Escena 1
Decididamente, creo que no es buena idea que, el esperado capítulo cien, trate sobre una infinita habitación blanca y vacía. Una estancia eterna, extendida a lo largo y ancho del flujo espacio-temporal.
Definitivamente no: intentar que, en mitad del citado escenario, aparezca algo así como un dibujo sobre anatomía humana que, como ya intuirá, representa la figura desnuda de Avelino en dos posiciones sobreimpresas de brazos y piernas e inscrita en una circunferencia ad quadratum (o algo así, que la Wikipedia no me lo ha dejado claro) no es de recibo.
Es impensable, al menos para mí, que en la mente del lector, esta visión vaya a empezar a girar, de manera impulsiva, en todos los ángulos que puedan darse. Infinitos, si no cuestionamos algunas invariables, que alguien dictó y que la Ciencia asume. Vamos, que se pone en plan entrenamiento de Pedro Duque. No hablamos de body pump, hablamos de aerodinámica y biomecánica.
Según mis cálculos, en el hipotético caso de que supiera hacerlos, este giro sobre todos los ejes producirá un efecto óptico y mostrará una esfera perfecta, dentro de la cual, a Avelino ya se le habrá ido un poco la olla y comenzará a sentir cómo, ante él, aparece el holograma de Don Juan Carlos I de España, cruzando el ancho mar en el Bribón. Un locurón, ¿no?
Sí, casi mejor aparece en una tumbona de Abu Dabi, celebrando su onomástica, que no quiero provocar malos entendidos… imagine que le da por hablar:
- Hola, soy Juan Carlos I de Borbón y Borbón-Dos Sicilias. Tal vez me recuerden de películas como “23-F” o “¡Atrapa el dinero y corre!”.
No, no. Paso de líos.
Mejor que el holograma sea de otro rey: Michael Jackson. Imagine qué opinión le debe merecer al Rey del Pop que a las mascarillas, a día 24 de junio de 2021, le queden (literalmente) dos días. ¡Se le tiene que hacer el cerebro fosfatina!
No nos desviemos, por favor. Pensemos que el capítulo cien debe ser especial y… Michael Jackson… era raruno. Mejor pasamos de reyes, porque no me veo yo a Elvis Aaron Presley (que, si está vivo, será un hombre de avanzada edad) leyendo El Ordenanza en su cuarto forrado de leopardo dorado, viendo el vídeo de su propio funeral.
¡UN MOMENTO!
¡Señor Andrés Calamaro, por favor, aquí no se le ha perdido a usted nada!¡Queremos hacer un buen capítulo cien, amigo!
¡UÑA!
…
Como le iba diciendo, estimado lector, a estas alturas, Avelino debe estar flipando más que James Douglas Morrison (el Lizard King, ya sabe), que murió borracho en París (o, al menos, eso parece). O quizá no esté flipando tanto. De hecho, empieza a tomarle gusto a esta constante revolución y logra proyectar su mente a una masterclass, a cargo de Albert King, Freddy King, B.B. King y Ramoncín (el Rey del Pollo Frito).
Vale. Voy a intentar que no esté Ramoncín (sin que se enfade), que va usted a pensar que vamos a centrarnos en la gente que me cae mal, pero hay muchos de los que he nombrado a los que admiro y guardo devoción.
Cuando yo era zagal, me cortaba el pelo como Morrison. Eso era antes, claro… Ahora, me conformo con intentar leer “El Rey recibe”, del Mendoza. ¡Qué tío, el Mendoza! Favoritísimo. De hecho, viendo que el carácter introspectivo de este capítulo, que empezábamos con Avelino en bolas, dando vueltas como un loco, quizá pueda ser buena idea hacer una lista en la que aparezcan los capítulos que más he disfrutado escribiendo. Uno de ellos fue el de Gurb (Real y potencial).
- ¿En serio? ¿Me tiene usted todo el capítulo dando vueltas y ahora se me va a poner a hacer un retrospecter? Mire, en estos cien capítulos hemos visto muchas cosas y hemos vivido situaciones extremas. Como bien se habrá dado usted cuenta, siempre he adoptado una sumisión innecesaria en los tiempos que corren. Le he aconsejado muchas veces y, hasta se podría decir que hemos convivido todas estas semanas. Nunca me he rebelado. Y ahora, que me tiene un buen rato con todas mis vergüenzas al aire y, si me lo permite, demasiado centrifugadas, tengo muy pocas cosas que perder. Espero que entienda que no voy a dejar que hoy, precisamente, me venga usted recopilando capítulos, como si esto fuese Cosas de casa. Así que, aplíquese y piense en una segunda escena que esté a la altura de las circunstancias, por favor.
Escena 2
…
Escena 3
Bien, retomemos: en medio del estanque plateado, allá en Agra, enfundado en un impoluto traje de lino blanco, Avelino toma de la mano a Aurora, ataviada con un sari de blanca seda. La conduce adelante y ella le sonríe confiada.
Diez centímetros por debajo del avance de las plantas de sus pies, el agua forma ondas polimórficas, caleidoscópicas, cosmogonales… Antigravitación. (¡Chúpese esa, Newton!).
La pareja avanza hacia el mausoleo del Taj Mahal y lo traspasa, como si sus muros fueran una leve brisa en el fluido gaseoso que es el éter.
- Siempre me ha gustado mucho esa palabra… “éter”.
- Es tan bella como tus pestañas, Aurora.
Y la luna riela en una playa del este de nuestra península.
Es San Juan, una noche mágica. Para ellos, es la noche más misteriosa del año. Las hogueras arden y las muchachas hacen sus tímidos rituales. Los chicos (ya se sabe) se la miden a ver quién salta mejor la hoguera. Ellas no.
Si echas un huevo en un plato con aceite, lo metes bajo la cama y lo sacas a las doce, sale la inicial del hombre de tu vida. Imaginen lo complicado que lo tuvo Wenceslao Fernández-Flores.
Ellos saltan. La pareja, se abraza.
Escena 4
Creo que hoy, entre tanto rey, bien nos podemos inclinar por una reina para acabar, ¿no? ¿La reina del rockabilly?
Seguro que, para Avelino, será un honor que Wanda Jackson (como el año pasado) le felicite porque hoy, 24 de junio, además de celebrar San Juan y el capítulo cien de esta saga, es el cumpleaños del catalizador de toda la trama de El Ordenanza. ¡Feliz cumpleaños, Avelino!