De recuerdos y lunas

¡Viva Narbona!

La sabiduría caracteriza su gobierno. Contra viento y marea, administra justicia. Su llegada al poder, difícil, lo fue contra privilegios enquistados en un mundo de hombres. Difícil llegada, sí. Por ser mujer. Pero no le arredran las dificultades. Pelea y se crece en vanguardia contra la realidad que le toca vivir. Y esa realidad en no pocas ocasiones es dura. Muy dura.
Su nombre es Ermengarda, Vizcondesa de Narbona. Sí, Ermengarda, como la primera esposa de Ludovico Pío, nuera cruel de Carlomagno. Sí, Ermengarda, como la esposa de Lotario I madre de Lotario II. Sí, Ermengarda, como la hija de Luis II, la que se casó con Boson, rey de Provenza que no se andaba con chiquitas pues envenenó a su primera mujer para casarse con su Ermengarda. Sí, su nombre es Ermengarda, como el de todas las Ermengardas que ha habido antes y después de ella en la Historia Universal y en la Historia particular de las Ermengardas.

Nuestra Ermengarda, Vizcondesa de Narbona, murió en 1197. No sabemos bien cuándo nació porque por aquellos tiempos y convulsiones se nos pierden muchos detalles. No sabemos bien cuando nació pero las crónicas hablan de su capaz y sabia administración y de su participación en las guerras que trastornaron el Mediodía francés. La vizcondesa Ermengarda, Vizcondesa de Narbona, se casó con Bernardo de Auduze. El rey Luis VII de Francia, apodado el Joven y también –como el primer Luis– el Piadoso, permitió administrar justicia a la vizcondesa Ermengarda. Y eso que el fuero del país gabacho se oponía a que gobernara una mujer. Pero en aquellos tiempos algunos reyes se podían pasar los fueros por el forro. Así, Luis VII confió en aquella mujer, que por lo leído fue una buena administradora de las tierras del sur francés, por donde la antigua Narbonense, por donde la Galia Bracata, tierra celta antes de la romanización, por donde hoy Narbona. Narbona es hoy una importante ciudad francesa. La ciudad, vinícola y curtidora, se sitúa a orillas del canal de la Robine, fábrica útil que se une a través del Canal de Unión con el fabuloso Canal del Midi o Canal Real. Que la Revolución Francesa le cambió el nombre a esta obra ingeniosa que va larga del Mediterráneo al Atlántico, del mar al océano. Admirable camino de agua. Porque en la Europa industriosa y manigera, desde antiguo, los hombres han removido las tierras y han hecho surcos por ellas, grandes y pequeños, para aprovechar el agua, bien para beber, bien para fuerza de molinos y turbinas y batanes, bien para moverse. O todo ello. Que el agua sirvió y sirve, usada con inteligencia, como vehículo para trajines fructíferos y gozosos de los hombres. Para transporte de sus riquezas, para energía productiva y para saciar la sed.

Cuando paseamos por la Historia y por la Geografía nos encontramos ejemplos que nos seducen. Por un lado, personas eficaces que asumen con responsabilidad sus obligaciones y sirven bien a sus administrados. Por otro lado, espacios como el del Canal del Midi que han sido organizados con sabiduría para proveer el mayor beneficio y comodidad a los hombres. Porque si el hombre tiene capacidad de transformación de los límites de la naturaleza, para poner esta naturaleza a su servicio, por qué no ha de hacerlo. Y hablamos de transformación, no de destrucción. Que también es verdad que se nos concede la uña y cogemos el cuerpo entero. Con avaricia. Luego está, en este conocimiento del pasado, el cotejo inevitable con el presente donde nos encontramos con políticas infructuosas que nos mortifican y con personas chanflonas que nos inquietan.

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