Literatura

“Los Domingos ya no son lo que eran” (Concurso de Relatos Breves San Valentín 2013)

A Benito Ramírez le gustaban los Domingos, los adoraba y veneraba, los utilizaba para descansar y despreocuparse de líos y problemas de toda la semana. Acostumbraba a bajar temprano con toda la modorra del mundo al quiosco de la esquina. Sin quitarse el pijama que dejaba bajo el chándal, compraba la prensa dominical, tomaba el ascensor y entraba en casa a tiempo de meterse de nuevo en la cama. Incluso daba alguna cabezadita más antes de leer los periódicos.
Pero ese Domingo se anunciaba distinto, la agenda venía algo cambiada. Al retornar al lecho matrimonial, Benito Ramírez encontró un gran lazo rojo de regalo sobre la almohada y eso le quitó el sueño de golpe.

- ¿Y esto? –dijo aturdido.
- ¡Feliz Cumpleaños! –le contestó su mujer lanzando el edredón lejos de su alcance.
- Pero… ahora… Cariño, de verdad, no se si tengo muchas ganas.

Benito Ramírez no mentía, a las ocho de la mañana de un Domingo no se encontraba especialmente motivado para enredar con jueguecitos amorosos. Vamos, no es que no quisiese, es que… Qué difícil resulta explicar a las mujeres que los hombres también tenemos termómetros eróticos.

La esposa de Benito Ramírez envuelta en un minúsculo salto de cama, sonreía moviendo sus piernas de modo libidinoso, intentando arrancar al cónyuge. El marido sentado en el borde del colchón, con la prensa bajo el brazo la empujaba disimuladamente hacia el otro lado, a fin que se diera por aludida, pero lejos de retirarse, la sensual dama se pegaba más a la espalda de Benito Ramírez agitando sus manos, a modo de tentáculos de pulpo gigante.

- Cari, es que estoy muerto de verdad – insistía con cuidado. Déjame que duerma un poquito y luego jugamos…
- Hoy celebramos tu cumpleaños, ¿no te acuerdas? –susurraba al oído, según le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

En realidad Benito Ramírez había cumplido 46 años el jueves, pero decidieron festejarlo durante el fin de semana, cuando los niños no tuvieran exámenes ni ellos trabajo, pero él con una comida familiar se daba por satisfecho.

Abandonado a su disposición se dejó querer hasta que al fin, concluyó la sesión matinal cayendo dormido como un niño. Eso a unas horas en las que el mundo anda durmiendo en un Domingo.

Es totalmente lógico pensar que Benito Ramírez no leyera los periódicos en la cama, sino que lo hiciera apoltronado en el sofá a media mañana. Entre página y página se preguntaba donde estaría el regalo de cumpleaños de su mujercita. Con esa idea rondando en su cabeza entró en la ducha, apareciendo a los pocos minutos y de sorpresa su esposa, abriendo la mampara con sonrisilla picarona pidiendo de nuevo guerra y por supuesto ganándola, además.

Benito Ramírez estaba desconcertado, ¿pero que le pasaba hoy al Domingo? Mientras se afeitaba pensaba en el cambio protagonizado por su Playmate Cañí, preguntándose si tal actitud fuese excusa quizás para compensar alguna licencia fuera de casa.

- ¿Te gusta mi regalo? –le sonreía de oreja a oreja su mujercita.

Benito Ramírez extrañado se encogía de hombros sin entender nada.

- Un año entero de amor, cariño –añadió esta. 365 días de sexo para mi maridito –exclamó de nuevo.
- Pues ya llevamos dos, alegó el sorprendido esposo.
- Vale, 363 entonces – matizó condescendiente la bella señora.

Tampoco era bueno llevarle la contraria.

De esta manera fue como Benito Ramírez desde su 46 cumpleaños, dejó de comprar periódicos y coleccionar fascículos para darse en cuerpo y alma a los regalos de su “Cari”, marcando a diario de muescas el almanaque. Desde entonces “Los Domingos ya no son lo que eran”.

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