Vida de perros

AVE (César)

Me tomo un momento. Dejo en suspenso todos los procesos que llevo en la cabeza: recuerdos, sensaciones, problemas, ilusiones. Ya. Ahora voy a decir una palabra y a escribir lo que me sugiere, lo primero que me pase por la cabeza. La palabra: AVE. Noto cómo me enciendo por dentro. AVE. Primero las barreras de los pasos a nivel. Decenas de veces al día. Barreras bajando a las horas más inoportunas. Barreras extra a horas todavía más inoportunas: ocho menos cinco, nueve menos cinco de la mañana cuando te diriges al trabajo con el tiempo justo; ocho y cinco de la tarde cuando sales del trabajo. Barreras es lo primero que pienso.
Pero eso no tiene nada que ver con el AVE. No. Sí y no. Lo segundo que pienso es en el gran parecido que guarda el proyecto del AVE con el maldito panorama socioeconómico que vivimos. Sí. Un enorme gasto para construir algo a lo que muy pocas personas van a poder acceder. El enorme coste que supone para las arcas que llenamos como podemos entre todos y todas. Un gasto por encima de nuestras posibilidades con un resultado todavía más gravoso para nuestros bolsillos en el futuro inmediato. De hecho ya lo estamos sufriendo: basta con comprar un billete de tren para desplazarse a Madrid y abonar un buen puñado de euros más, incremento justificado porque nuestro tren utiliza las vías del AVE en algún tramo. Nada comparado con el coste del billete una vez que las obras del AVE hayan finalizado. Y si usted, querida persona, pagaba en los noventa poco más de treinta euros por ir y venir de Madrid, ahora prepare algo más de ochenta, que quedarán en nada tras la inauguración del trenecito.

A tanto llega la cosa, que el personal ya anda haciendo cálculos para ahorrarse un buen porcentaje cuando llegue el momento. Como Antonio Sempere, cuya estrategia pudimos leer en el Diario Información, donde es colaborador habitual. Una propuesta dirigida a quienes toman el tren desde Alicante. En su columna suponía un largo retraso en la construcción de la nueva Estación de Villena tras la puesta de medallas en Alicante –por algo lo dirá–. De modo que Sempere calculaba un gran ahorro si para viajar a Madrid, se tomaba un autobús hasta Villena y desde aquí se compraba un billete de los todavía trenes convencionales. Imaginen mi estupor al leer tal argumento. Lo primero que pensé fue: cuando inauguren la estación de AVE en Villena no volveré a viajar a Madrid en tren. ¿Y quién podrá? ¿Y por qué pagamos entre todos y todas un transporte que no podremos utilizar, un vehículo que además anulará otros más acordes a nuestros bolsillos? ¿Qué nos pasa? ¿Nos ha cegado la locura? ¿Nos han vuelto a engañar, nos están volviendo a engañar para pagar lo que no nos conviene? El tiempo dirá. Pero cada vez más impera el espíritu que ni perdona ni olvida.

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