Estación de Cercanías

Yo tampoco te esperaba

Si ya tenía clara mi postura ante la visita de Benedicto XVI a Valencia y la falta de ética que para mí supone el derroche vergonzoso de dinero público en ella, el horrible accidente del día 3 ha sido el espejo donde he visto reflejada con nitidez la cara y la cruz entre la muerte, real como la vida misma, y la representación que para deslumbrar e impedir ver con claridad despliegan el Papa y su séquito.
Yo no te esperaba, ni antes de la tragedia ni después. Se dice que tu visita es debida a la clausura del Encuentro Mundial de las Familias… ¿De todas y cada una de las familias? Pregunta ignorante por otro lado, porque dejas claramente definidas cuáles. Solamente son familias para ti aquellas a las cuales tu iglesia se siente orgullosa de representar. Las que conceden al catolicismo el papel de padre creador de núcleos de convivencia a su total reverencia, y en las cuales por encima de todo están las formas y la compostura ante el modelo establecido por tu doctrina.

Uno de los cortes publicitarios que la COPE ha venido emitiendo en su campaña ante la Papal visita, define (para mi sorpresa) a la Familia como “un conjunto de personas que se quieren”. Perfecta definición para mí. Pero sin exclusiones ni matices. El amor vive donde se ama y emana del ser humano sin distinción de sexo. A este mensaje tan simple y a la vez tan grande, la doctrina católica añade para desgracia de muchos sus personales coletillas, y sus familias son grupos “de personas heterosexuales que conviven y procrean”, “de personas que no deben de separar sus caminos, pues no serán de nuevo bien bienvenidos (con las honrosas excepciones de los anulados por Rota)”, “de personas que deben de concebir todos aquellos hijos que Dios les envíe obviando cualquier método anticonceptivo”, y por supuesto “que reciban a todos los que lleguen”, imponiendo su No al aborto por representar la muerte involuntaria de un inocente ser vivo que no ha pedido venir al mundo y técnicamente está bien definido.

Pero se olvida de otros seres vivos. Los hijos de familias numerosas que esnifan pegamento en las fabelas para escapar de su realidad, los niños que buscan en montañas de basura comida y que han sido traídos al mundo porque los ha mandado Dios, de aquellas niñas que son vendidas para placeres sexuales porque en sus casas Católicas y Apostólicas sobran. Se olvida de los niños de familias tradicionales que acaban en UCI por malos tratos, y por supuesto se olvida o prefiere hacer la “vista gorda” de todos los inocentes que mueren contagiados de SIDA por sus madres, que obedeciendo su mensaje de Voluntad Divina no han usado preservativo. ¿Y qué quieren que les diga? Mi capacidad de razonamiento no llega a digerir la diferencia entre unos niños y otros. Entre la maldad que atribuyen al que mata la vida antes de empezar y la misericordia que conceden a aquellos que la crean y llevan a término, a pesar de no poder ofrecer ni lo más básico, por seguir sus dictados.

Por esto y por otras muchas contradicciones entre el mensaje original y el circo que han hecho de él, no le esperaba. No veo su pobreza por ningún lugar, no le aprecio la humildad del que desciende a los bajos fondos, no encuentro el “Amaos los unos a los otros” en sus palabras.

No creo en su mensaje a las familias, modelos de convivencia de los cuales no puede disfrutar, ni opinar coherentemente, pues esta religión del amor, inexplicablemente, ha condenado a sus predicadores a vivir en soledad.

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