las palabras, curiosas, viejas, deformadas muchas, sino las expresiones que nos traen los usos y costumbres de unos hablantes que ya, mayoritariamente no son. Aquí, entre otras buenas cosas, el valor antropológico y la belleza de estos escritos.

Porque no somos idiotas, no nos tienta la atención a esta peculiar manera de hablar afanes vindicativos de lo propio. No nos tienta el localismo de ombligo. No queremos ver en estas palabras distingos que nos separen frente a los que no los usan o los usan distintos. Nos tienta el alma de las palabras, su intensa sonoridad que nos trae la voz de nuestros antepasados. De las abuelas nuestras que escullaron guisos de hambre en las cazuelas alternando con las labores estacionales en el campo. De los abuelos nuestros que pelearon los esquilmos entre los surcos temiendo en invierno las noches despejadas porque eran presagio de heladas. De las gentes de bien, sencillas y nuestras de nuestro pueblo, que firmaban compromiso, su fidelidad, precisamente, con la palabra. Palabras rotas, rosigadas, estropeadas unas, embalsamadas otras, pero dichas con fe y sinceridad. Con honradez. Lo que nos atrae de esta peculiar habla es su carácter de digno patrimonio que se debe también conservar. Aquí su riqueza.

En septiembre de 1997, Alfredo Rojas compiló sus "Villenerías" e hizo una sencilla edición limitada para regalarla a familia y amigos. Consciente del carácter volandero de lo periódico quiso ofrecernos entonces en conjunto esta obra que nos interesa. Con acierto, "Villenerías", hoy, se edita –o se reedita– con mayor tirada y cuidada edición, con brillante prólogo del catedrático Ángel Luis Prieto de Paula e ilustraciones hermosas de Vicente Rodes Amorós. La edición –hay que agradecerlo– se debe a Proisa y todos los beneficios son para Apadis de Villena. En la cocina de todo, contando con la colaboración de la familia Rojas Tomás, ha estado incansable, como en tantas cosas para Villena, Vicente Prats Esquembre, amigo de Alfredo Rojas.

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