Escena 1
- Yo, señor, no soy malo, aunque no me falten motivos para serlo…
- ¡Déjese de tonterías, hombre! Eso no tiene nada que ver con la pregunta.
- Ya, Señoría. Es que mi libro favorito empieza así.
- ¿Y cree que es información concluyente para su caso?
- No creo, Señoría, pero ¿cree que podía dejar pasar la oportunidad de emular esa escena?
- … no sé… debería usted ceñirse a contestar las preguntas que se le formulen.
- No le quito la razón. ¿Sería usted tan amable de repetirme la pregunta, señor fiscal? Es que… se me ha ido un poco la olla con los nervios y…
- ¡Por supuesto!
- ¡Me juego mucho!
- Sí.
- ¡Pero no sea tímido, señor fiscal! ¡Dispare!
- ¿Le sorprende a usted que la Guardia Civil incautara, la pasada semana, diecinueve mil doscientas treinta y siete cartas y ochocientas sesenta y seis postales de Navidad de su antiguo domicilio?
- La verdad es que sí.
- ¿Sí?
- Eso dije, Señoría.
- No estaban escondidas ¿Pensaba que nadie las encontraría?
- No pensaba ni que sí ni que no.
- ¿Puede ser más explícito?
- No tenía conocimiento de la existencia de tal correspondencia.
- Pero, usted era el cartero del pueblo, ¿no?
- Sí.
- Y las cartas llevan el matasellos de la oficina en la que usted estaba destinado, ¿verdad?
- No lo sé, Señoría. Ya le dije que desconocía la existencia de las dichosas cartas.
- Y… ¿no le parece demasiada coincidencia que, esas cartas, fueran remitidas dentro del período en el que usted prestó servicio en el municipio?
- Pues… ahora que lo dice… sí que es una coincidencia, sí.
- ¿Y qué me dice de que, ninguna de esas cartas fuese entregada a sus destinatarios?
- ¿Cómo que no fueron entregadas?
- Ninguna.
- ¿Qué me está usted contando?
- ¡Lo que le digo!
- ¡Vaya! ¡Ahora va a saber usted más que yo!
- ¿Asegura usted que las entregó?
- Una por una, Señoría.
- …
- Se me peló el culo de recorrerme el pueblo de arriba a abajo con el carrito… bueno, de arriba a arriba, ¡que no veas la de cuestas que tiene el pueblecito de los cojones!
- ¡Modere su lenguaje, señor acusado!
- ¡Pero si es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad! ¡Es el pueblo más empinao de España!
- ¡Hostia! ¡Esto no me lo esperaba! Jajajajajaja
- Modere su lenguaje, señor fiscal.
- ¡Es que este tío es de traca, señor juez!
- ¡Orden! ¡Orden o desalojo la sala!
- ¡Pero si estamos usted, mi abogao (que no dice ni mu, que pa mí que no tiene mucha confianza en ganar el caso), el fiscal, el ujier chiquitico y yo, Señoría!
- … sí…
- … y el ujier aguanta el tirón, pero se nota que, por dentro, está descojonao…
- ¡Mira, en eso estamos de acuerdo, Fisqui!
- ¡Oiga! ¿Qué confianzas son esas?
- Disculpe, disculpe… ¡me he venío arriba!
- ¿Qué les parece si nos tomamos un descanso y retomamos después de almorzar?
- No sé, señor juez… considerando la soledad de mi celda, yo estoy bien así… acompañao.
- Ya, pero es que voy con un café desde las siete y…
- ¡Alma de Dios! ¿No sabe usted que el desayuno es la comida más importante del día?
- Ya lo sé, señor fiscal, pero se me han pegado las sábanas y…
- Por mí no lo haga, ¿eh? Ya le digo que aquí estoy guay. No quisiera yo demorar la Justicia Española.
- No se preocupe: la Justicia es lenta. No creo que media hora y un bocadillo de lomo supongan el colapso de nuestra maquinaria judicial, señor acusado.
- Vale, así aprovecho para ir al retrete.
- Pues levanto la sesión durante media hora. Señor ujier, acompañe al acusado.
- ¿Cree que me voy a escapar?
- No, no. Es el procedimiento habitual.
- ¡Ah! Pero… es que, si me siento observado… se me cierra el cuerpo.
- Pues golpéese usted las rodillas con las manos, que eso relaja mucho el esfínter.
- What?
- … al menos, eso dicen…
- ¡Ande y tómese usted un café, señor fiscal, que veo que tampoco anda muy fino! ¿Cómo se va a dar golpecitos en las rodillas esposado? ¡Se puede lastimar las muñecas, hombre!
¡Venga, nos vemos en media hora, que tengo un hambre que veo luces!
Escena 2
- ¿Cómo se declara el acusado?
- Culpable.
- ¿Culpable? ¿Ciento diecisiete días, cuatro horas, treinta y ocho minutos y quince segundos de incongruencias para declararse culpable? ¡Esta sí que es buena!
- ¡Joer, macho! ¡Era evidente! ¿Realmente se ha creído usted la milonga esa de que no sabía nada? ¿Y la de que era un complot de todos y cada uno de los vecinos del pueblo para poner fin a mi incipiente y prometedora carrera como cartero de un pueblecito del interior de una provincia del extrarradio? ¡Que usted es juez, oiga!
- ¡Ya se lo decía yo, Señoría! ¡Nos estaba haciendo el paso!
- ¡Ya se o decía yo! ¡Ya se lo decía yo! Como se vuelva a chorrear, le expediento, fiscal.
- ¡Céntrese en el acusado, señor juez, que nos la ha metido doblada!
- ¡Ustedes, que son unos panolis!
- ¿Panolis? ¿A que te meto un anacardo?
- ¡Pégame, chulico! ¡Venga!
- ¡Orden! ¡Orden!
- ¡He cumplido el sueño de todo español! ¡Tres años tocándome los huevos! ¡Tres años! ¡Ni una carta entregada! ¡Eso sí que es un récord y no el de Bob Beamon!
- ¿Tendrá morro el tío?
- ¡Y un sueldaco! El día uno ¡PAM! ¡Panoja al canto! ¡Menudos tres años! ¡Como el Emérito!
- ¡Esto es indecente!
- ¿Indecente? Indecente es que la mayoría de las cartas eran de los bancos, que acribillan a la gente con publicidad para luego joderles la vida con sus avisos de embargo. Si la ignorancia hace la felicidad, soy culpable de repartirla.
- Es usted un inmoral.
- Quizá, señor juez, quizá…
- …
- ¡Hale! Póngame una condena buena, que estoy ansioso por tirarme otro tiempecito de relax.
Escena 3
- Le he dejado el correo en su mesa, señor alcalde.
- Gracias, Avelino. Ojalá todo el mundo fuera tan eficiente como usted.