Estación de Cercanías

Voy a discrepar

Y lo voy a hacer porque me parece que la exageración y el dramatismo con el que se ha tratado el incidente acaecido en casa de Tarsicio Hernández se aleja bastante de la necesaria frialdad y la debida cordura con la cual se deberían de haber acometido comentarios al respecto de estos hechos.
Diré lo primero que estoy totalmente en contra de cualquier manifestación violenta o destructiva del patrimonio común o particular de las personas. Por lo tanto lamento profundamente que este vecino de Villena haya visto dañada su vivienda por algún o algunos delincuentes que amparados por la oscuridad de la noche han intentado hacer de ella pasto de las llamas. Es mi deseo que a la menos brevedad posible conozcamos sus identidades y puedan responder ante la Justicia por sus actos; como también lo es, y ello me parece igualmente importante y necesario, que además de ponerles cara sepamos la verdadera naturaleza e intenciones de su comportamiento, porque solamente cuando reconozcan fehacientemente que se hizo por venganza a la posición ideológica y social del señor Hernández tendrá consistencia estos alarmistas comentarios; y sólo en ese momento, cuando las autoridades pertinentes declaren que el/ la o los/las causantes de esta fechoría han actuado guiados por rencillas sólo circunscritas a la vida social de este vecino, podremos hablar con coherencia de la verdadera relación entre acción, intransigencias y rédito a pagar por defender y expresar ideas.

Han sido varios los foros que han acompañado la noticia del incendio, con alegatos al terror en alguno de ellos e incluso mentando y comparando La Encina con San Sebastián y a los gamberros estivales, hasta que no se demuestre lo contrario, con los “activistas” de la kaleborroca, comentarios que me resultan de un desacerbado trato a esta noticia, que bien podría haber llevado el nombre de cualquier otro vecino de nuestra población sin que ni tan siquiera los medios se hiciesen eco de ello, y que ha obviado y dejado sin valorar que las personas no sólo tenemos enemigos por nuestras implicaciones sociales, sino que desgraciadamente la envidia está latente en muchas personas y su acciones, así como antipatías, o simplemente aburrimientos de las calurosas noches de verano, que de igual modo hacen estragos.

Les puedo asegurar que me indigna tanto el tema que nos ocupa como la rotura de la cruz del Santuario o la destrucción compulsiva de bancos, las fachadas pintadas con graffiti, los coches rayados o quemados o la tala de cuatro pinos en el colegio de La Encarnación, actuaciones delictivas que afectan diariamente a ciudadanos anónimos o a nuestro patrimonio, que tan dignos de apoyo son como el señor Tarsicio Hernández; porque, vuelvo a insistir, hasta tener la certeza absoluta de la autoría de los hechos, no podremos hacer una reflexión objetiva y veraz, y lo único que hasta ahora se ha trasmitido a la ciudadanía son las peligrosas consecuencias que acarrea implicarse en movimientos ciudadanos y desde ellos luchar por sus intereses. Podemos estar delante de una de esas consecuencias, o no, y sin embargo las posturas se han afiliado unilateralmente en torno a esa posibilidad sin dejar espacio a otras alternativas, insensatez ésta que ha sido alimentada incomprensiblemente por el grupo opositor Verde, que contagiado de este ambiente dramático ha emitido un comunicado oficial de apoyo dando por hecho que ha sido un castigo, sin valorar que ellos son los menos indicados para reforzar esta incierta interpretación del acto por las negativas consecuencias que pueda tener en aquellos que, barajando la posibilidad de participar activamente de la labor social o política de su ciudad, vean sus intenciones mermadas ante un reconocimiento de causa/efecto que a día de hoy no es más que teórico.

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