El Diván de Juan José Torres

A la agresión económica, levantamiento selectivo

Los poemas olvidados de Antonio Machado, “españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Españas, ha de helarte el corazón”, vuelven a recobrar vigencia. Hoy ya no resulta fácil discutir por ideologías políticas, los acontecimientos económicos clarifican no las diferencias partidistas, sino las profundas desigualdades de clases y las heridas abiertas que crean las injusticias sociales. Frente a los pocos que acumulan riquezas y se jactan de ellas se erigen legiones de desempleados, jóvenes sin futuro y contratados bajo estafadoras bases laborales.
El dilema no es si alguien es de derechas o de izquierdas, más bien si trabaja o está en el paro, si llega a final de mes o no le queda ni para comer, si sirve de algo la preparación universitaria, si alguien cae enfermo y acaba en la calle, si esta vuelta atrás es definitiva o temporal, si los derechos laborales sirven para algo, si unos pagan más impuestos mientras a otros los indultan, si avasallan con atropellos y las quejas no valen nada. La cuestión no es arrepentirnos con el voto que dimos ni esperar milagros parlamentarios, sino qué se hace a partir de ahora.

Si convocamos una huelga, nos sablean los dineros; si asaltamos la calle, nos esperan los antidisturbios; si las minorías parlamentarias denuncian, las mayorías las aplastan; si deseamos renegociar un convenio, la Reforma Laboral nos insulta; si nos negamos a pagar, nos embargan; si gritamos, nos acusan; si nos enfurecemos, nos detienen. Hasta el Movimiento 15-M, ¡Democracia Real Ya! tiene desde ahora vetada la Puerta del Sol. ¿Qué hacer entonces para vomitar la repulsa? ¿Cómo constatamos la rebeldía, el enfado, el NO a las políticas mercantilistas?

¿Cómo enfrentarnos a este loco sistema, que toma decisiones agresivas, sin caer en la desesperación, en la suicida depresión, en la angustia sin esperanza, sin recurrir a la violencia y esquivando el sabotaje? La respuesta acertada es presión, hostigamiento, boicot. Puesto que son los mercados los que aprietan ahogando, hay que golpearlos donde más les duele: en el beneficio. Es verdad que se necesitan personas que aúnan, que propongan, que coordinen, que convoquen, que reinventen. Pero no más de un millón de indignados.

Imagínense que durante una semana, no más, un millón de ciudadanos retiraran, cuenta por cuenta, sus pequeños ahorros de sus entidades bancarias: golpe bajo a la Banca. Que durante una semana, no necesariamente la misma, apaguemos la luz por las noches y nos ilumináramos con las antiguas velas: golpe bajo a las empresas eléctricas. Que durante una semana cerráramos la calefacción y nos calentáramos con estufas: golpe bajo a las compañías de gas. Que durante una semana nos comunicáramos con correo postal, o electrónico, y abandonemos la telefonía: golpe bajo a las multinacionales de la comunicación…

Que durante otra semana nos priváramos de consumir en las grandes superficies comerciales: golpe bajo a las empresas que se comieron a las modestas. Y así, con contundencia, afectáramos a grandes negocios, beneficiosos mercados, sanguinarias multinacionales y compañías sin escrúpulos. Una semana por aquí, otra por allá, fastidiaros que a nosotros nos jodisteis más. Porque si estas grandiosas empresas persiguen el beneficio saltándose reglas, éticas, reglamentos y conductas morales no está de más que, puntualmente, les replicáramos con la misma moneda.

Actuando así no se asalta a nadie, no se ofende, no se roba, no se agrede, pero se utiliza el mismo método de intimidación que usan contra la población. Puesto que nos hurtan con facturas legales sin importarles los sacrificios ajenos no estaría de más que les tocáramos los cataplines, de vez en cuando, y por la misma regla de tres. Los ciudadanos sencillos, indefensos y desalmados tenemos un arma irrefutable: la inteligencia y la solidaridad en la fuerza común. Si los poderosos y sus intocables compañías nos pisan hay que decirles basta, y además, enseñarles la punta del pie.

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