Después de doce años escribiendo en este periódico mi punto de vista sobre la realidad de Villena, después de haber pasado por un alcalde y dos alcaldesas, por dos legislaturas con mayoría absoluta y otras dos formadas por tripartitos; después de haber vivido la vida política algo más cerca, de participar desde algo más lejos de la oposición en los acontecimientos municipales; después de todo esto les tengo que reconocer, queridas personas, que es ahora cuando más desorientado me siento. Quizás es un estado natural para cualquiera que viva al amparo de un gobierno de mayoría, pero es en este caso en particular donde reconozco que me encuentro verdaderamente despistado.
No sé si será culpa mía o si se trata del modo en que se desarrollan las decisiones políticas a partir de cualquier problemática. Y quien dice decisiones dice comunicaciones. Como en el caso de la camisa del pozo San Francisco, eternizándose entre las distintas soluciones y las posibilidades de recibir ayudas de Diputación para su reparación; entre las últimas noticias: desmontaremos la bomba del pozo, emplearemos una ayuda de Diputación para garantizar el suministro, iniciamos la reprofundización, proyectamos construir un nuevo pozo, Diputación concede solo un 18% de la ayuda
, por citar solo las que llegaron durante este ya extinto verano de 2017 al respecto. Porque si con este tema, o con cualquier otro de igual o mayor importancia para la ciudad, nos molestáramos en abrir un dossier de noticias, les aseguro que las impresiones serían similares: que cualquier problema acaba convirtiéndose en un culebrón y que su guión es tan disperso como extenso. En conclusión, que con tantas vueltas y revueltas nadie sabemos por dónde anda el asunto hasta que más tarde que pronto se acaba por resolver.
No deja de ser curiosa, mientras tanto, la insistencia del gobierno Verde por la transparencia a base de ruedas de prensa sin posturas definidas y la organización de charlas y cursos respecto a las problemáticas del municipio. Eso sin hablar del supuesto apoyo que recibe de esa estructura llamada Foro Económico y Social (FES), creada para facilitar la participación ciudadana. Entidad que en caso de recibir transparentemente información sobre nuestros asuntos, tampoco consigue que llegue al grueso de la ciudadanía. Al menos a mí. Como tampoco se consigue mediante un pretendido soporte digital, base suprema del nuevo Reglamento de Participación Ciudadana. Soporte que al ritmo de los avances de este equipo de gobierno deberá estar en marcha para cuando celebremos el primer cuarto de este siglo veintiuno.
Y miren que no les hablo de nada en concreto. Peor todavía. Les hablo de todo. Todo avanza con pies de plomo. Como si no hubiera un programa de trabajo (un programa electoral). Como si no hubiera un futuro. Y esa desde luego es una de las mejores estrategias para sujetar las críticas y la labor de la oposición ya vemos cómo ambas se agotan en generalidades, o en el excesivo detalle, o derivan hacia causas puntuales y ajenas a los grandes problemas. Pero esa fórmula se puede calificar de muchas formas menos de transparente o participativa.
Las deudas municipales se han saldado, sin embargo siempre hay poco dinero para todo; pero tampoco han sido anunciadas ni hemos vivido alguna importante intervención en el terreno ecológico, ni en el social, que es todavía más acuciante. Si hay proyectos, no los conocemos (así tampoco los consideramos, participamos, criticamos). Si hay futuro lo conoceremos día a día. Si hay municipalización del servicio de basura y limpieza servicio con un coste de más de un millón de euros anual, para que valoren su importancia ya llegará, porque mes a mes nos dicen que sí, como si fuera cualquier cosa, mientras sigue desde mayo prorrogado. Quizás lo sepan en el FES, quizás allí también sepan hasta dónde avanzaremos durante los casi dos años que quedan de legislatura Verde. Yo sigo despistado, sin vistas a recuperar la lucidez. En mi defensa diré que la culpa no es mía, que si estoy así es porque juegan al despiste.
